La suerte está echada. Unos piensan que les tocó fácil, a otros muy difícil. Tanto los unos como los otros pensamos que en el fútbol, como en todas las cosas de la vida, tiene que haber una lógica. Tiene. El problema es que no la conocemos. Porque a partir de un determinado nivel -y los equipos clasificados para Brasil 2014 son de nivel- cualquiera gana a cualquiera. El fútbol, hay que llegar alguna vez a esa conclusión, engendra pasiones no por falta de lógica, sino por esa sempiterna incapacidad humana para acceder a ella.
Con el perdón de los teólogos creo que ni Dios conoce la
lógica del fútbol. Y si la conoce no le interesa, justamente porque la conoce.
Además Dios no solo nos dio la lógica. También nos dio la ilógica, sin la cual
el arte y el amor (y el fútbol) serían imposibles. Y sin embargo, como soy
incapaz de pensar de modo ilógico no me resigno del todo.
Tiene que haber en el
fútbol una cierta lógica. Quizás el problema reside en el hecho de que la
lógica del fútbol no precede al juego sino que nace a través del juego (lógica
autopoiética diría Humberto Maturana). Eso significa que la lógica del fútbol
solo se conoce cuando el partido ha terminado. Lo que también es lógico. Si se
supiera antes, todos los estadios estarían vacíos. Es decir, la lógica del fútbol
es ilógica, pero su ilógica es lógica. Si nadie me entiende, no importa. Como
decía Lacan, yo no hablo para que me entiendan sino para que me oigan.
No obstante hay situaciones que obviamente son más
lógicas que otras. Miremos por ejemplo el grupo A: Brasil-Croacia- México-
Camerún. Ahí, si no clasifica Brasil, significaría que todo lo que sucede en
este mundo es absurdo, irracional y anárquico. Que nada tiene sentido. Que la
tierra es un casino y la vida una ruleta. Y no es así. Hasta la ilógica tiene sus
límites.
También es lógico pensar que el segundo clasificado puede
ser cualquiera de los tres restantes. Croacia, por su reciedumbre y excelente
fútbol ofensivo. Camerún puede ser de nuevo una sorpresa como lo fue en el
mundial de España de 1982. Los “leones”
practican un fútbol tan bonito que hasta los adversarios se paran para mirarlos. A
los mexicanos esta vez, no sé por qué, no les tengo confianza. Quizás porque
juegan un fútbol de pases cortos, sin sorpresas, como si quisieran que los
minutos pasen rápido e irse a las duchas. Ojalá me equivoque.
Lo mismo en el grupo F: Por calidad, tradición y
doctrina, Argentina deberá clasificarse. No lo digo por Messi, aunque todos
esperan que éste sea su Mundial, como el de 1962 en Chile fue de Garrincha, el de 1970 en
México de Pelé, y el de 1986, también en México, de Maradona. “Su”
mundial: Eso es lo que falta a La Pulga
para entrar al cielo de los grandes genios futbolísticos. Claro, el cielo, como
buen hotel, no es gratis. No olvidemos que Bosnia e Irán practican una especie
de Yihad futbolística y eso les va a costar a los argentinos más de un par de
lesiones graves. Nigeria deberá ser segundo. Tienen astros repartidos en las
grandes ligas del fútbol. Sus jugadores, además, no sé por qué, son muy
atléticos. De acuerdo a la lógica no deberían serlo.
Colombia podría tener éxito en el grupo C, el
que comparte con Grecia, Costa de Marfil y Japón -los tres al mismo nivel-. No
solo posee a Falcao (si es que juega) también a otros grandes
jugadores, aunque la defensa regala incomprensibles huecos. Pero el proceso de
paz merece un acicate internacional y ese solo lo puede proporcionar el fútbol,
jamás la política. Segundo debería ser Japón, con sus jugadores pequeños,
escurridizos, imprevisibles. Los griegos intentarán mostrar que la crisis
económica no tiene nada ver con el fútbol y Costa de Marfil posee algunos
grandes futbolistas (entre otros, los ya veteranos Didier Drogba y Yayá Touré).
Lo importante: el grupo F ya tiene gusto a café del bueno.
De acuerdo a la lógica, en el grupo E deberá clasificarse
Francia, el mejor equipo africano de toda Europa, según la ultraderecha
francesa. Tiene que hacerlo. Los franceses todavía no olvidan la debacle de
2010 en Sudáfrica y piden reparaciones. Honduras, pese al cariño que le tengo,
no clasificará. La segunda opción está entonces entre Ecuador y Suiza. Los
ecuatorianos no se ven mal, lo demostraron en las eliminatorias. Y Suiza no es
gran cosa en fútbol. Los problemas ecuatorianos son más psicológicos que
futbolísticos. En los partidos definitorios tienden a achicarse. Puede que esta
vez decidan saltar sobre sus sombras. Si agregan un buen psicólogo a su
delegación, no estarían mal aconsejados.
Del grupo H no quiero ni ocuparme. No me interesa en
absoluto. La verdad, creo que solo les interesa a los belgas, a los argelinos,
a los rusos y a los coreanos del Sur. Si me pidieran de todos modos un
favorito, apostaría por Corea del Sur. Y no porque sea gran admirador del
fútbol sud-coreano, sino por la envidiosa rabia que le dará a los dictadores de Corea del
Norte. Pero esa no es una razón futbolística.
Quedan entonces los tres grupos a los cuales los
periodistas se apresuraron en llamar los de la muerte, imaginando, con ciertas
razones, que los adversarios saldrán a matarse por una victoria. Son el grupo
B: España, Holanda, Chile y Australia. El grupo D: Uruguay, Costa Rica,
Inglaterra e Italia y el grupo G: Alemania, Portugal, Ghana y EE UU.
El menos mortal de los tres es el grupo G. Alemania
siempre ha clasificado y lo más probable es que de nuevo sucederá. La incógnita
será el segundo. Portugal no solo tiene a Cristiano Ronaldo; es un equipo
compacto y con un fútbol muy parecido al de España. Ghana al igual que Nigeria
es potencia africana. Los EE UU juegan cada vez mejor y ya están a la altura de
los grandes equipos europeos. Por si fuera poco, el grupo está lleno de duelos
simbólicos. Entre ellos, Ronaldo contra Özil, a quien nadie le saca de la
cabeza de que fue Ronaldo quien lo expulsó del Real Madrid. Después viene el
duelo de los hermanastros Boateng. Jerome, el defensor, juega por Alemania
y Kevin-Prince, el delantero, por
Ghana. Dicen que no se quieren demasiado. Cuando ambos choquen van a saltar chispas. Y, no por último, el duelo de los dos grandes amigos: Jürgen
Klintsmann, quien fuera entrenador de Alemania en el Mundial de 2006 y ahora lo
es de EE UU y Joachim Löw, quien fuera co-entrenador de Klinsmann y desde hace
ya tiempo, entrenador oficial de la selección. Según los entendidos, Klinsmann
no tiene idea de fútbol pero es un tremendo motivador y Löw quien no motiva ni
a sus amigos, sabe del fútbol todo lo que se puede saber. Veremos; habrá
espectáculo.
En el grupo D, Costa Rica -fútbol galano pero no
agresivo- deberá ser eliminado. Lo más probable es que Inglaterra e Italia sean
los clasificados. Italia es potencia mundial y los ingleses inventaron el
fútbol. Eso dice la lógica. Pero ahí está también Uruguay y con eso se acabó la
lógica. Los uruguayos son capaces de perder frente a Martinica o Andorra, pero
también de quitarle un mundial a Brasil en el Maracaná. No imagino cual será la
razón, pero los uruguayos sí saben agrandarse. Con Italia tiene en común que
comienzan jugando mal, pero a medida que transcurre el campeonato, crecen y
crecen, hasta alcanzar las cúspides más altas. En fin, tienen eso que no se
compra en las farmacias: clase. Y, por cierto, grandes jugadores. Si Diego
Forlán juega la mitad de lo que jugó en el 2010 en Sudáfrica, ya tiene Uruguay
la clasificación asegurada. Y si Luis Suárez marca la mitad de los goles que
hace en Liverpool, van a llegar de nuevo, los uros, muy alto. En suma:
Clasifican Italia y Uruguay. O Uruguay e Italia. Good bye England.
El grupo de la muerte, el B, es mortal para los chilenos.
Todos sabemos los puntos que calzan España y Holanda, y lo más lógico es que
ambos clasifiquen. Los chilenos deberán entonces regresar a casa y lamentar
penas en el regazo de doña Bachelet. Está claro. ¿Está claro? Yo pienso que no
está nada de claro.
Cierto es que entre los chilensis (no sólo en fútbol)
reina una misteriosa bi-polaridad. Un día creen que van a salir campeones
intergalácticos. Al día siguiente que hasta los más "rascas" nos
ningunean. Ni lo uno ni lo otro. Chile tiene en estos momentos un fútbol del
medio, que no mediocre. Puede perder con cualquiera, pero también ganar al más
pintado. Y sin forzar la realidad, creo que, a pesar de todo Chile guarda
cartas para la segunda vuelta. Si no la lógica, lo dice la experiencia.
Vamos a dejar a los grandotes de Australia a un lado,
aunque sea injusto. Lo importante, dice la historia, es que cuando hay dos
“grandes grandísimos” en la primera ronda, uno destruye al otro, y el perdedor
sale tercero o cuarto. Holanda y España, ergo, son dos “grandes grandísimos” y
uno puede destruir al otro. Además hay un detalle: España no va al mundial a
ganar el título sino a defender un título. Eso cambia el panorama. En lo más
recóndito de la mente de cada jugador español anidará no tanto el propósito de
ganar sino el miedo a perder. Y el miedo nunca será buen consejero.
Hay otra razón a considerar: los entrenadores. Nadie va a
descubrir ahora que Del Bosque y van Gaal son grandes entrenadores. Pero
también es cierto que Del Bosque ya tiene una cara (y una barriga) de jubilado
que nadie le puede quitar. Van Gaal tampoco es muy joven. Además siempre ha
sido algo rígido. Practica un 4-3-3 que ya casi nadie usa. Sampaoli, en cambio,
no solo aprendió de Bielsa el atacar sin misericordia; también sabe defender.
Tiene inventiva, replantea el partido según cada adversario, y sobre todo, acuna la
ambición de atravesar el umbral que todavía lo separa de los más grandes. El
casildense se las trae.
Por último, Alexis, Vidal, tal vez Vargas, y Valdivia si
no se lesiona antes del mundial, tienen algunas cosas que mostrar. El milagro
podría entonces suceder, siempre y cuando a los jugadores
chilenos no se les ocurra celebrar el campeonato mundial antes de jugar. No sería la primera vez.