Fernando Mires - GLORIA




Filme de Sebastián Lelio (Chile 2013) con Paulina García y Sergio Hernández

La había estado esperando, a Gloria. Había leído y oído tanto acerca de ella que tenía temor de que cuando viera el filme experimentaría -no voy a decir un "déja vù", es muy siútico - la sensación de ver una historia conocida. En parte fue así. Pero tenía que verla con mis propios ojos y descubrir, como en todas las cosas, algo nuevo, pues ver no es sólo función de la vista. Lo saben los grandes pintores cuando descubren que otros han visto algo que ellos mismos no vieron cuando pintaban. Leonardo, por ejemplo, no pensó cuando pintaba a la Gioconda que estaba creando la sonrisa más enigmática de la historia universal. Si lo hubiera sabido no habría podido pintarla. 
No obstante, todos los que han visto "Gloria" mantienen opiniones similares.
Una es que el filme es un elogio a la alegría de vivir, no importa cuantos sean los años que uno arrastra. Otra es que Paulina García (Gloria), realizó una perfomance fabulosa hasta el punto de que hay quienes la han comparado con Meryl Streep, del mismo modo que a Sebastián Lelio, el director de la película, con Pedro Almodóvar. Comparaciones innecesarias que dañan la autenticidad de una película cuya mayor virtud es su autenticidad. 
Hay que tener sí en cuenta que la alegría de vivir de Gloria está determinada por condiciones que no se dan siempre. Una, es objetiva: Gloria es una santiaguina de 58 años, separada, dos hijos que viven su propia vida, es decir, no tiene demasiadas obligaciones frente a los demás. Gloria, luego, no es un "caso social". Pero hay también una razón subjetiva. Gloria es una mujer en la que el deseo de ser se impone por sobre el deseo de la inercia. A diferencia de quienes al llegar a un tiempo en el cual se está más cerca del fin que del comienzo, Gloria sabe que cada edad ofrece sus obsequios y rechazarlos no tiene sentido.
No es una intelectual, no piensa en el más allá ni cae en tentaciones metafísicas. Realiza su trabajo a conciencia, vive con decente modestia, no le debe nada a nadie. La soledad la experimenta como independencia. Y el no estar ligada a ningún marido, como libertad. Gloria es un ser en el mundo que ama al mundo. Entre la tristeza y la alegría elige la alegría: un derecho muy humano por lo demás. Pero Gloria no deambula desesperada buscando el goce, y quizás por eso lo encuentra. Le gusta cantar y canta. Le gusta bailar y baila. Si le cae en las manos un pito, también se lo fuma. Y si conoce a alguien y hay tic tac, se acuesta con él sin grandes problemas. Así, como debe ser. Sin haber leído jamás a Schopenhauer, Gloria sabe que "el ser es el deseo del ser".
Lo que sin embargo no han advertido todos los comentadores, es que la película “Gloria” implica también la historia de una relación. Historia en donde la figura de un hombre sobre los 65 años, Rodolfo, es la que permite resaltar, por contraste, a la de Gloria. Efectivamente, Rodolfo (Sergio Hernández) ex-oficial de la marina, de conversación muy poco interesante, es todo lo contrario a Gloria. Si se quiere, él es su anti-tesis. 

Rodolfo mantiene una relación matrimonial de la cual solo se sabe que tiene dos hijas no independientes. Viene saliendo de una OP en la cual, como a Maradona, le achicaron el estómago, sacándole un centenar de kilos a fin de que transitara de modo más presentable por la vía pública. Habiéndose conocido en un local de baile para “singles”, Gloria y Rodolfo simpatizan y como suele suceder entre hombre y mujer, aterrizan en una cama. 
El lío es que Rodolfo quería más; él deseaba formar pareja con Gloria. Gloria, a su vez, aceptó el juego sin darse cuenta de que estaba construido sobre la base de una mentira: la de que Rodolfo vivía separado de su familia. Razón por la cual ciertos críticos, en infantil solidaridad con Gloria, no han parado de ajusticiar al pobre hombre (oportunista, caso clínico, sinvergüenza, cobarde, es lo menos que le han dicho)
Pero pensemos un poco: ¿Por qué mintió Rodolfo a Gloria? Las pinceladas de Sebastián Lelio, el director, lo dejan entrever. El deseo de Rodolfo era comenzar una nueva vida, pero en lugar de comenzarla, engaña a Gloria y a sí mismo imaginando que está viviendo un nuevo comienzo, uno que no se atreve a realizar. En cierto modo, comprensible. No todos los hombres viejos somos como Clinst Eastwood quien decidió comenzar una nueva vida a los 83 años (acerca de como la va a terminar, no me lo pregunten) Rodolfo en todo caso no era Clinst Eastwood. Era simplemente un hombre que confundía -como hacen muchos- lo que él es con lo que le habría gustado ser. Freud habría dicho, es un paciente que confunde su Yo con su Ideal del Yo. Como sea, una actuación descollante de Sergio Hernández, pues si suplantar (representar) a una persona es complejo, suplantar a alguien que se suplanta debe ser condenadamente difícil. Chapeau. Aunque la crítica especializada casi no menciona a Sergio Hernández, yo le daría un Oscar.
En lugar de haber puesto las cartas sobre la mesa, aclarando condiciones y solicitando algunos espacios de amor ocasional -algo que la honesta Gloria habría quizás aceptado- Rodolfo vivía una doble vida en donde imaginaba ser tan libre como Gloria. Naturalmente, sobre la base de tres mentiras: a su familia, a Gloria y, sobre todo, a sí mismo. Así, Rodolfo termina siendo acosado por ataques de pánico, huyendo en dos ocasiones intempestivamente de Gloria (y de él, por supuesto)
La segunda huída reportó a Gloria una crisis existencial de la cual -al fin Gloria era gloriosa- se repuso con prontitud. Esa escena en la cual, después de haber despedido en el aeropuerto a su hija, cuando Gloria mira con tierna curiosidad a un muñeco calavérico bailando al son de la canción "mira como baila el esqueleto", es definitivamente magistral. Gloria, entre pesar y pesar, seguía abierta a la vida.
Ahora, en lo que todo el mundo sí está de acuerdo es en que Paulina García realizó como "Gloria" una actuación extraordinaria. Sin duda, una tremenda actriz.
Pero ¿qué significa ser una gran actriz o un gran actor?
Muchos piensan que se trata de un asunto de identificación con un determinado personaje. Sin embargo, al pensar en Gloria he llegado lentamente a otra conclusión. Y es la siguiente: Actuar bien no significa ser otro sino ser uno mismo en el otro. Eso quiere decir, así como Gloria nunca deja de ser sí misma a lo largo del filme, Paulina García nunca deja de ser ella misma en Gloria. ¿Cómo lo sé sin conocer personalmente a Paulina? Cuesta poco darse cuenta: Su risa contagiosa no es fingida; su modo de bailar, de cantar, de caminar, en suma, su modo de ser, tampoco es fingido.
Los grandes actores son aquellos que suplantan a un personaje sin dejar de ser jamás ellos mismos a través del personaje. En ese sentido hay que hacer la diferencia entre suplantar e impostar.
Suplantar a un personaje no significa impostarlo. Es simplemente actuar en el otro sin dejar de ser uno en el otro
¿Pero no es lo que ocurre a diario? Millones de veces se ha repetido que en los escenarios de la vida somos sus actores. No por eso la frase es menos cierta. Más aún: A lo largo de cada día actuamos en distintos escenarios: los de la política, los del trabajo, los de la cultura, los de la amistad, y no por último, los de la más íntima intimidad. En cada uno de ellos podemos elegir entre ser nosotros en distintos roles, o impostar un personaje en cada rol. En este último caso solo seremos impostores de nosotros mismos, como no lo fue Gloria y como sí lo fue Rodolfo.
Así pensaba yo cuando llegamos desde el cine a casa y propuse que escucháramos el CD con la música final de el filme: “Gloria”, el popular “hit” de Umberto Tozzi. Hasta nos dieron ganas de bailarlo.




Trailer - GLORIA,  hacer clic      AQUÍ