Las frases en broma, así como ocurre con algunos chistes, son buenas cuando arrastran algunos sedimentos de seriedad y por eso encontré buena la que escuché: "Si Cuba tuviera la bomba atómica sería igual a Corea del Norte". Pero para hablar más en serio yo contesté: "Sería parecido, pero no lo mismo. Corea es una península y Cuba una isla". ¿Y no hay más diferencia que las geográficas? Traté de encontrar alguna, pero no encontré ninguna. Efectivamente, no es broma: Si Cuba tuviera una bomba atómica, sería igual a Corea del Norte.
Tanto allí como allá hay un
solo periódico y una sola ideología. Tanto allí como allá tienes que pesar cada
frase, serás vigilado, desconfiarás hasta de tu sombra y si desobedeces puedes
perder la vida en un accidente. Tanto allí como allá te dirán que si tienes lo
mínimo para comer, medicina y entierro gratuito, no tienes de qué quejarte.
Tanto allí como allá aprenderás a odiar a los EE UU y a que las palabras
democracia y libertad son invenciones de la CIA para inocular ideología
burguesa en el alma de los pueblos. Tanto allí como allá deberás estudiar
manuales de marxismo- leninismo y adorar al líder fundador, sea a Kim Il Sung o
a Fidel Castro. Tanto allí como allá el poder se transmite por la sangre. Tanto
allí como allá una clase dominante de estado construye el capitalismo salvaje
en nombre del socialismo. En fin, tanto Cuba como Corea del Norte fueron
protectorados soviéticos que sobrevivieron a la Guerra Fría, meteoritos
totalitarios de un sistema que parecía erigirse desde la tierra hacia la
eternidad.
La gran diferencia, aparte
de la geográfica, reside en que Cuba, a pesar de ser una isla, no está aislada.
En cambio la dictadura del patético Kim Jing-un no goza ni de la simpatía de
China, cuyos mandarines, aparte de haber renunciado al marxismo-maoísmo
necesitan un “hinterland” pacificado y chinófilo para practicar grandes
negocios con occidente. Ojalá "dos, tres Vietnams", como quería el
Che.
Es inevitable entonces pensar que Corea del Norte se encuentra más presente en América del Sur que en Asia.
Quiero decir: ideológicamente presente. Entre otras razones, el
marxismo-leninismo de las elites de izquierda latinoamericana equivale al
tipo de marxismo asiático que adoptaron durante la Guerra Fría muchas naciones
del ayer llamado "Tercer Mundo". El marxismo- leninismo cubano
también es de neto tipo asiático. Quizás deberé explicar algo más ese
punto:
Fue Rudi Dutschke, líder
juvenil del movimiento sesentista alemán, quien en su trabajo de doctorado
titulado "Intento para poner a Lenin sobre los pies" (1974)
destacó el hecho de que el marxismo de Marx había sido asiatizado por
Lenin primero, por Stalin después. El marxismo soviético era para Dutschke la
ideología de legitimación de una autocracia representada por el partido, sus
bonzos, y sus ramificaciones intra-sociales.
La tarea histórica de la
izquierda europea de acuerdo al talentoso líder, debería ser re-europeizar el
marxismo, adulterado por la autocracia post-zarista.
El término asiático, de más
está decirlo, no tenía para Dutschke una connotación geográfica sino cultural,
cimentada en la bibliografía que sobre ese tema dejó Marx en sus escritos
acerca del "modo asiático de producción" y en sus artículos sobre la
imposibilidad de construir el socialismo en un país “bárbaro” como Rusia,
publicados entre 1853 y 1858 en el New York Daily Tribune.
Ahora bien, el marxismo
llegado a América Latina, primero a través de los partidos comunistas, después
del castrismo, fue, para decirlo con Dutschke, un marxismo asiatizado, es
decir, autocrático y teocrático y, por lo mismo, esencialmente anti-marxista.
Las fuentes principales del
marxismo latinoamericano no fueron, es una paradoja, marxistas. Tanto el
leninismo-estalinismo como el estalinismo-maoísmo son adulteraciones del
pensamiento de Marx orientadas a legitimar estructuras asiáticas de poder. El
trotsquismo sólo fue un intento débil por restaurar elementos europeos del
marxismo, pero sin renunciar a su matriz despótica asiática; de ahí su gran
fracaso. La socialdemocracia, a su vez, renunció al marxismo como ideología, e
hizo bien. El marxismo ya estaba destruido por las revoluciones rusa y china y
no valía la pena rescatarlo como intentaron hacerlo Dutshcke y los suyos en
Alemania y, con más éxito, el PCI de Enrico Berlinger en Italia
(Eurocomunismo).
Cuando la primera
revolución obrera ocurrida en Europa Occidental, la polaca encabezada por el
católico Lech Walessa, se levantó en contra del comunismo, lo hizo también en
contra del marxismo, ideología de la dictadura.
El marxismo, a la hora de
la revolución polaca ya estaba liquidado. Lo liquidaron en Rusia y China
primero; en Corea del Norte y en Cuba después. Tratar de recuperar “el marxismo
verdadero”, el europeo, el de Marx, habría sido bajo condiciones
post-comunistas una actividad ociosa. ¿Para qué?
Cuba es Corea del Norte sin
bomba atómica, aunque Fidel Castro, en sus momentos de mayor locura, durante la
crisis de los misiles de 1962, intentó obtenerla, aún al precio de llevar al
mundo al borde del holocausto nuclear. Si no hubiera sido por la cordura de Nikita
Kruschev -de quien dijo Castro “Nikita, mariquita, lo que se da no se quita” -
Cuba sería un cementerio oceánico. En las despotías asiáticas, aunque sean
latinoamericanas, las crisis psíquicas de los dictadores suelen convertirse en
crisis mundiales
El marxismo de las
autocracias asiáticas continúa sobreviviendo como ideología en diversos países
sudamericanos. La idolatrización de líderes militares, la santificación de
gobernantes, el culto a la muerte, e incluso la momificación real o simbólica
de histriónicos caudillos, son hechos que delatan hasta que punto el
asiatismo-marxista, en sus más bárbaras
expresiones, sigue presente en tierras latinoamericanas.
Corea del Norte a través de
Cuba y sus acólitos se encuentra en estos momentos más presente en América del
Sur que en Asia. Esas son las razones por las cuales la liberación de América
Latina, la principal, la espiritual, menos que un hecho político, deberá ser el
resultado de una larga lucha cultural. La estamos dando.