José Lezama Lima - LA MADRE



El Poema La Madre del gran escritor cubano José Lezama Lima (1910-1976) ha sido rescatado por segunda vez gracias al Centro de Editores de España. La primera vez fue publicado en La Habana (recién en 1978; edición oficialista) en una colección de poemas  titulada "Fragmentos de un imán" con el objetivo, según dice El País, de "intentar reparar los durísimos años de humillante ostracismo que vivió el poeta hasta su muerte". Como es sabido, PARADISO -según POLIS la novela más grandiosa escrita en América Latina- fue relegada a la clandestinidad por la actual dictadura militar y su autor, acusado de "pornográfico". En la edición del Centro de Editores se encuentra  una carta inédita del escritor a su hermana, fallecida en exilio. En esa carta escribió Lezama Lima: “Ni antes ni después, nunca he sido feliz, pero no obstante, me sentía arrebatado por una poderosa alegría, indefinible, intocable, siempre lejana, pero qué ha sido el impulso de mi vida ¿afán de perdurar? ¿espejismos de la inmortalidad? Me río pero sigo machacando en hierro frío”. 

A continuación POLIS publica el poema La Madre de José Lezama Lima

Vi de nuevo el rostro de mi madre.
Era una noche que parecía haber escindido
la noche del sueño.
La noche avanzaba o se detenía,
cuchilla que cercena o soplo huracanado,
pero el sueño no caminaba hacia su noche.
Sentía que todo pesaba hacia arriba,
allí hablabas, susurrabas casi,
para los oídos de un cangrejito,
ya sé, lo sé porque vi su sonrisa
que quería llegar
regalándome ese animalito,
para verlo caminar con gracias
o profundizarlo en una harina caliente.
La mazorca madura como un diente de niño,
en una gaveta con hormigas plateadas.
El símil de la gaveta como una culebra,
la del tamaño de un brazo, la que viruta
la lengua en su extension doblada, la de los relojes
viejos, la temible
y risible parlante.
Recorría los filos de la puerta,
para empezar a sentir, tapándome los ojos,
aunque lentamente me inmovilizaba,
que la parte restante pesaba más,
con la ligereza del peso de la lluvia
o las persianas del arpa.
En el patio asistían
la luna completa y los otros meteoros convidados.
Propicio era y mágico el itinerario de su costumbre.
Miraba la puerta,
pero el resto del cuerpo permanecía en lo restado,
como alguien que comienza a hablar,
que vuelve a reírse, pero como se pasea entre la puerta
y lo otro restante,
parece que se ha ido, pero entonces vuelve.
Lo restante es Dios tal vez,
menos yo tal vez,
tal vez el raspado solar
y en él a horcajadas el yo tal vez.
A mi lado el otro cuerpo,
al respirar, mantenía la visión
pegada a la roca de la vaciedad esférica.
Se fue reduciendo
a un metal volante con los bordes
asaltados por la brevedad de las llamas,
a la evaporación de una pequeña
taza de café matinal,
a un cabello.