Un fragmento del libro de Fernando Mires "El Malestar en la Barbarie", Editorial Libros de la Araucaria, Buenos Aires 2005
Freud no
sería Freud si al tratar el tema de la agresión no hubiese hecho confluir
hacia El Malestar (en la cultura) el
mito de Edipo, o lo que es parecido, la explicación tópica del
"malestar". El complejo de Edipo tiene su expresión ontogenética en nuestra
individualidad, al ser negado el Padre como opositor al deseo (amenaza de
castración) y su posterior integración como moral en la cultura. Pero no es
tanto la expresión ontogenética la que acentúa Freud en El Malestar, sino la filogenética, que es el origen del
complejo de Edipo en la historia universal, tratada antropológicamente en su Totem y Tabú (1913) que también confluye
en ese delta que es El Malestar.
El argumento central de Tótem y Tabú es simple, pero siempre impactante.
En la primitivez de la historia, el macho mayor
dominaba sobre la horda, apropiándose de todas las hembras (la primera
propiedad privada de la historia universal). Los hijos del gran macho se
confabularon un día en contra del Padre y lo asesinaron. Después lo comieron, a
fin de interiorizar el poder del Padre (introyección). Esa fue la primera
revolución de la historia. Después del asesinato, sobrevino un período de
luchas fratricidas en cuyo curso cada hermano intentó ocupar el lugar dejado
por el Padre. Esas fueron las primeras guerras. Destruidos mutuamente,
comenzaron a añorar el antiguo orden representado por el Padre asesinado y,
"frente al cadáver de la persona amada" nacieron, como hijos del
crimen, el arrepentimiento y la Moral . La memoria del Padre fue idealizada en
el recuerdo colectivo. Entonces nació Dios Padre. En nombre de Dios decidieron
terminar las guerras y distribuirse el poder. Había surgido el principio de la
Política. Para eliminar las causas de la guerra fue erigida la prohibición del
incesto o posesión de las mujeres dentro del propio clan. Así nació la Ley.
En el cristianismo, especialmente en su forma
católica, encuentra Freud huellas indelebles de ese principio histórico. El
regreso del Hijo que muere en nombre del Padre, traslada la agresión cometida
contra el Padre, en contra del Hijo, quien limpia con su sacrificio personal -
principio masoquista de todas las religiones - la Culpa originaria, obteniendo
el perdón de los pecados mediante la crucifixión, teniendo lugar así la
reconciliación entre el Padre y el Hijo. "Esa es la diferencia entre
ustedes y nosotros" - me decía un amigo judío aludiendo a la tradición
católica de donde vengo - "ustedes ya pagaron la culpa; y nosotros somos
todavía "culpables"". Incluso algunos ritos eucarísticos
recuerdan pálidamente la verdadera historia. En el acto de comulgar, la hostia
representa "el cuerpo" del Señor, reflejo simbólico de lo que fue una
vez la comida totémica. El vino de la misa es "la sangre" de Cristo
(....).
La primera revolución de la historia fue como
todas las revoluciones que le siguieron, realizada en contra del Poder y la
Injusticia representada en el Padre (no había Estado). Pero en esa afirmación
tan simple, hay algo inquietante: y es que los hermanos que mataron y comieron
al Padre, antes de matarlo tienen que haber "sabido" que ese orden
que el Padre representaba no era justo. Vale decir que las primeras nociones
morales no sólo son consecuencia del crimen, como apunta Freud, sino quizás le
anteceden y en cierto modo lo condicionan. Si uno analiza los crímenes
colectivos que aparecen en el menú de matanzas que nos sirve todos los días la
TV, podemos ver que muchos son cometidos en nombre de profundas razones
"morales". ¿Cómo alguien tan perspicaz como Freud pudo haber pasado por
alto ese detalle? - me he preguntado siempre -. No sólo porque en su tiempo no
había sido inventada la TV, seguramente. Tiene que haber otra razón.
La razón es quizás que cada uno, Freud también, ve
lo que más le interesa ver. Y Freud estaba antes que nada interesado en probar
antropológicamente la génesis colectiva del complejo de Edipo. El era
consecuente con el objetivo de su viaje teórico y no se detenía demasiado a
observar las laderas del camino. Y por cierto; la muerte del Padre por los
hijos es lo más importante en el relato freudiano, hasta el punto que pasa por
alto el decisivo hecho de que la muerte del Padre puede ser, bajo determinadas
condiciones, el resultado de una moralidad pre-constituída, aunque sea precariamente.
Mas aún, hay en ese relato otro hecho que, a mi juicio, es tan importante como
la muerte del Padre, y este no es otro que la confabulación de los hermanos.
La muerte del Padre es un hecho colectivo,
realizado por una hermandad previamente conjurada. Con esa constatación deja
Freud una veta abierta que, a mi juicio, no ha sido explorada. Pues, si la
muerte ficticia del Padre en la familia es un acto individual, la muerte del
segundo Padre, el social, el cultural, el político, es un acto colectivo. En el
primer asesinato, su actor principal es el Yo. En el segundo, es el
"Nosotros", dimensión que casi nunca aparece presente en la sicología
freudiana, pese a que el Padre totémico fue asesinado por un
"Nosotros" y no por un "Yo". Ahora bien; lo importante de
esa reflexión es que ese "Nosotros" (o Edipo colectivo) no surge como
resultado de la muerte del Padre, sino que le antecede. Pues, estamos hablando
de una conjura, y sabemos lo que eso significa: Comunicación, discusión,
planeamiento, etc. Además ciertas estructuras organizativas mínimas y por
cierto, más de algún liderazgo, pues no me puedo imaginar que a todos los
hermanos se les ocurrió al mismo tiempo la fantástica idea de matar y comerse
al Padre.
Que el "Nosotros" sea un agente que
antecede al crimen significa, en pocas palabras, que la muerte del Padre está
precedida por ciertas estructuras culturales. Supone, por lo menos, la
existencia de una hermandad. Y ese hecho tan simple, significa que el
"Nosotros", en la formación de la personalidad, podría jugar un rol
tan importante como el Yo. La hipótesis de Freud relativa a que la cultura
surge como resultado del arrepentimiento frente al crimen queda así un tanto
debilitada, pues estamos viendo que también el crimen pudo haber surgido de o
en la cultura. Con esto se quiere decir que los hermanos no eran criminales por
naturaleza, sino que llegaron a serlo en el marco de un orden (pre)cultural.
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