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Desde su primera aparición, hace año y medio, el cáncer presidencial no ha sido excepción y ha capturado los focos del interés nacional. Chávez puede hacer una cadena-episodio de TV y ser interrumpido por una enfermera: se toma sus pastillas, una a una, ante todo el país, y hace alarde de su disciplina como paciente. En otra cadena-episodio aparece con el pelo rapado al cero, anticipándose a los efectos de la quimioterapia. Adicionalmente, la ostentosa publicidad oficial se regodea en la enfermedad, plena de testimoniales en los que el amoroso pueblo anima la salud presidencial. Leer