Fernando Mires - VOTAR




Publicado por primera vez el día 15 de Septiembre de 2006 en la revista Analítica

Votar es elegir. Entre el uno y el otro. O entre lo uno y lo otro. 


Elegir es vivir, pues sin elegir entre esto o aquello no hay vida. Por eso, cada vez que hay votación, y tengo derecho a votar, voto. Porque el voto es el acta notarial que subscribe que yo, en la ciudad donde voto, soy algo más que nadie. La cruz, no la religiosa, sino la del voto, certifica, por lo menos ante mí, que tengo un derecho, y es mi derecho, y porque es un derecho, es un deber, y ese es mi voto. Mi voto: mi voto es mi carta de amor a la ciudad donde vivo.

Amo al voto desde cuando una vez me lo quitaron. Desde entonces, decidí votar siempre, donde pudiera, y aunque perdiera, y casi siempre he perdido, pero al fin, siempre, aunque pierdo, algo he ganado: Gano mi derecho a elegir a quien debo pagar una parte de mis ingresos para que me represente en el gobierno; pues -quizás porque yo no tengo condiciones, o aptitudes, o tiempo, para representarme a mí mismo, o simplemente, porque no soy político profesional-  debo pagar, con una parte de mis impuestos, a alguien para que gobierne.

Pago al médico para que cuide de mi salud. pago al contador que hace mi declaración de impuestos, pago a un pintor para que pinte mi casa. Con mi voto elijo a quien debo pagar para que me represente, hacia dentro y hacia fuera de la nación. Le pago, en fin, a alguien para que haga bien un trabajo que yo no puedo, no quiero, o quizás, no debo hacer.

Voto, luego, existo. Esa decisión marcada en un simple papel, es también el resultado de mi propia biografía. Pues, en virtud de lo que uno es, o ha llegado a ser, elige. 

Ese alguien, por el que voto, debe reunir, por supuesto, ciertas condiciones. En primer lugar ha de ser un político. Porque el poder es político. Eso quiere decir: puede ser un ex-militar pero no debe ni puede ser un milita de oficio, ni tampoco nadie involucrado con organizaciones militares, ni mucho menos militaristas. Debo dejar muy en claro, en este punto, no tener nada en contra de los militares. Pero su tarea no es gobernar sino cuidar la soberanía nacional. Los militares están encargados de cuidar los límites geográficos de cada nación. Pero no  de cuidar los límites políticos. Esa es tarea del gobernante político. Cuidar llímites políticos es muy distinto a cuidar llímites ideológicos. 

No hay nada más antipolítico que las ideologías, pues la política vive de la realidad, tal cual ella se presenta. Las ideologías, en cambio, están hechas para controlar la realidad. Cada ideología vive de los sistemas abstractos que ella misma inventa. Un buen gobernante, eso lo dijo una vez Max Weber, es aquel que es capaz de tomar decisiones, aún en contra de sus ideologías, pues el no sólo ha de gobernar a sus partidarios, sino a toda la nación.

Ese alguien por quien voto, ha de ser, si no humilde, por lo menos no un exhibicionista. Nunca votaré por alguien que piense que es el rey del mambo, ni mucho menor por un reformador del mundo. A quien he de elegir, ha de ser político, y político tiene que ver con la polis, y la polis de hoy no es otra cosa sino la nación bien constituida. El gobierno es para los gobernados, no para los gobernantes.

Ese alguien por quien voto ha de ser democrático. Fuera de la democracia, otra forma mejor de gobierno aún no tenemos, los humanos. Y debe ser democrático, no sólo hacia dentro de la nación, sino sobre todo, hacia fuera. Jamás votaría por alguien que concierta hermandades con los gobiernos más represivos y monstruosos de la tierra.

¿Y si te roban el voto? –me dirás-.¿No el derecho a voto sino el mismo voto? ¿Valdrá la pena entonces votar? Sí; aún así vale la pena votar. Porque el que roba tu voto, no tú, será el ladrón. Si no votas, nadie te robará el voto, y luego no habrá ningún ladrón. Pero si tú votas, tú habrás cumplido tu tarea: la que te corresponde como ciudadan@. 

Tú pagas tus impuestos, aunque sabes que serán dilapidados. ¿Por qué no votar entonces aún sabiendo que tu voto será robado? Lo importante es cumplir con el deber que a cada uno le corresponde. El que te robó el voto sabrá por lo menos frente al espejo de sí mismo (y todos lo llevamos, algunos muy adentro) que es un ladrón. Haz entonces con tu voto que el ladrón se sienta un ladrón y no un triunfador..

Podrá mandar el ladrón, pero nunca gobernar. Y entre mandar y gobernar, hay mundos de distancias.