Fernando Mires, UN DÍA EN LA VIDA POLÍTICA DE EUROPA


 
Fue una verdadera fiesta electoral la que vivió Europa ese domingo 6 de Mayo de 2012. Y no sólo por los comicios de Francia, el nuevo “Mayo francés”, según algunos periodistas con adicciones sensacionalistas.
La derrota de Nicolás Sarkozy y el triunfo de François Hollande eran hechos predecibles. La razón es que no todos quienes votaron por Marine Le Pen son fascistas. En la votación alcanzada en la primera vuelta por la xenófoba candidata hay un porcentaje de “votación rabiosa”, vale decir, la de aquellos que hacen valer su protesta no sólo en contra de un gobierno, sino de la política en general. Una parte de esa rabia debía necesariamente volcarse a favor de Hollande.
Hay que agregar, además, una tendencia que en Europa está a punto de convertirse en predominante: en tiempos de profundas crisis, gana la oposición, sea de derecha o de izquierda.
El socialista Hollande ganó las elecciones por los mismos motivos por los cuales ganó Rajoy en España. Ambos catalizaron la esperanza de un “nuevo comienzo”, uno que nadie sabe como puede ser. De ahí que no hay que ser brujo para pronosticar que en poco tiempo sucederá a Hollande lo que hoy sucede a Rajoy: muchos de sus entusiastas electores le volverán las espaldas.
Quizás sabiendo lo que le espera, Hollande, al igual que Rajoy, se cuidó de hacer grandes promesas, lo que para un socialista francés no es tan obvio. Algunos menos ahorros, eso y no mucho más fue lo que ofreció Hollande. Si así se quiere, se trata de la misma política económica de Sarkozy, pero en formato más amable.
En política internacional Hollande continuará su alianza con Alemania, la misma que en el pasado cultivó Mitterand con Kohl, Chirac con Schröder, y Sarkozy con Merkel. No hay, por lo demás, ninguna razón para que ella cambie. De ahí que la rebelión francesa en contra del “merkelismo” es una simple invención mediática. Francia –eso hay que destacarlo- no es (todavía) Grecia.
Pero Grecia sí es Grecia. Las elecciones legislativas demostraron que el paso de la crisis económica a la crisis política ya ha sido dado en el país donde fue inventada la democracia. Por un lado, los extremos de izquierda y derecha capitalizaron la “votación rabiosa”. Por otro, los socio-populistas del PASOK experimentaron una debacle aún más desastrosa que la de los socialistas españoles (13,4%) arrastrando en su caída a sus rivales, los conservadores de “Nueva “Democracia” (18,5%) quienes no encuentran condiciones para formar una coalición gubernamental sin prescindir de los extremos.
Uno de esos extremos es políticamente descartable en cualquiera democracia. “Aurora Dorada” (6,97%) es un partido definitivamente racista y ciertos candidatos que llegaron a proponer minar costas y límites para que no entren más extranjeros, son criminales cuyo lugar es la cárcel y no un parlamento.
No ocurre lo mismo en el otro extremo representado por la Izquierda Radical (16,76%), organización que si alguna vez osa entrar en la política real, podría ser heredera histórica del PASOK. Pero para que ello suceda debe aceptar la posibilidad de coalicionar con algún otro partido. Eso significaría echar por la borda su propia identidad “anti-sistema” defendida por el intransigente Alexis Tsipras quien entre otras excentricidades ha inventado la tesis de una revolución nacional en contra de Ángela Merkel. Eso quiere decir que, por el momento, la continuidad de la política griega está en manos de políticos sin dotes mediadoras y sin casi ninguna capacidad de compromiso. 
Ese mismo domingo, precisamente en el país de “la enemiga Merkel”, unas elecciones que podrían ser decisivas para Europa -las que tuvieron lugar en el estado alemán de Schleswig Holstein- pasaron casi inadvertidas en muchos países europeos. No así en Alemania, entre otras razones porque las tendencias políticas de Schleswig Holstein son generalmente coincidentes con las que cristalizan a escala nacional. Ahora bien, los resultados fueron esta vez muy decidores.
La Democracia Cristiana (30,8%) aún siendo partido mayoritario, perdió frente al matrimonio formado por la Socialdemocracia (30,4%) y los Verdes (13,2%), demostrando una vez más que los éxitos económicos no se traducen de modo automático en la política, entre otras cosas porque gerenciar una nación –es lo que hace, y muy bien, Ángela Merkel- no es igual a liderar un país. En breve, las posibilidades para que la coalición roja/verde retorne al gobierno, no están del todo descartadas.
No obstante, el hecho más importante de Schleswig Holstein fue la votación obtenida por el nuevo partido, los Piratas (8,2%)
Lo que más sorprende es que los Piratas son un partido sin ningún programa. Esa es la razón que obliga a pensar que los Piratas no ganan por su política –que nadie conoce- ni por el carisma de sus jóvenes candidatos -que no lo tienen- sino simplemente porque están llenando un hueco. Eso quiere decir que los Piratas son una especie de “partido parche” pues tapan el vacío de representación que en otros países es ocupado por “rabiosos” e “indignados”. Si es así, podríamos decir que los Piratas son la última invención de la tecnología política alemana.
Por último, ese mismo día domingo tuvo lugar otro hecho muy importante. Vladimir Putin asumió en Rusia un gobierno que de facto ya controlaba. Mas, en lugar de ser aclamado, las calles de Moscú se llenaron de multitudes protestando en contra del futuro y casi eterno mandatario.
Putin controla el poder, pero ese poder ha perdido su legitimidad originaria. Eso significa, según algunos analistas, que un Putin debilitado internamente no estará en condiciones de continuar sus aventuras internacionales, entre las que se cuenta su apoyo incondicional a cualquiera autocracia que tenga una posición contraria a los EE UU. Pero eso está por verse. También podría ocurrir lo contrario. Nunca se sabe cuando los gobiernos poco democráticos –y el de Putin es uno de ellos- son más peligrosos: si cuando son fuertes o si cuando son débiles.
Podríamos así concluir afirmando que ese primaveral domingo 6 de Mayo trajo dos noticias: una buena y otra mala. La buena, es que la política europea, hasta hace poco tiempo en estado letárgico, está renaciendo. La mala, es que ese renacimiento ocurre como consecuencia de la más terrible crisis económica que ha padecido Europa desde los años treinta del pasado siglo, crisis que abrió el camino a los dos totalitarismos, el fascista y el comunista. Afortunadamente –dicen por ahí- la historia nunca se repite.