Los movimientos estudiantiles más importantes del siglo XXl han el sido el venezolano del 2007 y el chileno del 2011. Aparentemente se trata de dos movimientos diferentes. El primero surgido frente a un gobierno que amenaza la libertad de expresión. El segundo en contra de un gobierno de tendencias más empresariales que políticas. El primero en contra de un gobierno que no oculta sus intenciones de convertir a la universidad en aparato ideológico de Estado. El segundo en contra de un gobierno que intenta perpetuar una educación destinada al lucro.
Una mirada atenta permite, sin embargo, percibir dos similitudes. Por un lado, ambos movimientos emergieron en momentos caracterizados por una crisis de representación en las respectivas oposiciones políticas. Por otro, como un recambio generacional. Muchos líderes del 2007 ya actúan en Venezuela en los partidos opositores. A Camila Vallejo, Giorgio Jackson, Gabriel Boric y otros líderes chilenos, también les espera un futuro político.
Creo no equivocarme si afirmo que las dos características mencionadas pertenecen al inventario de la mayoría de los grandes movimientos estudiantiles aparecidos desde el legendario grito de Córdoba (1918). Tanto el MNR boliviano como el APRA peruano -para nombrar dos partidos míticos- emergieron desde filas estudiantiles. De la generación estudiantil de 1928 en Venezuela surgieron líderes como Rómulo Betancourt, Jovito Villalba y Raúl Leoni, entre otros. Lo mismo ocurrió con el 26 de Julio cubano, antes de que el propio Fidel Castro lo destruyera para crear un partido soviético.
Habiendo sido reconstituida la oposición bajo la coordinación electoral de la MUD, el movimiento estudiantil venezolano se ha retirado a defender sus recintos, sobre todo a la Universidad Central, muy amenazada por el régimen. La demoledora derrota experimentada nuevamente por los chavistas en las recientes elecciones de Diciembre del 2012 aumentará aún más las agresiones a que está sometida la UCV. Sólo un triunfo electoral de la democracia podrá salvar a la UCV; y eso lo sabe toda la comunidad universitaria venezolana.
Habiendo sido reconstituida la oposición bajo la coordinación electoral de la MUD, el movimiento estudiantil venezolano se ha retirado a defender sus recintos, sobre todo a la Universidad Central, muy amenazada por el régimen. La demoledora derrota experimentada nuevamente por los chavistas en las recientes elecciones de Diciembre del 2012 aumentará aún más las agresiones a que está sometida la UCV. Sólo un triunfo electoral de la democracia podrá salvar a la UCV; y eso lo sabe toda la comunidad universitaria venezolana.
El movimiento estudiantil chileno ofrece, por su cuenta, un interesante matiz adicional. No sólo desafía al gobierno, lo que es obvio; además se distancia de los partidos de la “izquierda histórica”. La ruptura generacional en Chile parece ser, entonces, más profunda de lo que era posible esperar. Hecho ratificado en las recientes elecciones de la FECH cuando Camila Vallejo, quien aparecía gracias a su inteligencia, talento y belleza como líder indiscutida, fue derrotada por la lista encabezada por el no menos carismático Gabriel Boric. Quedó así demostrado que Camila Vallejo no era líder gracias sino pese a su militancia en el Partido Comunista. Boric surge así como representante de una tercera ruptura estudiantil. La primera fue con el gobierno. La segunda con la Concertación. La tercera con el propio pasado de la izquierda chilena. La tercera ruptura no podía encabezarla Camila.
Naturalmente Boric es de izquierda, pero no de esa izquierda que hasta ahora conocemos. ¿Cuál es la nueva? Esa es la pregunta del millón de dólares. Pero que su lista lleve como título “creando izquierda” muestra “algo” no terminado; un gerundio que es –de eso estoy convencido- el tiempo verbal de la política.
La de Boric, en todo caso, no es la “ultraizquierda”, difamación que nos hace recordar tiempos terribles. Boric no llama a la lucha armada ni a la violencia. Eso no esteriliza al movimiento estudiantil de algunos desbordes, como los de los infaltables “encapuchados”. La universidad suele ofrecer escenarios para enloquecidos sin rostro. Incluso en Colombia hay estudiantes que apoyan a las FARC. Pero eso siempre ha sido así y con ello hay que contar. También en la Universidad Central de Venezuela.
No obstante, en la UCV el problema adquiere una dimensión hasta ahora desconocida.
Mientras en todos los países los “encapuchados” luchan en contra de sus gobiernos, los venezolanos son oficialistas. Tropa de choque armada con bombas lacrimógenas, pistolas y otros implementos de uso policial, siembran el terror impunemente. Sabiendo que nunca ganarán elecciones, los chavistas más rabiosos han decidido incendiar la universidad. Estamos, así, frente a un abierto y desatado caso de terrorismo de Estado. Esa violencia no tiene nada que ver con la tradición de las luchas estudiantiles. Violencia ha habido siempre; violencia estudiantil gobiernera, hasta ahora, nunca.
Una de las tareas más difíciles del próximo gobierno civil de Venezuela será la de desarmar a las siniestras tropas de choque del chavismo; estudiantiles o no.