Fernando Mires. Los dilemas del ecologismo político en América Latina. Hidroroaysén y el Tipnis





Las luchas ecológicas, así como todas las que se orientan a limitar la depredación de los entornos naturales del ser humano, son reacciones constitutivas a los procesos de modernización económica. Siguiendo esa premisa es posible observar que desde la propia era de la Independencia hay una larga historia de movimientos campesinos e indígenas los que contemplados en retrospectiva pueden ser considerados, aunque con ciertas reservas, como ecológicos o ecologistas.

1.
El problema de la ecología en América Latina ha sido en gran medida el problema de la tierra. Para explicar dicha afirmación es preciso considerar que desde el punto de vista de la historia económica del continente, sobresalen tres grandes periodos de modernización:
° El primario exportador basado en la tenencia latifundista de la tierra que primó durante todo el siglo XlX y comienzos del siglo XX
° El estatismo industrial (mal llamado de “substitución de importaciones”) que primó desde mediados hasta fines del siglo XX
° El actual, basado en una radical diversificación de las exportaciones (mal llamado “neoliberal”)
En los tres casos, los sectores amenazados han sido los mismos: los habitantes originarios de las tierras expropiadas en aras de proyectos meta-históricos de desarrollo. Es por eso que las revoluciones habidas en Latinoamérica han tenido -desde la de Tupac Amaru(1780), pasando por la mexicana (1910) la boliviana (1952), y por los dos primeros años de la cubana (1959-1961)- un marcado carácter agrario y/o indígena.
En lo que se refiere a la actual hegemonía del proyecto de diversificación de las exportaciones, cuyo pivote originario fue el Brasil de los generales, es importante destacar, además, que éste ha tenido como principal objetivo la integración plena de las economías latinoamericanas con el mercado mundial. Pero a diferencias del proyecto primario exportador basado en la propiedad latifundista, el de la diversificación de las exportaciones tiene sus puntales internos en una empresarización de la tierra basada en la parcelación de terrenos agrarios, en la utilización de tecnologías relativamente modernas, y en el apoyo del Estado, entidad encargada de la creación de infraestructuras (caminos, deforestaciones, y no por último, de fungir como contratista con megaproyectos externos como son las grandes represas, los tendidos eléctricos, las carreteras) Esa es quizás la razón por la cual las llamadas «reformas agrarias» del siglo XX han contado rara vez con el apoyo decidido de “indios” y campesinos pobres de la región. 
Quizás sobra decir que todos esos proyectos “modernos” pasan no sólo por una alteración radical de los sistemas de propiedad “indígena”, o simplemente campesina, sino además, por la destrucción de la propiedad comunitaria, y no por último, de los vínculos de tiempo y lugar contraídos por los habitantes de las zonas que han sido “puestas en valor”. No es errado afirmar entonces que el actual proyecto de la diversificación de exportaciones heredó la extrema dependencia externa del proyecto primario exportador y el estatismo autoritario y centralizador del proyecto industrial-estatista.
Ahora bien, si partimos de estas consideraciones muy generales podemos focalizar el sentido de los movimientos “ambientalistas” de nuestros días los que, comenzando con la rebelión de los pueblos amazónicos a fines del siglo XX, han continuado durante el siglo XXl manifestados en movimientos como las grandes demostraciones chilenas en contra del proyecto Hidroaysén (Mayo 2011) y en las movilizaciones de los indios bolivianos en contra de la construcción de la carretera del Tipnis (Agosto/Septiembre 2011)
2.
Las espectaculares movilizaciones chilenas en contra de Hidroaysén fueron llevadas a cabo con efecto retroactivo pues los planes, contratos y objetivos de ese proyecto datan desde los tiempos de la Concertación.
En cierto modo la revuelta popular chilena frente a la puesta en marcha de Hidroaysén, tuvo lugar en contra de la ideología de la Concertación pero bajo el gobierno del Presidente Piñera. Baste recordar que durante la era concertacionista dicha protesta fue muy reducida y limitada sólo a campesinos de la zona y a pequeños grupos ecologistas sin gravitaciones nacionales.
La “izquierda” chilena, así como la de otros países de la región, es esencialmente urbana, modernizante y desarrollista y, por lo mismo, nunca ha tomado en serio la dimensión ecológica de la política. En ese punto marcha junto con la derecha económica. O dicho de modo más duro: la destrucción del medio ambiente –consustancial al proyecto diversificador- formaba parte en Chile del “pacto político” post-pinochetista. Pertenece, como dicen los ecologistas chilenos, al “modelo”. De ahí que cuando estalló el tema de Hidroaysén muchos nos hicimos la pregunta si estábamos presenciando el nacimiento de un poderoso movimiento ecologista al estilo de lo que fueron los “Verdes” en Francia o Alemania, o simplemente se trataba de una nueva forma descubierta por la oposición -concertacionista o no- para levantar una movilización de masas en contra del gobierno de la derecha. Al autor de estas líneas, por ejemplo, no dejaba de llamar la atención el hecho de que algunos personeros de la izquierda chilena que ni siquiera se han preocupado por cuidar el jardín de su casa, aparecieran de pronto como fundamentalistas ecólogos. Quizás fue esa una de las razones por las cuales las luchas de Hidroaysén no terminaron cuando el gobierno echó pie atrás –en verdad, el proyecto, aunque postergado se mantiene- sino cuando surgió otra movilización antigubernamental aún más poderosa como fue y es la de los estudiantes.
En el ritmo de la nueva ola movimientista cabía esperar que el ambientalismo chileno seguiría creciendo de modo paralelo a las manifestaciones de los estudiantes. Mas, como sabemos, no ocurrió así. Por el contrario, se diluyó al interior del movimiento estudiantil. Es decir, los síntomas que muestran como el ecologismo chileno no ha alcanzado una dimensión política son más que suficientes para afirmar que éste se encuentra parcialmente subordinado a las organizaciones partidarias de la llamada oposición.
En primera línea, no pocos ecologistas chilenos son en primera línea "izquierdistas" y sólo en una muy distante segunda línea, ambientalista. Esa es la razón, por la cual la solidaridad de los “ambientalistas” chilenos con las movilizaciones de los pueblos bolivianos en contra de la anti ecológica y anti indígena construcción de la carretera del Tipnis, ha sido tan escasa. Con ello sólo han demostrado como sus vinculaciones ideológicas con esa “izquierda” que según ellos representa el gobierno de Morales son mucho más fuertes que las que los une con el destino de los mojeños, los churacanes y los chimanes u otros pueblos sometidos en el hermano país.
En fin, una parte del ecologismo chileno no pasa de ser una dependencia de la oposición partidariamente constituida, carece (por ahora) de independencia política y, por lo mismo, de credibilidad internacional. No así en Bolivia.
3.
La brutal represión a que fueron sometidos los indios y campesinos del Pitnis durante la marcha del 26.09. 2011. marca sin lugar a dudas un punto de inflexión en la historia del gobierno de Evo Morales. Inflexión que a la vez señaliza una profunda ruptura interna a la que ese maestro en materia de eufemismos –el vicepresidente Alvaro García Linera– llama “bloque indígena- plebeyo”, bloque que según la fantasía ideológica de García Linera está llamado a hacerse del poder total en Bolivia (Tesis del “Estado integral”). Sin embargo, la realidad boliviana es menos ideológica que García Linera.
La verdad es que el bloque social articulado en torno a Morales estaba desde un comienzo trizado por una profunda contradicción. Por un lado la alianza entre las elites desarrollistas y modernistas con el sindicalismo obrero boliviano representadas en el MAS. Por otro, los sectores agrarios (indígenas y/o campesinos) proclives a una economía de tipo comunitaria, anti-industrialistas por convicción y víctimas históricas de diversos procesos de modernización forzada practicadas tanto por los gobiernos del MNR como por los militares bolivianos. En ese sentido –yo sé que eso no va a gustar oír a muchos “izquierdistas”- el MAS es el heredero histórico del MNR.
En efecto; el gobierno de Evo Morales no sólo marca un punto de ruptura en la historia boliviana. Además se inserta en la continuidad histórica del país. Esa continuidad está asegurada por el MAS.
Al igual que el antiguo MNR, el MAS rinde culto a la personalidad de un líder carismático. Ayer fue Paz Estensoro; hoy es Evo Morales. Al igual que en el MNR, dentro del MAS los sindicatos de trabajadores de las empresas estatales juegan un papel preponderante. Ayer fueron los mineros; hoy los cocaleros. Y al igual que el MNR, el MAS proclama un indigenismo mitológico imposible de ser traducido a la práctica política.
El populismo “pachamamo” de Evo Morales logró mantener durante un tiempo la adhesión de las comunidades indígenas, adhesión que en el curso del tiempo ha sido muy deteriorada. Por esas razones es posible afirmar que después de las brutales represiones del Tipnis ha tenido lugar una fractura, si no irreversible, por lo menos muy profunda en la vida política boliviana. En cualquier caso, para muchos campesinos e indios debe haber quedado claro que de ahora en adelante sus reivindicaciones sólo pueden ser alcanzadas manteniendo independencia política respecto a los gobiernos. Eso no impedirá que en el futuro sigan estableciendo alianzas con el gobierno de Morales o con cualquier otro. Pero seguramente ya han aprendido que las alianzas no deben ser eternas ni incondicionales. Y que si lo son, ya no son alianzas políticas.
4.
Acontecimientos como los de Hidroaysén y los del Tipnis, con todas sus diferencias y semejanzas, han puesto sobre el tapete de la discusión el tema de la contradicción entre los intereses generales y los intereses particulares dentro de un espacio nacional. La tendencia jurídica dominante tiende a inclinarse, en la mayoría de los casos, a favor de los intereses generales. No obstante es necesario llamar la atención sobre diferentes  problemas. Primero, ¿quién determina cuando un interés es general o no? Segundo, ¿quién representa a los intereses generales? Tercero, ¿no son acaso los intereses generales una suma de múltiples intereses particulares? Cuarto ¿o vamos a aceptar que los intereses generales son sólo los del Estado, o lo que es peor, los que representa un gobierno de turno? Quinto, ¿son los intereses de los indios, en un país predominantemente indio como Bolivia, intereses particulares? Sexto, ¿son los intereses de las empresas brasileñas que operan en el Tipnis, intereses generales?
Los temas mencionados no pueden ser discutidos de modo abstracto. Cada confrontación real o supuesta entre intereses generales e intereses particulares debe ser atendida de acuerdo a las condiciones de tiempo y lugar que priman en cada nación. No obstante, algo es claro: Los seres humanos no somos como la “mala hierba” que puede ser arrancada de acuerdo a los intereses ocasionales de un determinado jardinero (gobierno). Nadie debe ser jamás desterrado de su entorno ambiental a menos de que esa sea su manifiesta y expresa voluntad. El entorno, sea una casa, un pueblo o una nación, es la condición mínima que necesitamos para ser como somos.


TEXTOS DE ENLACE

Fernando Mires: CHILE: EL REGRESO DEL ECOLOGISMO POLÍTICO

Fernando Mires: LA RAZÓN ECOLÓGICA

Fernando Mires: HIDROAYSÉN: ¿un síndrome político chileno?

Fernando Mires: un debate muy importante