Fernando Mires: EL MAYO ESPAÑOL




Un joven exhibe un cartel contra la clase política


Empezaron a llegar como siempre a La Puerta del Sol pero quizás ellos mismos no sabían por qué esta vez llegaron más que antes. De pronto surgió una voz débil de protesta que alguien coreó algo más fuerte. La voz fue repetida desde la otra esquina por un coro más nutrido. Era divertido sentir como las voces se repartían a lo largo y ancho del lugar, joder. Llamaron a sus amigos y los amigos a sus amigos, que la movida está muy buena: “hay marcha”. A los policías no les pareció bien tanto gentío, tanto griterío y quisieron hacerlos callar. Que más esperaban los chavales: la protesta comenzó a tomar forma, los gritos se hicieron consignas, de las consignas nació el ingenio y del ingenio, las rimas, el clamor, la muchedumbre, en fin: el movimiento 15 de mayo.
El 15-M con sus miniorganizaciones, minicomités, concejos y concejillos, en fin, lo que los sociólogos llaman “articulación orgánica de las demandas públicas” hizo su entrada en la escena, madrileña primero, española después. Por supuesto, muy pronto llegaron los fotógrafos y los periodistas, y los directores de periódicos y canales televisivos llamaron a especialistas, psicólogos sociales, sociólogos al por mayor, para que les explicaran en tres frases el “ nuevo fenómeno”.  
Los especialistas, qué le vamos a hacer, son seres programados. Por lo común manejan tres o cuatro esquemas que aplican a cada situación. A los sociólogos lo primero que se les ocurrió decir fue que el movimiento era una protesta masiva de los sin-trabajo frente al elevado paro que existe en la nación. La construcción parecía lógica y fue bien recibida por quienes piensan de acuerdo a modelos deterministas. El problema es que la mayoría de los manifestantes no eran “sin trabajo”. Tampoco nadie podía explicar por qué en otras naciones europeas donde la desocupación laboral también es altísima no ocurren protestas similares.
De modo que los periodistas decidieron interrogar a los psicólogos. La respuesta tampoco fue demasiado original. Como la mayoría de los contestarios son gente joven no se les ocurrió otra cosa que afirmar que se trata de un movimiento generacional, algo así como un Edipo colectivo frente al Estado castrador. Entonces los periodistas preguntaron a los historiadores, y éstos, no menos originales adujeron de que se trataba de un saldo de cuentas con el pasado franquista, válgame Dios. Los politólogos, a su vez, se dieron cuenta de que España se encuentra en vísperas de elecciones y afirmaron muy sueltos de cuerpo de que se trata de un movimiento anti-electoral
Los anticlericales sostienen que el movimiento se dirige en contra de la Iglesia y la educación privada. Los cristianos están convencidos de que los manifestantes buscan una espiritualidad que el laicismo radical no puede ofrecerles. Y las feministas -nunca faltan- sostienen que se trata de un movimiento definitivamente antipatriarcal.
Como los periodistas deben vender sus noticias no tardaron en presentar al M15 como “la nueva revolución española”. Por cierto, ni se preocuparon de averiguar contra quien se dirige esa revolución pues las revoluciones nunca ocurren porque sí. No puede ser en contra de la democracia porque nunca una revolución a menos que sea fascista se dirige en contra de la democracia. ¿Contra el sistema económico entonces? La verdad es que si los manifestantes así lo hubieran querido les habría bastado matricularse en “Attac” cuyos menopaúsicos intelectuales escriben toneladas en contra de la globalización, el neoliberalismo, y de quien los parió: el imperio capitalista mundial.
En cualquier caso, había que vender la noticia como algo sensacional. Fue así que a más de algún irresponsable se le ocurrió escribir que la “revolución árabe” estaba llegando a Occidente. Incluso Fidel Castro, desde sus penumbras mentales se permitió una ironía preguntando si la NATO iba a bombardear España. El pésimo chiste delata por supuesto la mentalidad de los dictadores para quienes España es lo mismo que Libia y Zapatero idéntico a Gadaffi.
Los dirigentes políticos decidieron entonces que los manifestantes protestaban en contra del adversario. Los del PP dijeron que la protesta es en contra del gobierno y los del PSOE que es en contra de las propuestas del PP. Pero cuando se dieron cuenta de que era en contra de ambos, solo atinaron a decir que “esos muchachos no saben por qué protestan”. Fue esa la razón por la cual los periodistas decidieron al fin preguntar a la misma gente acerca de las razones de su movimiento. Ahí ocurrió algo parecido. Parece que cada manifestante tenía una razón distinta para protestar: desde la mala economía, pasando por la destrucción ecológica hasta llegar a que mi-mami-no-me-ama. ¿Cómo no se le ha ocurrido a nadie pensar que ese movimiento, como todo verdadero movimiento social no tiene una sola causa sino que más bien se trata de una multiplicidad de motivos que se cruzan de un modo intermitente entre sí?
Contemplando las imágenes que provienen de la Puerta del Sol he comprendido mejor la provocadora afirmación de Hannah Arendt cuando dijo “las causas no existen” . Para entender en su exacto sentido esa frase hay que tener en cuenta de que casi toda la obra de Arendt es una protesta frente a la supuesta cienticificidad de lo social, sobre todo frente al ideal positivista (y por lo mismo, marxista) orientado a encontrar una relación causa- efecto, ideal que supone que existe un cuerpo orgánico llamado “sociedad”, objeto del deseo de tantos cientistas sociales.
De acuerdo a la filosofía política de Hannah Arendt, los acontecimientos, justamente porque lo son, es decir, al ser nuevos, no siguen las pautas de ningún proceso evolutivo exterior a ellos. Ninguna causa determina ningún acontecimiento pero –así es posible interpretar la tesis arendtiana- los acontecimientos producen sus propias causas las que no son externas al acontecimiento pues existen en el desenlace del acontecer. Para poner un ejemplo: así como nadie ha podido encontrar “la causa” de los movimientos sesentistas europeos, ni nadie puede decir por qué de pronto los movimientos anticomunistas lograron desactivar el poder de las “nomenklaturas” de Europa Central y del Este, o por qué hoy los movimientos árabes irrumpieron al unísono, desafiando a las más tenebrosas dictaduras, tampoco existe la “causa externa” que nos permita aclarar de una vez por todas la “naturaleza social” del Mayo español.
En cierto modo, y parodiando el título del legendario film de James Dean, dichas manifestaciones han sido impulsadas por “rebeldes sin causa”. Pero cuidado: sin causa no quiere decir “sin razones”. Y razones para protestar tienen los manifestantes españoles muchas: muchísimas. Hay que escucharlos, nada más.
Son tantas las razones expuestas por los manifestantes españoles que al fin resulta absolutamente imposible no pensar que ellos, en su conjunto, expresan un profundo “malestar”. Un malestar que sin duda se dirige en contra de los representantes institucionales, culturales, religiosos y sobre todo, políticos del país. O como dijo un manifestante de modo muy explícito: “estamos cabreados”. 
Ese “estar cabreado” puede ser interpretado como un malestar con la política, pero en ningún caso en contra de la política. Los propios manifestantes ya se están definiendo no sólo como un movimiento social sino como uno político y, creo que por ahí va la cosa, ellos presionan por ser parte interna y no externa de la vida política nacional. Sienten, para decirlo de una vez, un malestar en contra de una política que no los toma en serio, que sólo los considera  como “masa electoral” movida para allá o para acá con slogans insulsos, aburridos y, sobre todo, antiquísimos.
Los manifestantes se definen como “ni-ni”. Quiere decir: ni con esos ni con estos. Pero cuidado: no se trata de esos “ni-ni” apáticos y antipolíticos que abundan en tantos países. Es, por el contrario, un “ni-ni” activo, vibrante e incluso militante. Sin intentar un juego de palabras es posible decir que el “niniísmo” español no es un nihilismo.
La política española como ya está ocurriendo en la mayoría de los países europeos es una política altamente ritualizada. Basta ver un programa de televisión para darse cuenta como las propuestas que ofrecen uno u otro bando son casi las mismas. Todos quieren ser los mejores europeos de Europa, aceptar todas las restricciones impuestas por un desarrollo económico continental y matices más o menos, todos tienen la misma política internacional: es decir, ninguna. En otras palabras, los políticos españoles están a punto de traspasar el patio que lleva desde la representación política a la formación de una verdadera “clase política”.
No será necesario recurrir a Max Weber para afirmar que los políticos no forman una clase de por sí. La política es una profesión tan digna o indigna como cualquiera otra. Mas, si en algún momento se desvinculan de sus representados, los políticos pueden llegar a formar efectivamente una “nueva clase”. Ahora bien, contra la formación de esa nueva clase existe en diversos países europeos, no solamente en España, un profundo malestar. Los ciudadanos europeos sienten que cada vez son menos tomados en cuenta. Saben por supuesto que viven al interior de democracias sólidas y no están bajo ningún motivo dispuestos a poner en riesgo sus instituciones. Pero también quieren saber que el voto de cada uno no es un acto ritualizado para dirimir lo único que parece estar en juego: la distribución clientelística de los cargos públicos entre los representantes de uno u otro partido. La política es mucho más que eso.
Movimientos políticos no alineados con los partidos tradicionales como el M15 son absolutamente necesarios para la revitalización de la política. En ese sentido parece ocurrir en la política lo mismo que con las religiones. Suele suceder que estas últimas caen, cada cierto tiempo, en el seguimiento de la simple letra mas no del espíritu del texto sagrado, o en el rito desprovisto de sentido. Entonces aparecen las herejías y los cismas. Los movimientos herejes y cismáticos conducen, por lo mismo, no a un debilitamiento sino a un fortalecimiento de la fe.
No se sabe si el M15 con sus herejías llevará a algún cisma político. Lo que sí se sabe es que con su sola presencia está haciendo vibrar a la política española como no había ocurrido desde hace mucho tiempo. Y eso sólo puede ser bueno para la política hispana; sobre todo si se tiene en cuenta que la política para que exista necesita mucho más de los disensos que de los consensos.
Tampoco puede saberse donde y cuando terminará la historia del M15. O si su ejemplo será transmitido a otros países europeos. ¿A Portugal? ¿A Grecia? A Italia, en cualquier caso, le llora un M15. Todo parece indicar, en fin, que la historia del Mayo español recién está comenzando y que en el futuro inmediato habrá que seguir escribiendo sobre el mismo tema. Aunque me duela el espinazo.