Fernando Mires - COLOMBIA: ¿UN PAIS TRI-VIDIDO?


Fue un tuiter de mi estimada amiga Magdalena Boersner cuyo TL siempre consulto debido a la pertinencia y agudeza de sus observaciones, la razón que me hizo pensar sobre un punto que –si consideramos su magnitud- merece atención. Me refiero al altísimo grado de abstención manifestado en el plebiscito convocado por el gobierno de Manuel Santos, el día 2-S.
Lo que escribió Magdalena fue algo así: “Colombia ha sido dividida no en dos sino en tres partes”. En sentido gramatical exacto, Colombia después del plebiscito aparece como un país tri-vidido
No es una observación banal. Pues un plebiscito o referendo no es cualquiera elección. Los plebiscitos son realizados, la más de las veces, para que la ciudadanía decida una disyuntiva existencial en la vida de una nación.
Los electores no eligen en un plebiscito a personas, ni ideologías, ni mucho menos a programas. Solamente optan entre dos palabras: Sí o No. En los plebiscitos, por lo mismo, no cuenta la pluralidad política. Por eso, si bien los plebiscitos no son la expresión más democrática de la política, son, al menos, su expresión más dramática.
La dramaturgia inscrita en la alternativa plebiscitaria hace que el grado de abstención sea mínima en cada referendo. Nada que ver con ese gigantesco, abrumador, aplastante 62,6% alcanzado en Colombia. Si no es un record plebiscitario, está cerca de serlo.
La verdad sea dicha, no encontraba una respuesta adecuada que me explicara con claridad la abstención colombiana. Quizás hay muchas respuestas, fue mi veredicto. Y actuando como los criminalistas cuando no encuentran al culpable, me dispuse a cerrar el caso. Mas, nuevamente un tuiter trajo luz a mi oscuridad. El tuiter venía esta vez de María de los Ángeles. Decía: ¿“Sábes? Yo voté por el Sí, pero cuando dieron a conocer el triunfo del NO, me alegré”.
María de los Ángeles es jurista. Pertenece a los segmentos más ilustrados de la cultura colombiana. Su actitud de votar por el Sí y después haberse alegrado por el triunfo del NO, reflejaba tal vez, si no la opinión, por lo menos el sentimiento de muchos intelectuales colombianos.
Leyendo las posiciones asumidas por escritores tan notables como Héctor Abad Faciolinci, Santiago Gamboa, Juan Gabriel Vásquez y otros, no es difícil advertir que todos optaban por el SÍ. Pero, como María de los Ángeles, algunos mostraban cierta comprensión por la posición del NO. El tenor predominante de sus discursos fue más o menos el siguiente: votamos por el SÍ porque es la alternativa a una cruenta guerra pero a la vez no nos gustan las concesiones hechas por el gobierno a las FARC. Los nombrados, personas muy inteligentes, entendían votar por el SÍ como un acto racional. Por eso creo que lamentando la derrota del SÍ, ninguno de ellos sintió deseos de suicidarse después del triunfo del NO.
Pensé entonces en mi propia posición. Ahí caí en cuenta que yo –alguien que escribe hasta sobre las luchas políticas en Marte (es un decir)- no había redactado ningún artículo sobre la Colombia plebiscitaria. Es decir, me abstuve de escribir, así como la mayoría de los colombianos se abstuvo de votar. Luego, a mi modo, yo también soy abstencionista.
Quiero decir: como tantos colombianos, yo, un no-colombiano, estaba dividido entre dos deseos: los que vienen de la mente y los que vienen del corazón. O en otro tono: entre el deseo de paz y el deseo de justicia. Una voz me decía: el SÍ puede asegurar la paz en un país ensangrentado. Pero otra respondía: ¿es justo que esos criminales reunidos en La Habana bajo el amparo de una de las más brutales dictaduras del planeta, no paguen un mínimo de sus culpas? Tal vez paralizado entre esos dos deseos antagónicos, el de la paz y el de la justicia, yo tampoco habría podido votar. ¿Quién sabe?
Siempre he condenado al abstencionismo. Hoy, por primera vez, no puedo hacerlo.