No
es la primera vez que acontecimientos ocurridos en un país latinoamericano
juegan un rol activo en la política de un país europeo. La revolución cubana
fue en los sesenta un símbolo de los movimientos estudiantiles. El golpe de
Estado en Chile levantó olas de solidaridad en los setenta. Los sandinistas
encandilaron el tercermundismo europeo en los ochenta.
No
debe extrañar entonces que la “revolución bolivariana” también tenga
repercusiones en Europa. Pero esta vez en sentido negativo. Pocas veces un
gobierno latinoamericano ha sido mirado con tantas desconfianza en Europa como
el de Maduro. Sin el propósito de comparar a Maduro con Pinochet –son fenómenos
muy distintos– lo cierto es que desde la época del dictador chileno ningún
gobierno latinoamericano ha provocado tanta aversión en la política europea
como el de Maduro.
A
diferencias del joven Fidel Castro quien supo llegar al corazón de las
socialdemocracias, a Maduro lo rehuyen como gato con tiña. Cierto, Pinochet
tenía a su Thatcher así como Maduro a su Putin. Pero las “amistades peligrosas”
en lugar de abrir puertas suelen provocar portazos.
Lo
dicho es importante: Pocas veces un gobierno latinoamericano ha tenido tanta
incidencia en un país europeo como Maduro en las elecciones comunales del 24.
05. 2015 en España.
Por
de pronto, Maduro se convirtió en el mejor colaborador del PP y de Rajoy.
Cuando
el tema de la corrupción arreciaba y el desprestigio del PP era enorme, Maduro
insultó al gobierno hispano acusándolo de conspiración y terrorismo. La
reacción de la opinión pública española no se hizo esperar. Una cosa es que la
oposición ataque a su gobierno y otra es que ese gobierno sea atacado por otro
gobierno. Rajoy, sin mover un dedo, logró que incluso sus contrarios lo
apoyaran frente a las agresiones de Maduro.
Aún
más agradecidos con Maduro deben estar los del PSOE. El desastre electoral que
se les avecinaba parecía imparable. Pero a última hora, gracias a Maduro, el
PSOE logró frenar la crisis. Más allá de que Felipe Gonzáles ha sido siempre un
político comprometido por los derechos humanos, Maduro le brindó la posibilidad
de matar a tres pájaros de un tiro.
Primero:
al asumir la defensa de Leopoldo López y Antonio Ledezma, González devolvió al
PSOE una parte de su identidad democrática perdida gracias a la complacencia de
la fracción Zapatero-Moratinos.
Segundo:
logró desplazar al PP y sobre todo a Aznar como actores principales en la lucha
por la democracia internacional.
Tercero:
logró descolocar a Podemos desatando una controversia interna entre “duros”,
cuyas filiaciones con el gobierno de Venezuela son evidentes, y “centristas”
que buscan una expansión de tipo socialdemócrata.
Naturalmente,
el rol de Maduro no fue determinante –elecciones comunales no pueden ser
ganadas con temas internacionales- pero sí, influyente. La crisis del PSOE es
estructural y el espacio que ha encontrado Podemos para transitar es muy
grande. Podemos obtuvo una alta votación, pero no fue apoteósica como podría haber sido si el “factor
Maduro” no hubiera intervenido en su contra.
No
se sabe bien si son solo los cubanos quienes aconsejan a Maduro. Lo que sí se
sabe es que su gobierno pasará a la historia como uno de los que más esfuerzos
ha hecho para trabajar en contra de sí mismo.