Osvaldo Monsalve, Oda Saturnina
MÁS ALLÁ
Yo estaba predicando en los jardines de piedra
de la cárcel estatal
“Donde me trajeron o me llevaron los que viven
fuera de la caverna oscura de Platón”
Hasta que – era hora de visitas - apareciste
Tú, con tu vestido transparente del verano
El mismo de tu juventud, el que llevabas
En el más acá
Traías una botella de vino tinto acunada en tus brazos
Como si fuera el bebé de Rosemarie
Y me la diste, triste
Con un gesto hecho de relámpago y azúcar
Haciendo una leve inclinación suiza con tus tobillos
A punto de ser quebrados por el brillo del aire
era un vino argentino, agrio, de rojo mendoza,
cavernet, chirac, no sé, y yo continué mi prédica,
rodeado de maleantes, incrédulos, ateos y mendigos
hasta que me di cuenta: estaba rezando el madre nuestra
Con la botella en las manos
Agarrado a su cisne cuello negro
Como quien sostiene un hilo de fuego
Tan cerca del abismo, pero en el más acá
Tu me miraste, reíste. Estabas linda como el sol
Yo analizo siempre los sueños de los demás
Los míos, nunca: Nunca, jamás
LA ROCA
La Reina estaba sentada, no en su trono, en una silla
de ruedas miraba a través de la ventana
sus ojos de agua fueron los mas lindos del lugar
azules como el mar cuando el mar era azul
te acuerdas hermano que tiempos aquellos se agrupaban
todos para verla bailar no era la rubia mireya
y bailaba muy mal pero sus ojos venían del mar.
Dije adiós a La Reina y a su vacío tan lleno de vacío
Y me fui despacito y silbando por la orilla del mar:
había espuma, había ola, había también una roca
cagada por gaviotas, meada por perros y borrachos
Azotada por las olas
Entonces fue cuando hablé a Dios
mire usted Señor,
cuando yo nazca de nuevo
suponiendo que eso no ha ocurrido todavía
haga usted el favor de no hacerme humano
haga de mí plis una roca grande y dura
llena de riscos y hendiduras
haga de mí una roca fuerte donde reviente el mar
hasta que el mar lleno de furia, sangre con su sangre
Una roca que resista el paso y el peso de los tiempos
haga por favor de mí una roca llena de cangrejos
almejas erizos y cholgas y todo lo que a Usted se le ocurra
Una roca que no se mueva que no tema a ninguna ola
Una roca tozuda frente al mar que todo se lo lleva
Una roca que no piense y por lo mismo no recuerde nada
Ni a nadie, ni siquiera a Usted, Señor.
Una roca nada más que una roca.
Creo haber sido lo suficientemente claro.
LA MONEDA Y EL SIGNO
En una cosa yo podría estar de acuerdo, Borges
todo lo ido retoma su río, el de su heráclito
Pero el Signo de la moneda perdida bajo las dunas de un desierto
fue el mismo por el cual murieron de sed furiosas legiones
de combatientes asirios, o quizás solo fueron caldeos
Sin dejar siquiera un recuerdo. O un verso tallado
en piedra o una huella borrada por el viento
creyeron hallarla dicen, siglos después en la biblioteca
de un anciano ciego en una casa abandonada
en esa calle perdida en una noche de Buenos Aires
cuando a lo lejos pueden escucharse, así fuera certeza irrefutable,
aullidos de perros aún no decapitados por los torvos
presidarios europeos que cuelgan desde
los mástiles de sus barcos
Demasiado tarde
de la moneda había sido borrado con alevosía el Signo.
Si fueron los siglos, los tiempos o los vientos, nadie lo supo
la moneda ya no era más que una moneda,
no valió la pena al fin y al cabo tanto esfuerzo.
No necesitará entonces convencerme Borges
si el mensajero asesinado por la espalda
en un callejón de Nipur
era usted mismo sangrando en la pampa
por un falso orgullo,
por una bandera rasgada
por una traicionera mujer
o por cualquiera otra cosa.
Lo que vuelve, si me perdona usted,
no solo ha sido ni solo será lo que fue, ni piedra ni metal.
El problema es otro: usted nunca ha dejado de estar aquí
no estoy hablando desde su tiempo, entienda Borges,
aunque parezca afrenta, podría ser el tiempo de Dios
Puede que ese sea, pudo haber dicho
El poeta adivino ciego de nuestro tiempo.
Puede ser también que ese hubiera sido el Signo,
De la moneda perdida en el desierto.
El mismo por el cual murieron de modo tan cruel todos
Los que intentaron conocer el origen de sus enigmas.
LA TORRE
Ya ni sé cuantos son los años,
hace tiempo que me encerraron en esta torre,
ni me acuerdo de la razón,
si fue por el reloj de oro que nunca robé
o por una de las tantas revoluciones
venidas del Oriente
O simplemente porque me confundieron con otro
¿Cómo voy a saberlo yo si hasta olvidar se me olvidó?
Hoy no hay más desobediencia ni rebelión
La linterna que robé esa vez al guardia
- el mismo que todavía yace acuchillado
debajo de las baldosas de mi celda -
solo sirve para facilitar desde mi ventana
la ruta de los murciélagos, cada noche.
No, no necesito aquí televisores ni computadores,
las historias me las cuento a mí mismo,
la más cierta, ¿no la conoces?
Razón de más para que te pregunte ahora
¿Por qué has venido a golpear tan tarde
la puerta de mi celda?
¿A qué has venido si yo nunca te he llamado?
Y sobre todo ¿qué haces tú, ahí parada,
llorando a mares con todos tus mocos colgando
como si yo fuera la tumba de mi tumba
encerrado en esta torre a la que tú misma me llevaste?