Alain Frachon - UCRANIA; LA TERRITORIALIDAD NO ES LO MÁS IMPORTANTE


“En el conflicto entre Rusia y Ucrania la cuestión territorial es importante, por supuesto, pero no tanto como parece”

Publicado en Le Monde el 12 de junio de 2025


Vladimir Putin ya ha matado o mutilado a cientos de miles de rusos y ucranianos. El Presidente de la Federación de Rusia dejará esta huella en la historia: la de patrocinador de una “guerra de elección”. En el contexto de la agresión que lleva más de tres años, la misma pregunta, nunca bien formulada, nunca realmente aclarada, gira a lo largo de las batallas en el Donbass: ¿por qué esta matanza? Esta es una pregunta clave para entender la dificultad de esbozar una posible negociación.

De regreso a la Casa Blanca, Donald Trump, más soberbio que nunca, pensó que “veinticuatro horas” le bastarían para “resolver el problema”. Era un asunto de tierras y, en este asunto, el “rey de la negociación” sabía cómo manejarlo. Tenía una trayectoria comprobada en la industria inmobiliaria en Nueva York y Nueva Jersey. Regla básica: el terreno manda, como en el golf. Por lo tanto, reconocemos de jure la anexión de Crimea por parte de Rusia, porque así es desde 2014, dice, y todo el mundo, más o menos, parece aceptarlo. Reconocemos entonces el control de facto por parte del ejército ruso de una parte de la frontera oriental de Ucrania, el Donbass, porque las fuerzas de Kiev no tienen los medios para reconquistarla. A cambio de este acuerdo de tierras, los ucranianos tienen garantizados los medios para defenderse contra una nueva ofensiva rusa pero sin integrarlos en la OTAN.

Lamentablemente, a los ucranianos no les gustó, pero, lo que es más interesante, a los rusos tampoco. Explicación: en el conflicto entre las dos partes la cuestión territorial es importante, por supuesto, pero no tanto como parece. El objetivo principal de las diez divisiones blindadas rusas que cruzaron la frontera el 24 de febrero de 2022 no era Donbass, sino Kiev. Su misión era derrocar al presidente democráticamente electo, Volodymyr Zelensky, e instalar un gobierno en la capital de Ucrania bajo el mando del Kremlin.

Los neoconservadores estadounidenses le llamarían a esto una operación de “cambio de régimen”. Putin habla de la “desnazificación” de Ucrania, a la que debe seguirle una “desmilitarización” y, para todo el país, un estatus impuesto de “neutralidad”. A un Trump decepcionado y dispuesto a abandonar su intento de llegar a un acuerdo, decididamente demasiado difícil, el Kremlin le repitió sus exigencias, todas sus exigencias, que equivalen a sellar el fin de Ucrania como Estado soberano e independiente.

Lo que Putin quiere es la vasalización del país, su “bielorusización”, dice el ex diplomático francés Gérard Araud, refiriéndose al estatus de Bielorrusia como estado satélite a la merced del Kremlin. El presidente ruso sabía que la cuestión de la OTAN no se planteaba ya. Ciertamente, la Alianza Atlántica decidió en 2008 que Ucrania estaba destinada a convertirse en uno de sus miembros. Pero, debido a la oposición de Alemania y Francia, la Alianza nunca inició un procedimiento para la adhesión de Kiev y, desde entonces, ningún presidente estadounidense ha querido levantar el veto franco-alemán, sino todo lo contrario. Salgamos, pues, del tema de la OTAN, lo cual no le resta nada a los reproches que Moscú mantiene contra los occidentales, desde Kosovo hasta Irak, pasando por Libia.

En la revista Foreign Affairs, la politóloga estadounidense Monica Duffy Toft explica: “Putin siempre ha tenido una visión mucho más amplia de este conflicto”, una que rebasa a Ucrania. El presidente ruso analiza “las causas profundas” de la guerra. Quiere volver a tener una “zona de influencia” en su extranjero cercano: Ucrania, Bielorrusia, Georgia. Como en la época de la URSS. En nombre de la historia y la geografía, el Kremlin exige la sumisión de sus vecinos. Al igual que Xi Jinping para todo el Pacífico Occidental, Putin quiere restablecer, en beneficio de las grandes potencias de la época, el derecho a una “zona de influencia” donde la soberanía de los Estados sólo podía ser limitada. Pregunta: ¿Trump está actuando de manera diferente hacia Panamá, Groenlandia y Canadá?

Nostalgia por un pasado glorioso
Lo que está sucediendo en las llanuras del Donbass es, para el presidente ruso, aún “más amplio”. Esta guerra es un episodio clave en la batalla que libra con Xi contra la “hegemonía occidental”: el orden internacional dominado por Estados Unidos desde 1945 y al que debe suceder una arquitectura más acorde con los deseos de Moscú y Beijing. Citado en el sitio web Le Grand Continent, Sergei Karaganov, uno de los intelectuales del régimen de Putin, es muy explícito: esta guerra “es la última ofensiva de un Occidente en decadencia que pretende hacer retroceder la historia infligiéndonos una derrota estratégica en los campos de batalla de Ucrania”.

La China de Xi y la Rusia de Putin cultivan, explotan, la nostalgia de un pasado glorioso que ya no lo sería por culpa de "los otros", los occidentales, por supuesto: limitaciones impuestas desde fuera con la ayuda de "enemigos internos"... Como siempre, dicho pasado es en gran medida fantaseado. Pero la contundencia del tema de la “humillación”, en el caso de China, y la cultura del estatus de eterna “víctima”, en el de Rusia, justifican la guerra o la dictadura, cuando no ambas al mismo tiempo: ese sería el precio a pagar para recuperar la “grandeza”.

Lejos de tratarse de una cuestión de seguridad nacional, Putin vende su guerra, dentro y fuera, como una cuestión de ego nacional o de redención colectiva. “La operación especial” en Ucrania, afirmó en marzo de 2022, “purificará” la sociedad rusa. Trump, vendedor de campos de golf, solo pudo ver ahí un asunto catastral.

https://www.lemonde.fr/idees/article/2025/06/12/dans-le-conflit-entre-la-russie-et-l-ukraine-la-question-territoriale-est-importante-certes-mais-pas-autant-qu-il-n-y-parait_6612531_3232.html