Nelly Arenas - POPULISMO ANTI "WOKE"


El vocablo inglés woke significa literalmente despierto. Tan presente en el lenguaje político de estos últimos tiempos, el término comenzó a ser usado por la comunidad afroamericana en los años cuarenta para advertir sobre la necesidad de estar alerta contra las injusticias raciales. El mismo sentido tuvo en los sesenta del siglo pasado, cuando las luchas por los derechos civiles en Estados Unidos alcanzaron un espacio estelar. El término resucita con el movimiento Black Lives Matter el cual irrumpió en 2013 alzando su voz de protesta ante la brutalidad policial contra personas de raza negra. Lo que nunca se sospechó es que la palabra volvería a ocupar un lugar de primera magnitud, esta vez en el lenguaje del liderazgo político estadounidense de extrema derecha. Como se sabe, la palabra woke se ha convertido en el caballito de la ofensiva verbal que desde hace unos años Donald Trump libra para satanizar a todo aquel que se muestre partidario o milite en movimientos relativos al feminismo, inclusión, derecho al aborto, diversidad sexual, ecología, uso de vacunas, educación sexual integral para destacar solo algunos temas. El partido demócrata y, en especial, el expresidente Joe Biden, han sido blanco preferencial del calificativo woke gracias a las políticas de diversidad, equidad e inclusión (por sus siglas DEI), activadas durante su administración. Para algunos analistas, los demócratas perdieron la batalla electoral con los republicanos en buena medida gracias a la agenda anti woke de Trump y sus aliados.

Y es que el consabido término se ha convertido en una suerte de significante vacío que sirve para nombrar a todo aquello que, en el discurso populista del presidente, personifica el mal. Woke es lo más despreciable, lo que no tiene cabida, lo que requiere ser expulsado del cuerpo de la nación estadounidense para que el mismo recupere su pureza perdida. Trump anuncia una nueva “Edad de oro” para los Estados Unidos lo cual exige eliminar todo aquello que interfiera con esa promesa redentora. De allí que, en sus palabras, el país se apresta, de su mano, para vivir un futuro que “ya no será woke”. Y es que ser migrante o partidario de ideas avanzadas, encarnan al enemigo que debe ser anulado. Ser woke representa una afrenta a los valores de la familia e incluso a la democracia a la cual quiere remplazársele por la “tiranía woke”, según la visión del mandatario. En realidad, lo que se esconde detrás de esta arremetida de la ultraderecha populista, es el desconocimiento de las conquistas sociales en términos de reivindicación de las minorías. Trump y sus seguidores, asumen su cruzada anti woke como una batalla cultural del bien contra el mal. Y el mal para ellos es Occidente y su “decadencia moral”; el mal para ellos, en verdad, es la democracia y sus instituciones las cuales limitan los arrestos autoritarios de los aspirantes a tiranos. Como en todo relato populista, una visión del mundo en clave de guerra, también está presente aquí, emparentándose con lo más rancio del conservatismo del planeta como el del dictador ruso Vladimir Putin.

Ese discurso que polariza y promueve el odio, trasciende las palabras y se materializa en ejecutorias contrarias a la pluralidad. Así, en 2023, el gobernador republicano del estado de Florida, Ron DeSantis, firmó una ley que prohíbe a las universidades invertir en programas de igualdad, diversidad e inclusión, argumentando que tales programas se vinculan a la cultura woke y al adoctrinamiento de los estudiantes. En 2022, numerosos libros de autores universales como Gabriel García Márquez o Isabel Allende, fueron desincorporados de las bibliotecas escolares por el temor de esas instituciones a contrariar la ley HB1467 aprobada por el congreso de Florida. La ley exige restringir los textos que tengan referencias sexuales o contenidos LGTBIQ.

En días recientes, todas las universidades del país, entre ellas la de Harvard y la de Columbia, se han visto atacadas en su autonomía al ser conminadas a suprimir proyectos dirigidos a apoyar programas DEI, so pena de sufrir recortes sustanciales en las provisiones financieras de carácter público.

Más allá de las fronteras del país del norte, Woke es un término que la ultraderecha se ha apropiado con muy buenos réditos políticos. Así puede atestiguarlo el triunfo de Javier Milei en Argentina. Luego de ganar la presidencia, Milei ha embestido furiosamente contra la “ideología woke’’. En el foro de Davos, celebrado en enero del presente año, el presidente diría que: “El virus mental de la ideología woke, es la gran epidemia de nuestra época que debe ser curada, es el cáncer que hay que extirpar. Hasta que no saquemos esta ideología de nuestra cultura, de la sociedad occidental, e incluso de la especie humana, no lograremos avanzar en dirección al progreso”.

Pero quienes van en contra del progreso son precisamente los liderazgos que intentan imponer una visión retrógrada sobre sus sociedades. Son estos líderes los que se han inventado la “ideología woke”, un subproducto de la “ideología de género” incubado por el fundamentalismo religioso con el objeto de repudiar el avance de los movimientos feministas así como el de las comunidades lGTBI. Tal como apunta Antonella Marty, politóloga argentina, los líderes populistas portadores del antiwokismo “no ven el cambio cultural como resultado natural del progreso social sino como una conspiración contra Occidente. La batalla cultural es un intento de cambiar para mal lo que hace ya rato cambió y evolucionó para bien: es una búsqueda para detener un cambio social que se inició hace varios siglos y se intensificó a partir del despertar de los sesenta del siglo XX.”

En un trabajo elaborado por Ronald Inglehart y Christian Welzel, publicado en 2005, ambos politólogos terminan concluyendo que el desarrollo socioeconómico genera una mejora de las condiciones existenciales favorables; estas condiciones estimulan la aparición de los valores de la autoexpresión que dan máxima prioridad a la libertad individual de acuerdo a la elección personal lo cual favorece la emancipación humana; tales valores movilizan fuerzas sociales dirigidas a la adopción de la democracia si aun esta no existe, o fomentando su supervivencia y consolidación si ya existe.

En un país como Estados Unidos, cuya democracia se ha tenido como una de las más vigorosas del mundo, gracias a lo cual esos valores se han expresado con mucho brío, resulta difícil entender como la emergencia de un liderazgo como el de Donald Trump se disponga a sepultar tales valores. Invocar el imperio de una moral que se asocia más con sociedades premodernas que con una como la estadounidense apegada a las libertades individuales y más universalista que ninguna otra, mueve a confusión por decir lo menos.

A pesar de que algunos expertos advierten sobre el peligro de quedarse atrapados en una posición woke o antiwoke, lo que es cierto es que el poderoso Donald Trump, está moviendo una gigantesca ola de conservatismo que mina la democracia al invisibilizar demandas por mayor inclusión o anular de plano derechos conquistados con mucho pulso por las minorías. Hacer grande a los Estados Unidos de nuevo, en la cabeza de Trump, pasa por aniquilar todo lo que atente contra la salud moral del país. De una moral de la que el presidente se cree el único y privilegiado depositario.

Bibliografía

BBC News Mundo ¿“Qué es ‘woke’ y por qué este término generó una batalla cultural y política en EEUU?” 5-11-2022 disponible en

https://www.bbc.com/mundo/noticias-63465024

Inglehart, Ronald y Welzel Christian (2006) Modernización, cambio cultural y democracia: la secuencia del desarrollo humano. Siglo XXI, Madrid.

Marty, Antonella (2024) “La creación del enemigo woke en la batalla cultural” Supernova, Buenos Aires.