José Domingo Sosa - El extraño caso de los venezolanos que apoyan a Trump


Del populismo que los destruyó al populismo que ahora celebran

La historia parece tener un sentido del humor cruel. Hace apenas dos décadas,Venezuela se sumió en una crisis sin precedentes bajo el mando de Hugo Chávez, un líder populista que, con un discurso antisistema y una retórica de división, logró desmantelar las instituciones democráticas del país y sembrar el caos económico y social. Hoy, muchos de los venezolanos que sufrieron en carne propia las consecuencias del chavismo se han convertido en fervientes seguidores de Donald Trump, un político cuya estrategia y estilo de liderazgo reflejan muchas de las tácticas que alguna vez condenaron en Chávez.

El fenómeno es desconcertante: ¿Cómo es posible que quienes fueron víctimas del populismo en su país ahora lo abrazan con entusiasmo en Estados Unidos? ¿Cómo es que los mismos venezolanos que huyeron de la persecución política, la corrupción y el colapso económico de Venezuela ahora aplauden a un líder que socava la democracia, desprecia las instituciones y polariza a la sociedad?

Uno de los errores más comunes es asumir que el populismo tiene una orientación
ideológica definida. En realidad, el populismo es una estrategia de poder más que una
doctrina política. Chávez se presentó como el salvador de los pobres, el enemigo de las élites y el justiciero contra la corrupción. Trump, por su parte, se ha posicionado como el defensor del americano olvidado, el guerrero contra el establishment y el azote de la corrección política. Chavez habló de la flota de aviones de PDVSA y los excesos de gastos incurridos en la administración de la cuarta república.Trump nombró al billonario ElonMusk para eliminar los gastos superfluos del gobierno federal.Trump y Chávez, construyeron un relato basado en la división enttre el pueb y la élite utilizando la desconfianza en las instituciones para justificar la concentración de poder. Ambos desprecian los medios de comunicación independientes, acusándolos de ser enemigos del pueblo. Ambos usaron un discurso agresivo y provocador para movilizar a sus seguidores, creando un ambiente en el que la lealtad incondicional se convierte en un requisito indispensable.

Para los venezolanos que vivieron la era Chávez, todo esto debería sonar alarmantemente familiar. Sin embargo, muchos han sido seducidos por la retórica trumpista sin darse cuenta de que la historia está repitiéndose ante sus ojos.

Una de las explicaciones más plausibles para este fenómeno es el poder del sesgo de
grupo. Durante años, los venezolanos que se opusieron al chavismo se vieron a sí mismoscomo defensores de la democracia, la libertad y los valores occidentales. Al emigrar a Estados Unidos, muchos se han identificado con la derecha política estadounidense, asumiendo que cualquier figura que se enfrente a la izquierda debe ser un aliado.

El problema es que esta identificación ha llevado a muchos a ignorar las señales de
advertencia. Se enfocan en las diferencias superficiales entre Chávez y Trump—uno de izquierda, el otro de derecha—pero pasan por alto las similitudes estructurales en su forma de ejercer el poder. No importa si el líder populista viste de rojo o de anaranjado; lo que importa es su capacidad de erosionar la democracia y sustituirla por una estructura de poder autoritaria.

Otra razón por la que algunos venezolanos han caído en la trampa trumpista es la desesperación por sentirse protegidos. La experiencia del exilio, el miedo a la inseguridad y la incertidumbre económica han hecho que muchos busquen un líder que les garantice estabilidad y seguridad, sin importar el costo.

Chávez se vendió como el protector de los pobres y marginados; Trump se ha
vendido como el protector de los que siguen las regla de la América trabajadora  y de los valores tradicionales. En ambos casos, el mensaje es el mismo: "Solo yo puedo salvarlos.Esta mentalidad ha llevado a muchos venezolanos en Estados Unidos a apoyar políticas que, en otras circunstancias, habrían rechazado. Por ejemplo, algunos han defendido las restricciones migratorias de Trump, aun cuando afectan a otros latinoamericanos y especialmente a los venezolanos. Han justificado sus ataques a la prensa, a pesar de haber sufrido en Venezuela la censura y la persecución mediática. Han celebrado su desprecio por las instituciones democráticas, sin recordar que fue precisamente ese desprecio lo que destruyó su país de origen.

El apoyo de algunos venezolanos a Trump no solo es irónico, sino peligroso. Refleja una falta de aprendizaje de la historia reciente y una desconexión con los principios democráticos. Si hay algo que los venezolanos deberían haber aprendido de su experiencia con el chavismo es que el populismo, sin importar su orientación ideológica, es una amenaza para la estabilidad de cualquier nación.

La democracia no se defiende con caudillos, ni con líderes mesiánicos que prometen soluciones rápidas a problemas complejos. Se defiende con instituciones fuertes, con respeto por la ley y con ciudadanos dispuestos a rechazar el autoritarismo, venga de donde venga.

Es momento de que los venezolanos que vivieron el desastre chavista y hoy apoyan a Trump se pregunten: ¿Estamos realmente eligiendo un camino diferente, o simplemente repitiendo los mismos errores con otro color de camiseta y en inglés?