Gonzalo Oliveros - FALENCIA EVIDENTE


Si alguna carencia existe en la Venezuela de estos últimos veintiséis años, es la del político educador, esa persona militante de partido que, desde este, con su accionar, su ejemplo, su verbo o su pluma, explicaba las situaciones del país a militantes, simpatizantes, amigos y todo aquél que a bien tuviere escucharlo, proponiendo soluciones para el mismo.  

El accionar político opositor de nuestro país, salvo muy contadas excepciones -y ayer hice el ejercicio sobrándome, muy a mi pesar, dedos de las manos- se limita al silencio escandaloso de quienes pudieren hablar con propiedad, a  la crítica destructiva, ofensiva y peyorativa por parte de quienes se decían compañeros de ruta, al vete ya y ahora, desde la oposición, a la propuesta mesiánica que no se puede desconocer.

Quienes mas de cincuenta años tenemos, conocimos una Venezuela donde el día lunes se reunía en su comité ejecutivo, uno de los  mas importantes partidos políticos  del país -en el gobierno o en la oposición-  y sobre las materias nacionales, fijaba posición. A ella le respondía, con argumentos, su principal contendor, el cual también presentaba a la nación sus opiniones, mientras el tercer partido en discordia, también en su reunión semanal fijaba las propias. El país así, conocía lo que pensaba su liderazgo y en función de resultados -o simpatías- fijaba posición. Eso no ocurre en la Venezuela de estos años, muy a mi pesar.

Aun cuando ciertamente Chávez, con su accionar, regresó a los venezolanos el interés en la política, lamentablemente, los partidos políticos en estos años del presente siglo, abandonaron la práctica de educar a la ciudadanía con opiniones fundadas, así como la formación de su militancia, lo que se tradujo, entre otras cosas, en esa osmelización de la política que consistió en proponer para los cargos,  al primer joven que tuviere éxito en la universidad llegando a un cargo de elección en su casa de estudio, sin la debida formación que se requería para atender los asuntos del Estado.

Este siglo, dada lo influencia de un liderazgo mesiánico -reflejado ayer en la consigna “con hambre y sin empleo, con Chávez me resteo” y hoy en una similar, pero de la acera contraria-   los venezolanos se han acostumbrado a que la dirigencia no tiene porque dar explicación de nada, ni de éxitos y mucho menos de fracasos, lo cual se torna más grave aun cuando que, ni siquiera, existe evaluación de resultados pues, si ella se hiciere, decisiones que han resultado erróneas, no se repetirían.

Desde el año 2006 y hasta mi llegada a Colombia, integré en el estado Anzoátegui la dirección de una organización que le dimos la condición jurídica de fundación, denominada Grupo de los 100 -G 100- cuyos integrantes se reunían semanalmente en la sala de conferencias de mi oficina, para analizar la situación de nuestro estado y del país y en la medida de los conocimientos y experiencias de cada uno, proponer, en especial para ese hermoso rincón de nuestro oriente, las medidas que consideráramos pertinentes en atención a determinada situación.

 Los integrantes de ella, si algunas característica tenían, era su plural formación política, pero adicionalmente su preocupación por el bienestar del estado y el país. En la misma intervenían personas de todo el espectro político del estado -entre quienes estaban personas que formaron parte en algún momento del alto gobierno nacional y ex gobernadores- y allí aprendí que, en materia política, la acción, la educación y la evaluación van atadas. Esa tríada, lamentablemente, hoy no existe en Venezuela.

Los políticos son educadores y como estos uno entiende que actúan por vocación y  sensibilidad personal. Alguno me sostendrá que, dado el modus vivendi que determinados personajes exhiben, mis palabras contrarían la realidad mas con certeza afirmo que ellos son la minoría y que son muchos más, quienes reúnen las características que señalo, que los que solo esperan su oportunidad para asaltar el erario público.

Venezuela requiere que su dirigencia política se desinhiba. Que se deje de hacer cálculos particulares y piense en grande; que reconozca errores y se proponga no repetirlos.

Que deje atrás voluntarismos y actúe con base a realidades. Que critique a los que a su juicio se están equivocando y reconozca los aciertos, aun del adversario, mas finalmente, que deje atrás ofensas y denuestos, atribuyéndole conductas contrarias a la propia a quienes fueron compañeros, porque se considera que fueron comprados, lo que permitiría concluir que ellos no se han ido porque no les han hecho la propuesta crematística adecuada. Probablemente a alguno su precio le llegaron, pero muy posiblemente otros -seguramente la gran mayoría- adoptó una posición diferente por considerar errada la inicial.

Venezuela, en definitiva, exige que sus políticos, eduquen, lo que en lo personal considero una exigencia insoslayable.

Finalmente, quizás, por los tiempos que corren en nuestro país, pueda entender que lo que propongo contra corriente va. En lo personal afirmaré que cuando menos, tranquilo con mi conciencia quedo.

Gonzalo Oliveros Navarro
@barraplural