Steven Forti - LA EXTREMA DERECHA, OTRA VEZ "DE MODA"

2024 va a ser un año crucial. Las elecciones europeas del mes de junio y las estadounidenses del mes de noviembre marcarán nuestro futuro. Esta, por lo menos, es la opinión de la mayoría de los expertos y los medios de comunicación liberales. Tras la victoria de Javier Milei en Argentina, la sensación generalizada es que, mirando los sondeos en Estados Unidos, Alemania, Francia o Italia, la extrema derecha tiene viento en popa. El semanario Time abría el mes de enero afirmando que se trata de «un año decisivo para la democracia en todo el mundo». Unos días antes, John Kampfner avisaba en Foreign Policy que «puede ser un desastre para las democracias liberales», mientras que a principios de febrero la revista Politico aclaraba que «esta vez, la amenaza de la ultraderecha es real». Una semana más tarde era el mismo The Economist el que alertaba de los peligros del nacional-conservadurismo1.

Hace tiempo que se habla con preocupación de las derechas extremas o radicales. No paran de publicarse artículos y libros en todo el mundo. Podríamos decir que la extrema derecha está (otra vez) de moda. Es cierto que, a partir de la década de 1980, con los primeros éxitos del Frente Nacional (fn) francés de Jean-Marie Le Pen, empezó a florecer un número importante de estudios sobre lo que Piero Ignazi definió como «extrema derecha postindustrial»2. Sin embargo, aún a finales de la década de 1990, la percepción general era que en el mundo académico eran muy pocos los que estudiaban estas formaciones políticas, de cuyas organizaciones a menudo sabíamos más bien por los trabajos de periodistas engagés o los libros escritos por dirigentes y militantes ultraderechistas. En cambio, a partir del comienzo del nuevo milenio, hemos tenido un verdadero boom de estudios al respecto, fruto del interés y la preocupación por el avance electoral de figuras como Donald Trump, Marine Le Pen, Giorgia Meloni o Jair Bolsonaro en eeuu, Europa y América Latina.

Los estudios y los debates se han centrado principalmente en una serie de cuestiones: ¿cómo definimos y llamamos a estas formaciones políticas? ¿Qué relación tienen con el fascismo histórico? ¿Cómo las conjugamos con el fenómeno del populismo? ¿Cuáles son las razones de su auge? ¿Cuál es su electorado? ¿Cómo comunican? Se trata, ni hace falta decirlo, de preguntas necesarias e imprescindibles para poder entender las extremas derechas en la época de la Posguerra Fría. Excepto en la cuestión de la transformación ideológica tras la Segunda Guerra Mundial –sobre la que, de todas formas, hay todavía mucho trabajo por hacer–, hay otros ámbitos que no han sido aún explorados con la debida atención, como, por ejemplo, las redes transnacionales ultraderechistas o el impacto de las nuevas tecnologías3. No se trata de temas baladíes o secundarios. Quien escribe estas líneas está convencido de que son cuestiones que, por un lado, nos ayudarían a encontrar respuestas también a las ya mencionadas primeras preguntas que se han formulado acerca de las extremas derechas del tercer milenio y, por otro, resultan heurísticamente cruciales para entender qué hay de nuevo en este fenómeno respecto al pasado.

La actualización del fascismo

Si hablamos de la ideología de la extrema derecha, al fin y al cabo volvemos siempre a la pregunta insoslayable, y cansina, de si ha vuelto el fascismo. A menudo, como apuntó Emilio Gentile, el análisis peca de ahistoricidad4. Aceptando explícita o implícitamente la tesis del «fascismo eterno» de Umberto Eco, se acaba tachando de fascista a cualquier líder o movimiento político antidemocrático, autoritario, nacionalista o simplemente conservador y, además, se pierden de vista las transformaciones ocurridas en los últimos 80 años5. Así el fascismo no solo se convierte en un fantasma o, mejor dicho, un monstruo que, de vez en cuando, asoma la cabeza, sino que además se banaliza  ............

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