Orlando Figes - SOBRE PUTIN Y MÁS ALLÁ DE PUTIN


Entrevista realizada por RTVE al prestigioso historiador británico Orlando Figes

¿Cómo entender un país como Rusia con más de 140 millones de habitantes, cien nacionalidades, once husos horarios y una extensión 33 veces superior a la de España? Uno de los grandes expertos en Rusia, el historiador británico Orlando Figes, lo intenta analizando su historia y las ideas y mitos que se han ido transmitiendo a lo largo de los siglos. Ideas, dice Figes, que han calado en una gran parte del pueblo ruso y que dirigentes como Vladímir Putin utilizan para justificar por ejemplo la guerra de Ucrania.


El profesor de Historia en el Birbeck College de la Universidad de Londres ha escrito varios bestsellers centrados en Rusia como La tragedia de un pueblo (2001) o El baile de Natasha (2006). Su último libro La historia de Rusia acaba de salir a la luz. Sobre este libro, sobre Rusia y su relación con Occidente hablamos con Orlando Figes en la Fundación Juan March. La media hora que tenemos se nos hace corta.

Pregunta.- ¿Ha tenido Rusia a lo largo de los siglos patrones de comportamiento que ayuden a comprender lo que está pasando ahora?

Respuesta.- Esas ideas que plantea Putin a los rusos les resultan familiares porque lo han aprendido en los libros, en las películas, es lo que les enseñan en el colegio. Lo que dice Putin, por ejemplo, sobre Occidente: que siempre ha estado atacando a Rusia y que necesitan un líder fuerte que pueda defenderlos. Todo eso está en los libros de historia rusa, donde se habla del príncipe Alexander Nevsky, que expulsó a los caballeros teutones que querían convertirlos al catolicismo, o de Alejandro I que rechazó a Napoleón o de los soviéticos que derrotaron a los nazis en la II Guerra Mundial. Y Putin se ve a sí mismo como el hombre que Rusia necesita para rechazar la amenaza de la OTAN. Entonces, es una historia de Rusia que se repite muchas veces y que los que han mandado y los ideólogos en Rusia han utilizado para movilizar el apoyo patriótico o para construir el imperio.

P.- ¿Y los dirigentes en Rusia? ¿Tienen algo en común? Los zares, los líderes de la Unión Soviética, Putin....

R.- Sí, tienen en común el autoritarismo. No digo que los rusos lleven en su ADN una tendencia a ese tipo de gobiernos. El pueblo ruso tiene también una larga historia de rebelión y de revolución. Pero yo creo que esto proviene del tamaño físico de Rusia y la amplitud de sus fronteras. Cuando tienes un territorio tan grande para tener a todo el mundo a raya, tienes que azotarles de alguna manera. Es muy difícil administrar tanto territorio por parte de un grupo reducido de gobernantes. Siempre ha habido ese elemento de autocracia, pero también porque el tejido social es muy débil. La autocracia se ha desarrollado en Rusia desde el siglo XV o XVI como manera de defender esas fronteras tan amplias. La gran mayoría de la población estaba sometida por el sistema de la servidumbre, pero es que incluso los grandes terratenientes tampoco tenían derecho a la propiedad en Rusia. Es decir, eran terratenientes mientras diesen sus servicios al zar. Y si caían en desgracia, esas propiedades dejaban de ser suyas. Muy similar a como funciona Putin con sus oligarcas. Si le caen mal los oligarcas o hacen algo contra su voluntad, los aparta.

P.- Usted reflexiona en su libro sobre si Rusia, a lo largo de los siglos, se puede considerar expansionista-imperialista o si es una actitud defensiva porque se sienten amenazados por unos vecinos hostiles, precisamente porque es un país enorme. ¿A qué conclusión ha llegado?

R.- Es defensa agresiva. Como Rusia siempre ha sido un imperio, su política consiste en defender sus fronteras o invadir a los vecinos o ampliar su territorio, como lo hicieron con el Imperio Otomano en el siglo XIX, o como lo han hecho ahora con Ucrania para intervenir en estados vecinos para evitar que les ataquen. ¿Que si es expansionista o defensivo? ¿Rusia habría invadido los estados Bálticos si hubiese podido invadir o anexarse toda Ucrania? Pues no lo sé. Ciertamente hay un elemento de agresión y una mentalidad, una ideología. Y ciertamente esta guerra lo que está haciendo es ampliar las fronteras de Rusia y es una guerra ilegal de agresión.

Hostilidad de Occidente

Pero todo esto viene de esta sensación de resentimiento contra Occidente. Esta ansiedad que tiene el régimen ruso sobre la amenaza occidental, de posibles revoluciones en las antiguas repúblicas. Y nos guste o no, son ideas que se han emitido para convencer a gran parte de la población rusa de que la intervención en Ucrania era necesaria. Entonces, lo que vemos aquí no es solo un estado agresivo y expansionista -que lo ha sido- sino, además, un Estado con una ideología profundamente imbricada en la idea de la desconfianza hacia Occidente. De hecho, los rusos se definen en contraposición a Occidente. Y dicen: no necesitamos medirnos con los valores y los principios occidentales. Porque ahora hay esa profunda sensación en Rusia de que Occidente les es hostil y lo que quieren es darle la espalda a Occidente.

P.- Putin llegó a decir que Ucrania no es un país de verdad sino que es la frontera que protege de Occidente al corazón de Moscú. ¿Tiene algún rigor histórico esa afirmación del presidente ruso desde su punto de vista?

R.- Bueno, sí, eso es algo que Putin ha estado diciendo desde hace mucho tiempo, desde ese famoso ensayo que escribió sobre la unidad de rusos y ucranianos en 2021. En cuanto a los hechos, no está del todo errado, pero es una malísima interpretación de la Historia. La relevancia que pueda tener esa afirmación hoy -porque él está hablando de la historia de Rusia hace mil años- cuando dice que el Estado ucraniano nunca existió, que no es más que una tierra fronteriza y que el único estado que ha tenido Ucrania era artificial, que fue cuando los bolcheviques durante la Unión Soviética y que cuando salimos de la Unión Soviética, Ucrania tenía que haber vuelto a sus orígenes. O sea, a ser nada. Es una negación del derecho de Ucrania a existir como nación o estado independiente. Es decir, es una lectura perversa de la Historia.

El mundo rusoparlante

Es importante entender que a los rusos les resulta familiar esa idea. A los ucranianos no, ellos no quieren ser parte de este mundo rusoparlante que define Putin como una gran civilización rusa que incluya a Rusia, Kazajistán, Estonia... A los ucranianos no les interesa pertenecer a este gran mundo ruso. Pero a muchos rusos sí porque en parte han tenido esa experiencia de haber vivido en la Unión Soviética donde había muchas conexiones entre Rusia y Ucrania: económicas, sociales…hay muchas familias rusas que tienen parientes en Ucrania y viceversa). Eso está en la conciencia imperialista de Rusia, que viene de las raíces de su Historia.

Ellos son el gran hermano ruso y Ucrania es el hermano pequeño. Y cuando el hermanito trata de rebelarse y de separarse del abrazo de su gran hermano protector, puede caer bajo la mala influencia de Occidente que les va a utilizar como arma contra su hermano mayor porque los va a volver anti rusos. Lo que dice Putin es que eso es lo que le ha pasado a Ucrania cuando los polacos y los lituanos utilizaron a Ucrania contra Rusia. Y pasó durante el siglo XIX cuando los alemanes y los austriacos utilizaron el nacionalismo ucraniano contra Rusia. Y pasó durante la Guerra Civil. Pasó durante la Segunda Guerra Mundial, cuando los nazis trataron de volver a Ucrania contra Rusia. Y según Putin, ahora la OTAN está volviendo a Ucrania contra Rusia. Pero es una interpretación irrelevante de la Historia para los efectos de hoy. Esto no justifica la agresión de Putin, pero a muchos rusos les parece que tiene sentido porque les han enseñado a ver la historia de su país como un país atacado por Occidente y que necesita un líder fuerte y un estado fuerte para que los proteja de Occidente. Putin está utilizando la Historia y abusando de ella para justificar sus políticas agresivas.


P.- Usted explica en su libro que Putin, durante su primer mandato, quería acercarse a Occidente. Incluso amagó con entrar en la OTAN y en la Unión Europea. ¿Cuál fue la respuesta de Occidente y qué consecuencias tuvo esa respuesta?

R.- Bueno, sí, tienes razón. Esta historia no tenía por qué haber terminado así. Después del 91 hubo una gran oportunidad para atraer a Rusia hacia Europa y generar un nuevo acuerdo de seguridad. Pero Occidente y sobre todo la OTAN, empezaron a tratar a Rusia como el perdedor de la Guerra Fría. A los países de la antigua Unión Soviética había que liberarlos de la Unión Soviética y protegerlos de Rusia, a quien todavía se consideraba un enemigo, aunque debilitado. Y yo creo que en la década de los 90 es justo decir que Rusia tuvo un tratamiento injusto por parte de la OTAN.

Siempre se le dejaba fuera de las grandes decisiones internacionales y luego le dijeron que nunca iba a poder pertenecer a la OTAN. Con lo cual, pues sí, la OTAN es una alianza, si se quiere, anti rusa. Esa es una oportunidad que se perdió en ese momento porque se gestionó mal. Con esto no quiero decir que haya ninguna justificación para esta guerra ni para la agresión de Rusia. Pero podría explicar por qué los rusos se sienten ignorados o tratados injustamente.

Agravios contra Rusia

Se han herido muchas sensibilidades y hay mucho resentimiento que tal vez podría explicar la paranoia de Putin. Por ejemplo, considera una afrenta que desde 2015 ningún líder occidental haya ido a celebrar la victoria de Rusia sobre los nazis. Claro que estamos hablando de después de la anexión de Crimea. ¿Quién se iba a presentar? Pero Putin se lo tomó como un agravio contra Rusia y vuelve a esta narrativa, a este mito de que Rusia tiene razón, que nunca se ha reconocido su contribución a la derrota de los nazis, o de Napoleón, o que nunca les han reconocido por haber protegido a Rusia contra la amenaza de los mongoles. Entonces todas estas agresiones contra los mitos y la Historia nacional se toman como fuente de resentimiento que han llevado a la Guerra Fría y que hacen que los rusos estén convencidos de que están actuando contra Occidente y Occidente contra ellos.

P.- Usted defiende en su libro la teoría de que Putin planeaba una guerra relámpago en Ucrania, todo apunta a eso. ¿Por qué cree que pensó el presidente ruso que la invasión iba a ser tan fácil? Habla usted en su libro de una serie de factores relacionados con un supuesto aislamiento de Putin…

R.- Sí, efectivamente, Putin ha pasado demasiado tiempo solo. Aparentemente mal leyendo libros de Historia rusa durante la pandemia. Él no tiene un consejo de asesores, no tiene un politburó que le asesore. Y yo creo que esa idea de invadir es suya y solo suya. Y ahora ha quedado claro que ha sido una pésima decisión entrar en Ucrania, donde él pensaba que entrarían y los ucranianos le recibirían con los brazos abiertos. Pues ha sido un pésimo cálculo que proviene, creo yo, de su arrogancia. Cuando una persona ha detentado el poder durante mucho tiempo tiende a creerse más poderoso de lo que en realidad es. Y, además, creo que ha caído víctima de sus propios mitos propagandísticos. Yo creo que en parte él se cree este idealismo del mundo ruso y de que Moscú es el único estado en que la civilización puede integrar a todos los ruso parlantes del mundo, incluyendo Bielorrusia, Ucrania, Kazajistán, Estonia... Yo creo que él se ha creído su propio cuento. Que precisamente muestra lo importante que es entender estos mitos históricos y la influencia que tienen sobre la política.

P.- ¿Cómo puede reaccionar el pueblo ruso a esto? Da la impresión de que les cuesta reaccionar, de que les cuesta protestar. ¿Tiene esto alguna explicación histórica?

R.- Es que hay que entender cuáles son las consecuencias de protestar en Rusia. Es decir, si tú sales a manifestarte con un cartelito que diga no estoy de acuerdo con la guerra o incluso con un cartelito vacío, sabes que te pueden detener y que puedes pasar en la cárcel hasta 15 años. No sé cuántos de nosotros se atrevería a manifestarse así. Y luego está el legado de la Unión Soviética, sobre todo del sistema de Stalin. Durante los últimos cien años, la sociedad rusa ha estado sujeta a ola tras ola de represión del Estado y eso ha generado lo que yo llamo un miedo genético. Es decir, me refiero a las generaciones posteriores a 1937, los años del terror estalinista.

Son varias las generaciones que han vivido circunstancias difíciles y han criado a sus hijos con mucha cautela de lo que se puede decir en público, de desvelar sus opiniones... Por eso memoria colectiva es suficiente para acallar las discusiones y para que los rusos no quieran expresar sus opiniones, o para que les digan a los encuestadores lo que piensan que quieren oír. Por eso las encuestas que dicen que el 80, el 70% de la población rusa apoya esta operación militar especial, pues tienen poca credibilidad. Sospecho que muchos rusos tienen dudas razonables sobre esta guerra y no creo que salga a la luz la verdad. E incluso considerando la fuerte propaganda que se está haciendo en Rusia. Los rusos saben que esto es una guerra contra Occidente, no solo contra Ucrania. Es algo que ahora se sabe. A los rusos tampoco les gusta esta idea de atacar objetivos civiles y de invadir una nación soberana. Es decir, hay lazos muy cercanos entre Rusia y Ucrania, familias muy conectadas a ambos lados de esta frontera. Lo que pasa es que da mucho miedo salir a la calle y opinar.

El final de la guerra

Cualquier cambio dependerá de una derrota militar. Se puede prever un colapso de todo el frente de batalla y ya hemos visto que ha colapsado la otra orilla del río Dniéper con la retirada de Jersón. Esto se podría acelerar -y esperemos que lo haga- si Occidente sigue apoyando a Ucrania con el armamento que necesitan. Podría suceder que los soldados rusos desistan del frente, que se vayan a casa, que hagan llegar el mensaje de que es una guerra sucia y una invasión. Y esto tal vez podría llevar a más actividad en las calles. Desde luego yo no creo que los rusos sean simplemente pasivos y acepten todo lo que les impongan, porque además Rusia tiene una larga historia de revoluciones y es posible que esa historia no haya terminado aún.

P.- El gobierno ruso considera la guerra de Ucrania una guerra existencial, y han dicho que seguirán hasta obtener algún tipo de victoria. ¿Cómo cree usted que va a terminar esto?

R.- Pues yo creo que para el régimen sí que es una guerra existencial, para los rusos no lo creo, porque es una guerra completamente innecesaria. Y además, ¿para qué? Rusia no va a mejorar con esta guerra y el coste que va a tener va a ser catastrófico para los rusos. Sin embargo, para el régimen probablemente sí. Ellos lo verán como una guerra existencial. Y eso para nosotros debería funcionar como advertencia, porque también han dicho que, si sienten que Occidente amenaza la existencia de Rusia, están dispuestos a recurrir a armas nucleares tácticas.
Yo creo que la frontera, la línea roja, está en Crimea. Yo creo que, si Ucrania trata de obligar a la OTAN a entrar en Crimea con tanques, es posible que veamos que los rusos recurren a armas nucleares. Es así de importante esa línea roja para este régimen.

Aislamiento de Occidente

Rusia se está jugando su futuro con esta guerra. Porque el coste de aislarse otra vez de Occidente, como lo están haciendo ahora, va a ser enorme. Y efectivamente, esto significa que sus nexos ahora con China, Irán, India y cualquier otra potencia aliada que puedan encontrar en Oriente, tendrán que reforzarse. Pero es que para la mayor parte de los elementos europeizados de la sociedad rusa va a ser una catástrofe. Para la economía también. Los jóvenes se van a quedar sin futuro, con lo cual la apuesta es enorme.

Se la están jugando. Y precisamente por eso en el Kremlin piensan que tienen la obligación de ganar esta guerra. Occidente tiene que mantenerse firme, tiene que mantener el apoyo a Ucrania durante todo el tiempo que sea necesario hasta que los ucranianos puedan negociar con los rusos desde una posición de fuerza. Y eso no va a suceder mañana ni pasado mañana.

Yo sé que ahora muchos ya están diciendo que ha llegado la hora de negociar, pero en algún momento habrá que llegar a una solución intermedia porque no se puede aspirar a una victoria completa para los ucranianos. Que de momento quiere decir expulsar a los rusos de todos los territorios ucranianos que han ocupado, incluyendo Crimea.

P.- Usted dice en su libro que la muerte de Putin (por enfermedad, edad, por lo que sea) no garantizaría el fin del “putinismo”, que podría continuar en Rusia sin él…

R.- Sí, claro que podría. Es decir, si Putin muriese mañana lo sustituiría alguien de su mismo entorno con visiones tal vez incluso más extremas que las del mismo Putin. Entonces, no empecemos a desear la muerte de Putin hasta que sepamos quién va a entrar en su lugar. Es que en Rusia está muy lejos de cualquier cosa que pueda parecerse a una democracia. Los elementos democráticos, las élites emprendedoras y académicas están muy debilitadas. La población, muy envejecida. Además, si le damos la opción a los rusos de elegir después de Putin, es posible que voten por otro Putin o no necesariamente por Vladímir Putin, pero sí por un Putin II o Putin 2.0. Rusia tendría que ser "desputinizada" antes de poder aspirar a una democracia. Tenemos que considerar a Rusia también como víctima de esta guerra y víctima del "putinismo".

Tenemos que ayudar a desarrollar esos elementos democráticos de la sociedad rusa para que puedan sobrevivir. O ayudarlos cuando surjan, cuando salgan de su escondite si cae este régimen, para que ellos puedan construir una nueva Rusia más democrática. O democrática. No se trata de cancelar la cultura rusa. Se necesita una mejor comprensión de la sociedad rusa, que es complicadísima. Una Rusia multinacional, con más de cien nacionalidades, con muchos pueblos, como he dicho, que no están conformes con esta guerra. Entonces hay que tener un plan para Rusia en el futuro más allá de Putin. Y ayudar a los rusos a "desputinizarse" a sí mismos. Y esto tiene que partir de la Historia, porque el "putinismo" descansa en esta mitología histórica que les han contado en los libros de Historia. La lección pasa por entender de dónde viene la actitud de los rusos y del régimen ruso y por qué creen lo que se están creyendo de su Historia, para que puedan adoptar una perspectiva diferente y tal vez un pasado distinto que pueda llegar a un futuro distinto.