Patricia Simon - LA IZQUIERDA COLOMBIANA LOGRA LA PEOR DE LAS VICTORIAS POSIBLES

30 mayo 2022 Una lectura de 9 minutos

Crónica desde la sede electoral de Pacto Histórico, la coalición de partidos de izquierdas que ha ganado la primera vuelta a la vez que aumentaban las posibilidades de que pierda en la segunda.

BOGOTÁ (Colombia) // Hay cuestiones que se entienden mejor si se explican empezando por el final. Y el final, al menos por ahora, es un taxista que le pregunta a esta periodista cómo está la cosa en el Hotel Tequendama, donde Pacto Histórico, la coalición de partidos que ha ganado la primera vuelta de las elecciones colombianas, ha celebrado el seguimiento de los resultados. Ante la respuesta de que quedan muchas personas y que si vuelve pronto, podrá hacer otra carrera, responde: “No, yo no quiero saber nada con esa gente”.

La polarización es eso: no querer saber nada de los otros, los que no piensan como uno. Porque vivir, lo que se dice vivir, es más que probable que ese taxista de brazos tatuados que conduce cantando bachata tenga bastante en común con los 8,5 millones de votantes que ha logrado la candidatura de Gustavo Petro y Francia Márquez. Como con la mayoría de los que han votado a los otro cinco candidatos. Pero él cree que, de llegar al Gobierno, la candidatura petrista convertiría el país en “Venezuela con sus políticas de izquierdas”.

Colombia es el segundo Estado más desigual de América Latina, solo por detrás de Brasil. Pero el fantasma de Venezuela, alentado por el 1,7 millones de refugiados llegados desde este país y por la mayoría de los medios de comunicación -de tendencia conservadora-, sigue pesando sobre las propuestas de izquierdas. De ahí que Gustavo Petro insista en cada intervención pública en que es «progresista».

Quizás esa cuestión explique justamente la escena anterior, cuando el candidato a la presidencia, Petro Gustavo, y la candidata a la vicepresidencia, Francia Márquez, salieron al escenario para dirigirse a sus seguidores más cercanos y a los más de 400 periodistas nacionales e internacionales acreditados para cubrir la noche electoral. Las encuestas se habían cumplido: Pacto Histórico había ganado la primera vuelta, con un 40,32% de los votos. Y, sin embargo, en cuanto el porcentaje de lo escrutado evidenció la victoria, el ánimo en la sala se desplomó.

Pacto Histórico: 41,48%
Liga: 27,91%
Equipo por Colombia: 23,71%

En la segunda vuelta, no se tendrán que enfrentar, como también decían los sondeos, al conservador Fico Gutiérrez, candidato del uribismo hasta hace unas semanas y que ha obtenido un 23,91% de los votos, sino a Rodolfo Hernández, quien se ha hecho con el 28,15%. Este constructor multimillonario, populista y con investigaciones judiciales abiertas por corrupción, es conocido como el Trump colombiano.

Misógino y declarado «fan» de Hitler –algo que después negaría, aludiendo que lo había confundido con Einstein–, Hernández ha visto cómo su popularidad se disparaba en las últimas semanas a base de repetir que luchará contra la corrupción y que él no tiene nada que ver con los políticos, pese a que lleva toda su vida haciendo negocios para conseguir licitaciones públicas y ha tenido relación empresarial con los Uribe.

Inmediatamente después de que conociese su derrota, Gutiérrez hizo público su apoyo a Hernández. “Es la ficha final del uribismo y de toda la maquinaria de la derecha. Fico se quemó durante la campaña y ahora él es su candidato. Ahora sí que es difícil que Pacto Histórico gane”, opinaba en el recinto una de sus votantes, la socióloga Marta Torres.

Poco después de que a las cuatro de la tarde se cerrasen los colegios electorales, comenzaba un escrutinio que, a medida que evidenciaba la victoria petrista, iba sumiendo a los asistentes en una pesadumbre viscosa. Solo la irrupción en escena del grupo de batucada Barbukana subió por unos minutos la energía entre algunos de sus militantes.

Y pasadas las ocho de la tarde, subían al escenario Petro, Márquez y sus respectivas familias. “Bueno, hemos ganado”. Así comenzó su discurso el candidato a presidente, intentando conjurar el pesimismo, al menos, verbalmente. Su rostro demudado y el agotamiento de su voz confirmaban los peros que envuelven su victoria: apenas ha superado los 8,5 millones de votos, el peor de los pronósticos que barajaban. Como tuiteaba la periodista Irene Escudero, de la Agencia EFE, “no son ni 500.000 votos más de los que sacó en segunda vuelta contra Iván Duque en 2018. Se esperaba mucho más tras cuatro años de gobierno contra la paz y estallido social en las calles”.

Y por ello mismo, Petro convirtió su discurso de victoria en el primero del segundo round de esta campaña electoral que comenzó con el año 2022 –en marzo, se celebraron elecciones legislativas-.

“¿Quién puede considerar que el cambio real es tener centenares de miles de familias esclavizadas pagando créditos hipotecarios porque a los dueños de esos apartamentos y de esas casas les parece delicioso que los hombrecitos y las mujercitas, como dicen ellos, paguen 15 años al propietario multimillonario hasta poder tener una casa?”. Esa fue una de las múltiples referencias que Petro hizo en su discurso a las declaraciones y propuestas de su ya contrincante, Rodolfo Hernández.

“Nosotros queremos que el viejo y la vieja tengan pensión y que todos los niños de Colombia tengan nutrición”, añadió, mientras era escuchado por una Francia Márquez seria, que asentía cuando Petro hacía referencia a derechos sociales y que forzaba una sonrisa cuando defendía la igualdad de género.

“Solo necesitamos un millón de votos más para ganar. Invito a toda esta militancia a conquistar, a convencer con tranquilidad, con amor, a la familia, a la comunidad, para lograr lo que esta generación puede darle a la historia de Colombia. El primer gobierno popular y democrático, el primer gobierno de un verdadero cambio pacífico, el primer gobierno transparente y decente en estos tiempos”, concluyó Petro, a lo que los asistentes respondieron coreando “Sí se puede”. Mientras, las familias y candidatos se besaban y abrazaban entre sí.

Y cuando muchos pensaban que había llegado el turno de Márquez, después de que no abriese ella la comparecencia como ocurría en los actos de campaña que realizaban conjuntamente, una lluvia de confeti plateado sobre el público daba por concluido el acto.

Varios asistentes apuntaban a que la razón de que no hubiera intervenido, teniendo en cuenta el protagonismo que ha tenido a lo largo de las últimas semanas, es que los sectores más moderados de Pacto Histórico la responsabilizan de no haber logrado más votos porque su discurso, al que consideran radical, espanta a una parte del electorado. Tocaría preguntar al taxista que teme la venezuelización de Colombia si cambiaría de opinión si Francia Márquez, reconocida activista feminista, antirracista y medioambientalista, no formase parte de la candidatura, o si votaría por un Petro más descafeinado.

Horas antes, cuando decenas de cámaras de televisión dirigían sus focos al escenario y los periodistas se saludaban con la efervescencia que erupciona cuando son testigos momentos históricos, el optimismo de los seguidores de la coalición de izquierdas no tenía techo. Había quienes incluso se convencían entre sí de que podían haber obtenido más de la mitad de los votos y ganado así en una primera vuelta.
Caras de duda y desencanto

Cuando a las 20.30 horas despidieron a sus candidatos al grito de “Sí Se Puede” sus expresiones eran de duda y desencanto. Entre ellos, el de la reconocida dramaturga, actriz y poeta Patricia Ariza, cofundadora del Teatro de La Candelaria, paradigma de un teatro de autor, creado en colectivo, que desde 1966 lleva reflexionando y exponiendo las causas y las consecuencias de la guerra de Colombia. Entre innumerables iniciativas, Ariza es responsable de la existencia del Festival de Mujeres en Escena por la paz. Toda su vida ha girado en torno al arte y la paz, en realidad. Es una de las supervivientes del genocidio que, según la propia Corte Interamericana de Derechos Humanos, sufrieron los militantes del partido político de izquierda y pacifista Unión Patriótica.

Según la Justicia de Colombia, entre 1.985 y 2.016, agentes del Estado y paramilitares exterminaron, siguiendo directrices de sectores políticos de derechas del país, a 4.616 miembros, y desaparecieron a otros 1.117. Algunos de ellos eran los mejores amigos de Ariza, una mujer que ha vivido buena parte de su vida bajo serias amenazas.

Cuando sale del hotel, el parking está lleno de coches blindados. Entre los asistentes al acto electoral hay numerosas personas a las que el Estado les ha reconocido que su defensa de los derechos humanos les acarrea la posibilidad de ser asesinados en cualquier momento. Por ello, les ha reconocido su derecho a tener escoltas y coches de seguridad. Muchos otros también corren peligro, pero por negligencia institucional, por preferencia personal y por otras razones, no cuentan con medidas de seguridad. Así que tienen que volverse a casa andando, en su vehículo o en taxi, en un país en el que las tasas de asesinatos de líderes sociales y defensores de derechos humanos son las más altas desde 2010.

En los primeros cinco meses de 2.022, han matado a 79 líderes sociales, se han cometido 44 masacres, más de 27.000 personas han sido desplazadas y se ha amenazado a otras 6.900, según datos del Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz).

“Yo amo mi país, pero me siento muy decepcionado”. El taxista ha dejado de cantar para añadir esta reflexión a mitad del recorrido, cuando ya nos hemos cruzado con varias decenas de hombres durmiendo en la calle y muchos otros, igual que mujeres, recogiendo basura para revenderla. La miseria en ciudades colombianas como Bogotá es tan omnipresente que violenta observarla. Y el conductor parece querer matizar su desprecio inicial a sabiendas de que buena parte del programa electoral de “esos” que estaban en el hotel versa sobre qué hacer para que quienes estamos viendo dejen de ser tan pobres. “Estamos mal, no nos comportamos bien entre nosotros y tenemos estos gobiernos corruptos. A mí los políticos, lejos, todos”.
Abstención del 46% en Colombia

En el país latinoamericano estaban llamadas a las urnas 39 millones de personas, de las que depositaron su papeleta 21 millones. La abstención, por tanto, fue de un 46%, apenas un 1% menos que hace cuatro años.

Habrá que escuchar qué tiene que decir al respecto Francia Márquez, la primera candidata a la vicepresidencia negra que, además, dice abiertamente que lo que ella quiere ser es presidenta. Conociendo cómo su lucha la ha llevado a ser amenazada por grupos paramilitares, atacada por una de las disidencias de las FARC y a hacer campaña electoral rodeada de escudos antibalas, no parece fácil que la vayan a poder callar.

Como esta crónica, Márquez empezó aclarando el final -deseado-: la presidencia. Viendo cómo hay quienes ahora se alejan de ella para seducir al electorado más temeroso ante sus promesas de cambio, quizás se entienda mejor por qué en los dos siglos de historia de la República de Colombia aún no ha gobernado la izquierda. O los progresistas. O como Petro quiera llamarse. O llamarlos. (La Marea)