La discusión política chilena de estos días —reflejada en la prensa, la carrera presidencial, la deliberación constitucional y la conversación ciudadana— es, ante todo, práctico-existencial, pero apela, a la vez, a variadas tradiciones de pensamiento sobre la soberanía popular.
1 En efecto, ¿qué discutimos?
En términos prácticos, quién será elegido presidente de la República, o sea, jefe de Estado y del Poder Ejecutivo. Y qué efectos tendrá a futuro la distribución del poder ya establecida en el Congreso Nacional, los gobiernos regionales y la administración de las comunas. Y cuál será el impacto de todo esto sobre la Convención Constitucional (CC) que, tras un plebiscito apabullante, está encargada de proponer la nueva carta fundamental que habrá de regir la composición del conjunto de los poderes constituidos, sus funciones, coordinación y límites.
En breve, el cuadro total de la gobernanza del país se encuentra en proceso de revisión y se halla por eso, de alguna manera, en vilo. Significa que está “sin el apoyo físico necesario o sin estabilidad” y, por ende, es percibido “con indecisión, inquietud y zozobra”, como aparece en la conversación cotidiana, la comunicación familiar, los sondeos de opinión y las redes sociales.
De verdad, es un hecho notable que, en estas circunstancias, el país continúe funcionando con relativa normalidad, sin que se haya producido un colapso, exista una rebelión permanente, o se impongan el desorden y la anarquía. Esto, sin embargo, no impide que exista un clima de temor y a veces angustia, mezclado con esperanza y expectativas, sentimientos encontrados que se han difundido ampliamente durante los últimos dos años.
Agréguense a este cuadro tres ....... SEGUIR LEYENDO>>