En
términos generales lo puntos más importantes de las elecciones
españolas ya han sido analizados. Sabemos que el PSOE recuperó más
de dos millones de votos y también que junto con Antonio Costa de
Portugal, Pedro Sánchez de España ha logrado remontar la marea baja
del socialismo europeo.
Sabemos
que las habilidades personales de Sánchez -un tipo nada ideológico,
cien por ciento práctico y con un sentido de la oportunidad que
envidiarían los mejores centrodelanteros del mundo- jugaron un papel
importante. Sabemos que además de sus innegables habilidades,
Sánchez debe su éxito al aparecimiento de una agresiva extrema
derecha post-franquista, pero también que VOX no era un lobo sino
solo un perro algo rabioso. Lo suficiente en todo caso como para
empujar votos hacia el PSOE y no hacia PODEMOS, agrupación que
seguirá siendo -por ahora- un partido parásito de la izquierda del
PSOE. Sabemos también del crecimiento de las autonomías, de los
federalismos y de los independentismos, representantes de un
micro-nacionalismo pre-franquista muy superior al post-franquista de
VOX. Y no por último, sabemos de la bancarrota del PP, mordisqueado
desde la ultraderecha por VOX y desde la centroderecha por Ciudadanos
(C's).
Pareciera
entonces que en las elecciones del 28-A han pasado muchas cosas. Pero
puede que no sea tanto así. Por supuesto, si nos concentramos en los
crecimientos y decrecimientos partidarios podríamos pensar que hubo
un verdadero terremoto político. Si realizamos en cambio una
observación segmentaria, podríamos convenir en que España mantiene
una más bien constante morfología: dos polos extremos y un centro
(centro-derecha, centro izquierda, centro centro) Una plataforma
suficientemente amplia para conformar acuerdos y concertar alianzas.
La mantención de esa morfología depende de todos los partidos pero,
como ocurre en la teoría de conjuntos, de unos menos y de otros más.
Ahora, desde ese segundo punto de vista, la variable fundamental está
representada por el C's
de
Arrimada y Rivera. ¿Por qué?
Simplemente
porque C's
es
el partido que tiene mayores márgenes de acción. En contraste, PP
será siempre lerdo pues los intereses económicos que clientiza son
muy pesados. VOX nació para ser el epígono de la Reagrupación
Nacional francesa: nacionalista, autoritario, facho. Y a las
autonomías, aparte de las bellezas, costumbres, banderas y
dialectos de sus nacioncitas, todo lo demás les importa un carajo.
No así C's.
C's,
surgido
de lo más profundo de la cantera catalana, logró constituirse como
un partido dotado de capacidad de desplazamiento nacional: el partido
del liberalismo democrático. De ahí justamente provino la atracción
que despertó tanto hacia la izquierda social como en la derecha
civilizada. Con algunas excepciones en los extremos, C's
está
efectivamente en condiciones de conectar o por lo menos coincidir en
diversos puntos con la mayoría de los partidos de la escena
española. En síntesis: un partido con raíces regionales y follaje
cosmopolita, impronta propia a los partidos post-modernos europeos,
no atados a “intereses de clase” ni mucho menos estamentales. C's
era
una promesa política. ¿Era y ya no lo es?
Era
mucho más de lo que es ahora. Eso no dice que C's
no
puede llegar a ser lo que podía ser: un partido hegemónico
(directriz) de la contienda política hispana. Repito: hegemónico,
no mayoritario.
La
diferencia entre hegemónico y mayoritario dista de ser secundaria.
Para hacer un paralelo con la ciencia física, se trata de una
diferencia parecida a la que se da entre la física cuantitativa y la
física cuántica. De acuerdo a la primera, lo que es determinante en
toda acción es la cantidad de masa. De acuerdo a la segunda, el
desplazamiento de las partículas elementales dentro y fuera de la
masa. En términos políticos, un
partido puede ejercer hegemonía sin constituir mayoría.
Y bien, esas son condiciones que C's
perdió
durante el fragor pre-electoral.
El
primer error,
en cierto modo, la madre de todos los errores que después
sobrevinieron, fue el peor que se puede cometer en política. El de
confundir a un adversario político, el PSOE, con un enemigo
principal. Un error funcional, decían algunos publicistas, pues
Albert Rivera intenta erigir a C's
como
el partido hegemónico de la derecha. Exacto: ese
fue el segundo error.
Al situar a C's
en
una posición objetivamente aliancista, aún manteniendo una retórica
centrista, nadie pudo borrar la imagen de “las tres derechas
unidas”. Y este hecho puso a merced del PSOE grandes espacios de
centro que por supuesto Sánchez, ni corto ni perezoso, supo ocupar.
Más aún: la cercanía geométrica establecida por C's
con
VOX, representante de un anti-autonomismo extremo, llevó a los
autonomistas moderados (sí: los hay) de Cataluña y el País Vasco
hacia el lado del “sanchismo” cuya alternativa “federalista”
no entiende nadie, pero suena mejor que la represión policial
ofrecida por los partidos de la derecha extrema.
No
obstante, aún sobre la base de errores de posicionamiento, nada
obligaba a C's
a desarrollar
el estilo de lucha frontal, injurioso y excluyente en contra de
Sánchez y el PSOE, hasta el punto de no dejar ninguna puerta, ni
siquiera una ventana abierta para después de las elecciones. Y aquí
el problema es más grave. Las
elecciones que tienen lugar en diferentes países europeos, en España
también, pueden ser consideradas antesalas de la gran batalla
electoral que tendrá lugar en la elecciones europeas del 26- M.
Cierto es que en los debates ningún candidato se pronunció sobre el enfrentamiento que se avecina, como si España viviera en el orto del mundo. Explicable en el caso de Podemos y Vox. Ambos son partidos anti-europeos, aliados objetivos de Putin y de su campaña desestabilizadora. Pero PSOE, por su tradición histórica, PP, por los intereses que representa y C's, por su vocación liberal-democrática, son partidos europeos y europeístas, defensores a ultranza de la UE. De una u otra manera, frente a la ofensiva ultranacionalista, los tres están obligados a encontrar una coordinación que sobrepase a la simpleza del eje izquierda-derecha, estructura bi-frentista rehabilitada por el propio C's.
No
haber tomado la bandera de la defensa de Europa para no lastimar
mezquinos pactos nacionales puede costar caro a C's.
El
anuncio de Rivera relativo a liderar a las derechas en contra del
PSOE, no puede ni debe superponer la razón de un partido por sobre
la razón de la democracia euro-occidental. Aún es tiempo para que
C's
rectifique.
Aún es tiempo para que Rivera salte por sobre sus propias sombras.
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