Yonathan Michel Meza - El auto-descubrimiento de América.



Cada doce de octubre se aviva la polémica de lo que somos, se entra en el debate sobre nuestra existencia como cultura, hibrida cultura, mestizaje de mestizajes, de marcas predominantes del hoy de América y, más precisamente, de Latinoamérica. Para empezar, estamos hablando en español, en un español que hemos hecho nuestro, que hoy corresponde a un efectivo vehículo de conexión entre países hispano hablantes de esta Latinoamérica.
El doce de octubre de 1492, tiene la gracia de los historiadores, un dato exacto de un día preciso, que corresponde a una llegada; ciertamente, unos navegantes lejanos se salvaron de un posible naufragio. Sin ese día, todo cuanto nos rodea tendría otro tono, otra modificación de lo geográfico, no estaríamos aquí con en este idioma español, que permite nombrarnos y nombrar las realidades que conocemos.
Sabemos que una vez se llamó a este día, el día del Descubrimiento de América, desde la perspectiva de que Europa desconocía un vasto continente. Aún ante el arribo, el equívoco de haber llegado a las Indias, a ciertas islas, a cierta ruta del Oriente persistió y se convirtió en el estigma de llamar indios a los pobladores hoy desconocidos.
Para subsanar este yerro de precisiones, el día se llamó Encuentro de dos mundos para así resaltar que dos mundos muy distintos se encontraban, se hermanaban en fraternal abrazo, la revisión de las evidencias, de los terribles desmanes de la Conquista, dieron al traste con este juego de la retórica y la arrinconaron al desencuentro. Abonada la polémica por la visión de hacer justicia ante una historia que ya no se puede trastocar, las cosas son como son, no hay remedio; especular sobre lo imposible nos trae a un juego muy prodigioso para la ficción literaria pero evasivo de las identidades culturales, que aunque construcciones mentales, determinan nuestro estar en el mundo. Así aceptamos, en este hoy, que somos latinoamericanos.
Los hechos no siempre pueden ser datados, es decir, darles una fecha precisa, hay un mar de cosas que se mueven, procesos, que a veces pasan desapercibidos, las fechas gustan mucho a la historiografía porque permiten marcar un acontecimiento. Así, ese doce de octubre, nos determina y nos sumerge tanto en la polémica como en la inquietud sobre nuestra identidad.
Desde una retórica que pretende hacer justicia a lo reprochable, la conmemoración pasó a enarbolarse como el Día de la Resistencia Indígena, construcción que vende la idea de tomar partido por el indefenso, así como la de hacer pagar por sus desmanes a quienes hoy ya no están, a esos conquistadores de la historia y la leyenda. Luchamos así contra un fantasma, el fantasma de la Conquista, un hecho histórico, qué duda cabe, pero sobre un pasado cuya reparación de daños resulta difícil. El nombre de Resistencia, tuvo la resonancia de la magia, de la justicia y de lo mítico. De un hilo que nos cruza en el tejido de nuestra cultura. Un hilo que nos hace blanco fácil de los discursos de lo utópico, de lo mágico y de lo poco realista.
Europa en tanto, tuvo que cuestionar todos los basamentos que habían configurado sus construcciones míticas durante siglos, sus discursos, sus mentalidades, ese cuestionar pasó a ser un auto-descubrimiento, un proceso lento, que llevó a pensar a algunos, en los muchos equívocos culturales que ostentaban. Todo este proceso histórico resulta difícil asignarle un dato preciso, un número, una fecha en el calendario, pero cuyo rastro se puede seguir cuando vemos que Europa entró en el cuestionamiento de las monarquías, el avance de las ciencias, el desarrollo de otros discursos para entender el mundo en el que vivimos. Podemos decir, haciendo una lectura implícita de El Jorobado de Notredame de Victor Hugo (La ficción se ambienta en 1482), que sin la llegada de estos europeos a lo que hoy es Latinoamérica, el acontecimiento mítico de la Revolución Francesa tal vez, no habría tenido lugar, pues Europa estaba dormida en su tranquilidad, posterior a 1492 empezó el lento despertar, a reflexionar que un Continente existía en una ruta considerada peligrosa para la navegación.
Hoy corresponde hacer lo propio, hoy corresponde saber que Latinoamérica si de verdad quiere avanzar, tiene que dejar los discursos del lloriqueo inútil, que le hacen juego a lo mítico, muy bueno para la poético pero muy lamentable para las actuaciones sociales, seguir el curso de los hechos se convierte en sobradas razones para esbozar que lo mítico envuelve en fino papel regalo el solapado resentimiento, que no hace otra cosa que servir a la destrucción de lo que somos, de lo que ha sido y de lo que se piensa construir. Un hilo que se lleva al traste los proyectos incubados con el más factible realismo pues, al revestirse de lo mítico, se hacen populistas, conspiranoicos, lacrimógenos y nada útiles.
Auto-descubrirse es mirarse con sinceridad, con absoluta franqueza, para decirse a la cara, frente al inexorable espejo de la cultura, nuestros defectos y nuestras virtudes y ponerlas a trabajar para que en nuestra distinción tengamos un lugar, aunque modesto, en el mundo del hoy. Un mundo herido que reclama coherencia, que exige determinación de ser. Y tal vez sea este el examen propicio que como cultura debemos aprobar, el auto-examen, el pensarnos a nosotros mismos y actuar para tener lugar en el hoy, en el eterno presente que habitamos.