Dame la luz en medio de la oscuridad, 
la voz antes del sonido, 
el amor que no se dice:
La locura, dame la locura. 
Dame el tiempo que necesito para ser. 
Dame la flor blanca de tu invierno, 
la lentitud de tus pasos, 
la noche del amanecer o la caída triste de tus ojos. 
Dame la fe, dame un signo, el momento de ser nada, 
la intuición triste de mi otoño: 
El altar y la altura, el pálpito, también el trino, 
dame cualquier cosa: quizás otro verano
lo que sea, lo que tú creas, lo que tú digas. 
Dame por último lo que te dé la gana.
Pero dámelo.
Pero dámelo.
