Total
Intérprete: Olga Guillot. Autor: Celio Gonzáles
Pretendiendo humillarme pregonaste/ el haber
desdeñado mi pasión/ Y fingiendo honda pena imaginaste/ que moría de
desesperación/ Total, si me hubieras querido /
ya me hubiera olvidado de tu querer / Ya ves, si no tengo a tus besos/ yo no
muero por eso/ yo ya estoy cansada de tanto besar/ Pensar que llegar a
quererte/ es creer que la muerte/ se pudiera evitar/ Ya ves, que fue tiempo
perdido/ el que tú has meditado/ para ahora
decirme/ que no puede ser/ Total, si me hubieras querido/ ya me hubiera
olvidado de tu querer/ Ya ves/ si no tengo a tus besos/ yo no muero por eso/ yo
ya estoy cansada de tanto besar/ Ya ves, que fue tiempo perdido/ el que tú has
meditado/ para después decirme/ que no puede ser/ que no puede ser / que no
puede ser/ Vivir sin conocerte/ Ay.... / Puedo vivir sin ti / Puedo vivir sin
ti
Total en el contexto del
despechado bolero que nos canta la Guillot no quiere decir total, palabra que
alude a alguna totalidad. Total quiere decir después de todo, expresión
aún más confusa y elusiva que total porque no puede haber nada
después de todo ya que el todo es todo o no es todo. Pero quien
quiera entender a los idiomas en sentido literal nunca entenderá ningún idioma.
En
el caso del bolero, Olga Guillot se está despidiendo no de la persona a la que
amaba sino del amor que para ella representaba esa persona. Del texto no
podemos inferir si se trata de una despedida que finge un legítimo orgullo
-para después, como ocurre en muchos casos, correr a su habitación y sollozar
sobre su almohada- o se trata de una decisión, calculadoramente tomada.
Importante es destacar en esta fría
despedida que el tiempo verbal que predomina en su discurso es el condicional (si
me hubieras querido, si no tengo tus besos, etc.) Eso quiere decir que ella
está rompiendo a través del bolero con una relación de amor sujeta a
condiciones. Y al afirmar esta frase, puedo imaginar que mi querida amiga
Diotima de Cuba diría que el amor para que sea amor debe ser incondicional. De
más está decir que ésta es una tesis que cuenta con muchos partidarios en
círculos teológicos.
Yo no niego, por supuesto, que en ciertas
ocasiones el amor no está sujeto a condiciones. Uno de los filósofos dedicado a
este difícil tema, Harry Frankfurt, recurre como ejemplo de un amor sin
condiciones a aquel que sentimos hacia nuestros hijos (2005, p.44). No es
excluible también que después de una larga relación de amor, el amor basado en
el conocimiento mutuo y en múltiples perdones puede volverse incondicional
entre dos seres que se unen para vivir.
Los amores de pareja, sin embargo, suelen
ser amores condicionales y condicionados, algo que sabían muy bien Los Tres
Diamantes cuando cantaban el famoso bolero llamado Condición. Eso
significa que entre dos se establece una suerte de pacto no escrito que si es
violado puede llevar a su anulación. Existe sobre ese tema un bello bolero que
cantaba Leo Marini donde el amante dice a la amada: Nuestro pacto no es con
Dios.
En esta separación, Olga Guillot no hace
ningún drama e incluso niega el amor sentido convirtiendo con ello a la ruptura
del pacto en algo inútil pues para romper una relación de amor se necesita por
lo menos algo de amor y Olga afirma que ese amor ella no lo tiene. Luego, no
hay nada que romper. En fin, Olga Guillot está demostrando un gran amor a sí
misma.
Según Harry Frankfurt (p.87), el
tan denostado “amor a sí mismo” -que se confunde muchas veces con el mal
narcisista o con el simple y clásico egoísmo- no solamente es una de las
condiciones que llevan a amar a alguien, sino, además, es un resultado del amor
de alguien a otro. Harry Frankfurt no cita lamentablemente a Nietzsche, quizás
el primer filósofo que incluyó al amor hacia uno mismo como una de las
condiciones del amor a la vida. Nietzsche planteaba incluso que la vanidad es
una de las más altas virtudes humanas. “La vanidad” –escribió el demente
filósofo- “es la piel del alma” (1983, p.155). Y efectivamente, si amar es dar
amor, el amor hay que tenerlo: nadie puede dar lo que no tiene. A la vez, si lo
tenemos es porque lo hemos recibido y el más importante –afirman casi todos los
analistas- es el amor primario que comenzamos a recibir desde el día en que
nacemos. La vanidad, para decirlo de modo algo burdo, la mamamos. Quien ama,
mama.
Recordemos en este punto que no por casualidad
hay un bolero clásico sobre el tema de
la vanidad, uno cantado por muchos próceres boléricos y cuyo autor es Armando
González. En una de sus partes el bolero dice así: “Vanidad/ por tu culpa he
perdido/ un amor, vanidad/ que no puedo olvidar/ Vanidad/ con las alas doradas/
yo pensaba reír/ y hoy me pongo a llorar”.
Del texto deducimos que un excedente de vanidad
impide la realización del amor. Sin embargo, una ausencia radical de vanidad
nos lleva a menospreciarnos hasta tal punto que, como diría Lacan, no podemos
dar a nadie lo que no tenemos. Lamentablemente la cifra exacta de la vanidad
eróticamente necesaria no ha sido fijada por ningún filósofo.
En cualquier caso la condición del amor no
es para Olga la pura vanidad. ¿Cuál es la condición del amor de Olga?
Estudiando el texto, he llegado a la conclusión de que la clave se encuentra en
esta frase filosóficamente grandiosa: Pensar que llegar a quererte es creer
que la muerte se pudiera evitar. Esa frase significa que en el pensamiento
de Olga yace implícita la idea metafísica de que el amor total no puede existir
puesto que la totalidad traspasa el fin de nuestros días. Y si esa totalidad es
imposible para nosotros, significa que el amor de un ser humano a otro es
perfectamente prescindible, siempre y claro que no confundamos a quien amamos
con el portador del amor infinito. Porque ningún mortal (porque es mortal) es
digno de ese amor total. Además, alguna vez tenemos que aceptar que tanto amor
no podemos soportar sin perecer aplastados bajo su propio peso. No lo afirmo yo.
Lo dicen nada menos que Los Panchos en un famosísimo bolero de Rafael
Hernández: Ay, amor ya no me quieras tanto:
Yo siento en el alma / tener que decirte/
que mi amor se extingue como una pavesa/ y poquito a poco te quedas sin luz/ Yo
sé que te mueres cual pálido lirio/ y sé que me quieres, que soy tu delirio/ y
que en esta vida yo he sido tu cruz/ Ay, amor ya no me quieras tanto/ ay, amor
no sufras más por mí/ si no más puedo causarte llanto/ ay, amor olvídate de mí/
Me da pena que sigas sufriendo tu amor desesperado/ Yo quisiera que tú te
encontraras/ de nuevo otro querer/ otro ser que te brinde la dicha que yo no te
he brindado/ y poder alejarme de ti/ para nunca más volver.
En breve: en este texto se está buscando
una salida a la aporía propuesta por Leo Marini en el bolero anteriormente
comentado que dice así: “Ni cerca ni distante, podemos ya vivir”. La
salida de esa aporía sólo puede ser encontrada, de acuerdo a Los Panchos,
bajando la gradación del amor: “no me quieras tanto”, que es
precisamente lo que está haciendo Olga Guillot al cantar Total: destotalizar la
totalidad
Que el amor humano no puede ser total,
lleva a concluir que el amor total es el más alto grado de amor posible. Es
quizás en ese sentido que el filósofo H. Frankfurt afirma que todo amor se mide
en grados. Luego, con relación al amor total, todos los amores son amores
degradados. Eso no excluye que el amor pueda alcanzar grados altísimos para
nuestra escala, la humana. A partir de esa premisa es posible afirmar que hay
personas que amamos menos y a otras más. Incluso puede que a una misma persona
la hayamos amado de más a menos cuando descubrimos en ella partes oscuras que
no conocíamos. O a la inversa, de menos a más, cuando descubrimos en ella zonas
luminosas que ni siquiera presentíamos.
Precisamente es la incapacidad que tiene
el amor para llegar a su totalidad, la razón que lleva a Frankfurt a decir que
el amor comporta la posibilidad de la “indecisionalidad” (p.98). Efectivamente: suele ocurrir que a veces se produce una colisión entre
dos amores. No sólo entre dos personas que amamos -a cada una de modo
diferente, por supuesto- sino entre una persona y nuestros intereses, ideales,
deseos. Más aún, puede darse el caso de que esa “indecisionalidad” se presente
con respecto a una sola persona cuando amamos una parte de ella y otra no. Si
esa “indecisionalidad” es muy grande, el amor lleva a una situación de
ambivalencia difícil de soportar. Esa ambivalencia es el mejor medio para
echarse a perder la corta vida que nos dieron. Pero, por otro lado, hay que
reconocer que sin esa ambivalencia jamás podríamos tomar decisiones y luego
jamás podríamos ser libres, libres para amar o para odiar.
De la ambivalencia podemos liberarnos
tomando una decisión, cualquiera que sea. En el caso de Olga Guillot es
evidente que ella ha tomado una decisión, la más dolorosa quizás, pero desde
una perspectiva ética, tal vez la más correcta. Ella ha liberado su alma que
estaba enredada en otra, la ha restituido a su propio ser y así ha quedado en
condiciones para, si se presenta la ocasión, volver a amar. Total, dice, el
amor no es nunca total. Alguna vez, antes o después de mí, ha de morir.
Y si el amor humano no puede ser total,
puede deducirse que el título del bolero que es “total” no es nada de casual.
Total vendría a significar no sólo después de todo, como interpretamos
al comienzo, sino también lleva implícita la afirmación de que un amor que no
es total es un amor mortal. Y yo creo que muchos, al llegar a una determinada
edad, nos convertimos en portadores de algunos amores muertos. Quien piense lo
contrario, puede lanzarme la primera piedra.
Luego, Olga Guillot declara que ella puede
vivir sin ese amor. Eso está claro. No obstante, en la formulación que ella ha
elegido para anular su relación de amor, aparece un problema que es lógico y
gramático a la vez. Olga no sólo afirma
que “puedo vivir sin ti”, además, afirma que puedo “vivir sin conocerte”. El
problema reside en el hecho de que a quien ella canta ya lo había conocido.
Luego, la construcción formal correcta de la frase debería haber sido “puedo
vivir sin recordarte”. En este caso, Olga está usando el verbo conocer como
sinónimo de recordar. Bien. Este sería un simple error gramático si no fuera, a
la vez, una tesis profundamente agustina.
Como es sabido, Aurelio (san) Agustino
afirmaba que el conocimiento de las cosas se encuentra en la memoria. La
memoria es la capacidad que tenemos para traer el pasado hacia el presente lo
que, según San Agustín, es un anuncio de la eternidad en el ser mortal pues la
eternidad es la fusión de todos los tiempos en uno. El
recuerdo trae al presente aquello que más se quiere recordar que es recordar lo
que amamos y, a veces, lo que odiamos. En cualquier caso, nadie recuerda demasiado
lo que nos ha sido indiferente. Por lo tanto, es perfectamente admisible que
los verbos conocer, recordar y amar, puedan confluir en uno solo, lo que
siendo un error gramático es un acierto filosófico puesto que si recordamos lo
que amamos, y si conocemos lo que recordamos, lo que amamos es lo que
conocemos. En fin, muy suelta de cuerpo y con alta gracia filosófica, Olga
afirma: no te recuerdo, luego no te amo, y si no te recuerdo, ya no te conozco
mosco.
Sencillamente brillante.
Referencias:
Frankfurt, H. Gründe der Liebe, Frankfurt 2005
Nietzsche, F. Menschlisches, Allzumenschlisches, Obras, tomo 3, Salzburg 1983
San Agustín, Confesiones, Madrid 1983