Sobre la
poesía en sí
Pienso que
la poesía es el eslabón no perdido entre la prosa y la música
Con la prosa
tiene en común la poesía el trabajar con palabras. Con la música tiene en común
el decir cosas que no se pueden decir con palabras.
Esa es la
razón por la cual a diferencia de la música, la que renuncia de modo manifiesto
al uso de las palabras, cada poema está destinado a fracasar al intentar decir
con palabras lo que no se puede decir con palabras. La poesía entonces es el
acercamiento de cada palabra a su propia indecibilidad.
Ninguna
palabra de un poema puede decir con las palabras del poema lo que quiere decir
el poema
La paradoja
del caso es que el fracaso del poema es la condición de la propia existencia
del poema.
Mientras más
grande es el fracaso, es decir, mientras más grande es la imposibilidad de
decir lo que se quiere decir, más grandioso es un poema. De ahí que el valor
intrínsico de un poema no reside en lo que dice sino en lo que insinúa. Son dos
cosas muy distintas.
Sobre el
tiempo y la poesía
Discrepo de
la creencia mantenida por San Agustín y después por Borges relativa a que el
tiempo existe en relación a uno mismo ("Yo soy el tiempo").
El tiempo
puede existir sin mí, pero no puede existir sin un espacio. Pero tampoco el
espacio puede existir sin el tiempo. Luego el "Yo soy" es la
relación entre uno con el espacio y con el tiempo. Pero con los dos, no solo
con uno. En el tiempo somos y en el espacio estamos.
Hacer poesía
implica buscar un nexo entre el “ser aquí”, o estar, con el “ser allá”. Ahí
reside la similitud innegable entre la poesía y la filosofía.
La poesía es
un intento de acceder al tiempo del ser a través del espacio del estar.
Eso quiere
decir que un poema solo mantenido en un espacio, por ejemplo, en el espacio de
un objeto, no merecería llamarse poema. Por cierto, podría ser un muy buen
bolero. Pero un poema, no.
Como
sabemos, hay dos tiempos, el eterno y el terreno.
La poesía
está situada entre esos dos tiempos. Todo intento de acceder desde este tiempo
al tiempo eterno es un acto poético.
El poema
debe ser un salto, por muy pequeño que sea, un salto desde la tierra hacia el
cielo. Ahí reside la grandeza de su fracaso. Ningún salto puede llegar jamás al
cielo.
Sobre la
poesía y la vejez
Hay una
relación muy cercana entre la vejez y la poesía. Cuando somos viejos estamos
más cerca de la muerte. Cuando escribimos un poema, también. La razón es que la
muerte, en sentido geométrico, está muy cerca del más allá. En mi opinión los
jóvenes no deberían escribir mucha poesía. Más bien deberían vivirla. Los
viejos, en cambio, la hayamos vivido o no, nos hacemos más preguntas sobre la
otra vida que los jóvenes. Es un proceso natural. Los jóvenes son más físicos
que metafísicos. Los viejos son más metafísicos que físicos. La poesía también.
Sobre el
Amor en la poesía
El amor es
lo que se quiere y no se tiene. También es lo que se tiene y podemos -en
cualquier momento- perder. Sólo frente al fin del amor o frente al fin del
sujeto del objeto del amor, o solo frente a la posibilidad de pérdida del amor,
podemos saber si el amor es amor. Antes no. Todo amor es una historia de amor.
Y la historia es y será historia del pasado. El amor en ese sentido es un
sobreviviente del pasado. No hay amor sin recuerdo. El amor reside en el recuerdo.
La poesía recuerda al amor.
Sobre la
Mujer en la poesía
La Mujer es
sin duda el objeto predilecto de la poesía. Casi no hay poeta en la historia de
la poesía que no haya escrito a una mujer. Y es obvio que sea así. La mujer
tiene que ver con el deseo, el deseo tiene que ver con el amor y el amor tiene
que ver con la poesía.
¿Y en el
caso de las poetisas o poetas femeninas?
No deja de
ser interesante. He leído en este último tiempo mucha poesía femenina y salvo
raras excepciones he observado que las mujeres cuando escriben sobre hombres
escriben sobre ellas mismas, es decir, sobre lo que ellas sienten por el
hombre, pero no sobre el hombre
Una
hipótesis aventurada podría deducir que esa autoreferencia de la mujer tiene
que ver mucho con su condición (social, cultural) más inmanente que
trascendente. En todo caso sabemos que las mujeres son más narcisistas que los
hombres. Cuando se embellecen lo hacen más para ellas que para los hombres. Esa es, pienso, la gran ventaja de la poética femenina: partiendo desde el estar es posible acceder a ser. Partiendo desde el ser, en cambio, solo podemos llegar a la nada
Qizás sea
necesario agregar algo más sobre este tema. Pues tengo la impresión de que en
relación con el sexo opuesto podemos dividir a los y a las poetas en dos
grupos. Unos son los que confunden el significante (mujer u hombre) con el
significado. Por cierto, hay entre ellos poetas ingeniosos, mas creo que nunca
alcanzarán la belleza oculta que nos brinda la poesia. Cuando más –aunque
recurran a la más furiosa sexualidad- se quedan en “lo bonito”. Pero
afortunadamente hay otro grupo de poetas: me refiero los que ven en la mujer o
en el hombre (es decir, en el amor) el significante de un significado que
recién comienza en el cuerpo humano pero que nos lleva más allá, mucho más
allá. No, no hablo del espíritu ni de la metafísica. Si se quiere, hablo de un
vacío, o mejor, de un abismo: un significante que está más allá de la vida y
que besa a veces los labios secos de la muerte.
Lo cierto es
que sin que me digan si una poesía fue escrita por un hombre o por una mujer,
al solo escucharla ya sé si la ha escrito un hombre o una mujer. No ocurre así
con la prosa. Ahí casi no hay diferencias.
Sobre los
objetos de la poesía
Hay que
terminar con la nefasta idea de que solo determinados objetos son dignos de la
poesía. Mi opinión es que todo, absolutamente todo puede ser bajo determinadas
condiciones, poetizable. Hasta una rata puede ser tan poetizable como una
mariposa. Los pintores lo han entendido mucho mejor que los poetas. Véase la
pintura del Bosco, está llena de ratas por todas partes.
En una
película de Tarkovski, no recuerdo el título, el cineasta enfoca durante más de
diez minutos las gotas de agua que caen sobre un tarro sucio en medio de un
basural. Pocas veces he visto una imagen tan poética como esa.
Por cierto,
hay objetos más fácilmente poetizables que otros. Los objetos de la Creación,
por ejemplo, son más poetizables que los objetos de la Invención. Los primeros
tienen que ver con Dios, quien ha creado todo. Los segundos con el ser humano,
quien no ha creado nada pero sí ha inventado mucho. Por supuesto, si alguien
quiere dedicar un poema a un programador o a un automóvil, está en su derecho,
siempre y cuando no lo confunda con un objeto de la Creación. La poesía, como
su hermana, la música, también es una invención, pero cuidado, se trata de una
invención puesta al servicio de la Creación, o mejor dicho, de una invención
destinada a enfrentarse con algunos enigmas de la Creación.
Sobre la
poesía política
Si alguien
quiere escribir una poesía sobre hechos o actores políticos, es cosa suya. Pero
dicho entre nosotros, yo encuentro dicha acción algo más que superflua. Si yo
por ejemplo quiero escribir sobre política, escribo un artículo político, no un
poema.
Me parece
ver una grave distorsión patológica en la relación establecida entre muchos
poetas con la política. Y esa distorsión no es culpa ni de la de la poesía ni de
la política.
Sobre
Dios en la poesía
Es
inevitable, no son lo mismo pero se encuentran siempre entre sí. Y la razón es
muy simple: Tanto Dios como la poesía están en todas partes: Sobre nosotros,
entre nosotros y dentro de nosotros. Esa es la razón quizás por la cual los
grandes poetas están poseídos por un ímpetu que yo calificaría sin ningún
problema como religioso. No se trata de que esos poetas nombren a Dios en cada
estrofa como solía hacerlo Teresa de Ávila. Muchas veces ni siquiera creen en
Dios y solo rara vez lo nombran. Pero por dios, como lo buscan. Para poner un
ejemplo, para mí la poesía de Neruda está sobredeterminada por una religiosidad
casi agónica. Quizás solo Walt Whitman antes que Neruda buscó a Dios con
tanta desesperación en sus poemas. Hoy día, al leer la hermosa poesía de Paul
Auster, judío pero ateo, siento palpitar ese mismo deseo de encuentro con Dios.
La verdad es que a Dios se lo busca mientras menos lo nombramos. Ya Sócrates
sugería que pensar consigo mismo es hablar con Dios en uno.
Deberíamos
quizás hacer la diferencia entre poesía religiosa propiamente tal y la
religiosidad de la poesía. Puede ser incluso que la poesía sea un medio para
ayudar a Dios. Sí: A veces tengo la impresión de que Dios está muy solo. La
poesía nos acerca un poco más a Dios.
Para mí
Dios, entre otras cosas, es La Vida. O dicho a la inversa: La Vida es uno de
los nombres femeninos de Dios.