Ética es una
palabra que viene de Grecia y moral otra que viene de Roma. Por eso una de las
primeras premisas de Aristóteles es que la ética depende de condiciones de
tiempo y lugar, es decir, no hay una ética universal y absoluta. Lo que es
ético aquí puede que no lo sea allá. Ni lo que es para mí, que lo sea para ti.
Aristóteles
estableció, además, una segunda premisa; a saber, la ética proviene de la
discusión. Hoy diríamos, en concordancia con Habermas, la ética es un concepto
discursivo. Nunca termina de hacerse. Muy diferente para los romanos.
Para los romanos la
ética debía ser pre-scrita y luego codificada. Esa ética pre-scrita es lo que
llamamos moral. Y sobre moral no se discute. La moral romana –es decir, la
moral- está más cerca de la ley moderna que de la ética griega. Del mismo modo
los mandamientos de las religiones no están sujetos a revisión. Mandan y punto.
En cambio es imposible imaginar una ética sobre la cual no se discuta.
Podemos entonces
decir que la ética es situacional y grupal a la vez. En ese sentido debemos
distinguir tres tipos de ética. La que viene de la tradición, la que viene de
los grupos (profesiones por ejemplo) a los cuales pertenecemos (o ética
situacional) y en el último tiempo, las que se deducen de alguna ideología. De
tal modo que si alguna vez alguien te acusa de no ser ético, debes preguntarle
a cual de esas éticas se refiere porque de otro modo no se entiende nada.
Más importante
todavía es establecer una relación entre la ética y las leyes. Pues desde que
hay leyes nos regimos por ellas y no por éticas que cada uno pueda interpretar
a su gusto y antojo. Recordemos en este punto a Kant. Cuando no hay leyes,
apelamos a las máximas, decía. Pero las máximas no pueden sustituir a las
leyes, agregaba. Más aún, las máximas (que al no ser leyes son normas éticas)
deben ser deducidas si no de la letra por lo menos del sentido de las leyes. La
conclusión es obvia: ninguna razón ética puede ser anti-constitucional, aún
cuando opere sobre un “vacío” constitucional. Efectivamente: no hay mayor falta
a los principios éticos que actuar u opinar en contra de lo que dicen las
leyes.
Eso significa: si
alguien realiza sus actos de acuerdo a la constitución y las leyes, no puede
ser juzgado por ningún principio ético. Solo en ausencia de ley adquiere la
ética su razón de ser.
Pero como está
dicho, las leyes no cubren todo los espacios de la vida. Un profesor, por
ejemplo, puede ser muy buen padre de familia y en su casa ser ético, pero si no
prepara sus clases, en su profesión no lo es. La ética, entonces, es un
concepto plural. No existe “la” ética, solo hay éticas (familiar, ciudadana,
profesional). Incluso las unas pueden entrar en conflictos con las otras. Creo
que no necesito dar ejemplos. Casi no hay ser humano que no haya sido sometido
alguna vez a un conflico inter- ético. Son los también llamados conflictos de
lealtades. ¿A quién ser más leal? ¿A la novia o a la madre? ¿Al esposo o al
amante? ¿A la familia o a la patria? ¿A mi religión o a la constitución? ¿A la música o a la política? Los
psicoanalistas conocen muy bien esos
conflictos. Saben también que si esos conflictos no existieran, ellos, los
psicoanalistas, serían más pobres.
¿Hay una ética
política? Por cierto, el político que ofrece el cielo sin saber como
alcanzarlo, carece de ética profesional. Pero eso vale solo para los políticos
y no todos, al menos de profesión, lo somos. Eso quiere decir: nadie puede ser
juzgado éticamente por algo que no es o no hace. Juzgar por ejemplo a un
artista por su adhesión o no adhesión política cuando esta no viola a la ley es
un absurdo despropósito. Presionarlo, además, para que adscriba a una causa
política, e insultarlo si no lo hace, es un agravio a la ley, a la moral y por
lo mismo, a toda ética.
Por si alguien no
ha entendido, lo dicho significa lo siguiente: si alguien es socialista,
conservador, liberal, incluso fascista (en el caso en que los fascistas estén
legalizados) o simplemente un ni-ni o un no-no, está en su pleno derecho. Y
cuando hay derecho, no hay ética que valga. Naturalmente, podemos discutir a
cada uno lo que políticamente es o representa. Podemos -en muchos casos,
debemos- polemizar con sus posiciones.
Pero no podemos cuestionar su derecho a ser o no ser lo que alguien es o ha
decidido ser o no ser, de acuerdo a las garantías, derechos y deberes que
ofrecen la constitución y las leyes.
Esas solo son
algunas reglas básicas de la ética. Por cierto, hay además una ética
democrática. Una de sus razones nos dice que debemos aceptar (aceptar no quiere
decir compartir) las decisiones que no nos gusten cuando ellas están
circundadas por un marco constitucional. Si no fuera así la democracia sería
una imposibilidad. Ese principio es válido también en países dominados por
dictaduras o tiranías. En ellos la constitución ha sido violada por el propio
poder establecido. En la mayoría de esos países los ciudadanos luchan y se
organizan por el restablecimiento de
las libertades constitucionales. Mal podrían hacerlo si sustituyen los
principios constitucionales por un puñado de normas
éticas sujetas a la libre interpretación de cada cual. Razón de más para
repetir la idea central de este breve artículo: no hay mejor ética que la que
no contradice ni la letra ni el sentido de una constitución.
Las leyes nacieron
de las éticas. Pero después que nacieron las leyes, las éticas nacen de las
leyes.
Pienso que con esta
última frase he dado justo en el clavo. Voy a patentarla.