Fernando Mires - POLÍTICA Y AUTOPOIESIS



Casi no hay un día en el que en algún periódico no aparezca un artículo acerca de los “posibles escenarios”. Suelen despertar interés cuando se trata de materias políticas. A través de esos posibles escenarios, al lector le son ofrecidas, como en un bazar, distintas visiones de futuro. Él no tiene más que escoger.
Lo que el lector no sabe es que el autor del artículo ha hecho lo mismo. Ha elaborado posibilidades de futuro de acuerdo no solo a su lógica, sino a sus deseos (deseo y futuro son inseparables).
La experiencia indica que por lo general ninguno de los posibles escenarios se cumple. Siempre aparece “el otro factor”. La realidad es interferida por lo inesperado y el nuevo escenario no guarda relación con los previamente pensados.
Después de leer diversos “posibles escenarios” no queda más alternativa que decir: la historia no es lógica, es impredecible e imprevisible. No se deja regir por ningún otro principio que no sea el de la contingencia. Pero aquí hay que tener cuidado.
Cuando decimos la historia no es lógica, estamos diciendo que no se ajusta a nuestra lógica sino a otra lógica que no es la nuestra. No, no estoy hablando de la lógica del Dios de los teólogos, ni tampoco de una lógica de la Historia (con mayúscula) de los darwinistas, hegelianos y marxistas.  Hablo simplemente de acontecimientos que generan otros acontecimientos y así sucesivamente, hasta que llega el momento en el cual los historiadores encadenarán un conjunto de hechos (proceso) solo posible de ser entendido después que los hechos han sucedido.
O en otras palabras: la historia no es ilógica. No tiene una lógica pero sí tiene muchas lógicas. Esas lógicas habitan en el pasado y por lo mismo no son transferibles hacia el futuro. Y es “lógico” que así sea. La historia está formada por procesos autopoiéticos.
Autopoiesis. Concepto extrapolado del idioma griego por los científicos chilenos Humberto Maturana y Francisco Varela con el objetivo de ser aplicado a los sistemas de autorreproducción biológica. La autopoiesis se basa en el principio de automantención, principio que lleva a generar mecanismos múltiples de sobrevivencia al interior de los organismos vivos.
“Lo que vive quiere vivir” y por lo mismo tiende a la expansión -pensamos de acuerdo a la filosofía de Schelling-. En ese sentido, el concepto de autopoiesis, si bien no niega, reduce al mínimo el principio de determinación extrasistémica. No se trata por cierto de afirmar que los organismos vivos no están regidos por leyes. Pero – este es el punto central del pensamiento autopoiético- esas leyes son producidas por los propios organismos en el proceso de su permanente reproducción.  Así ocurre al menos en el ámbito de la reproducción de los organismos vivos.
El sociólogo alemán Niklas Luhmann, teórico sistémico por excelencia, intentó trasplantar las nociones autopoiéticas de Maturana y Varela hacia el espacio de la (auto)reproducción de los fenómenos sociales. De más está decir que un alud de críticas le cayó encima. No obstante, pese a la rigidez argumentativa de Luhmann, hay en sus textos una tesis digna de ser rescatada: los procesos históricos tambien generan su propia historia. Esa historia, al intervenir una multiplicidad de sujetos, es imprevisible y por lo mismo no puede ser proyectada hacia escenarios despoblados de sujetos.
Esa es la razón por la cual los llamados “posibles escenarios” nunca pueden darse como imaginan sus autores. Son el resultado de materiales extraídos del pasado proyectados hacia un supuesto futuro. Un pasado transferido hacia el umbral de lo desconocido, hacia el espacio de lo inexistente. Pues el futuro, si no hablamos en términos teológicos y/o teleológicos, no existe.
Es cierto, el pasado tampoco existe, pues ya pasó. Pero sí existió. Y el presente no es más que ese punto en el que chocan lo que ha sucedido con lo que deberá suceder. O ese hueco abierto entre dos infinitos, como decía, con tanto estilo, Hannah Arendt. Ese hueco, extendido en tiempo gerundio, vale decir, en un presente contínuo, es el tiempo en donde estamos siendo.
¿Hacia dónde apunto? A la formulación de otra tesis: la historia se construye de modo autopoiético, esto es, en espacios en donde actúan innumerables sujetos pensantes y actuantes a la vez.
El nombre de la autopoiesis en la historia es muy conocido: se llama política. En consecuencia, los políticos, tanto los de profesión como los de opinión (me incluyo) serán juzgados no solo por lo que han hecho o no hecho sino por las consecuencias de lo que han hecho o no han hecho en sus polis. Con malas o con buenas intenciones; no viene al caso.

La política – y con esto termino este breve texto- es el procedimiento mediante el cual la historia se construye a sí misma, a través de actores arrastrados por ese tiempo que viniendo del pasado, avanza hacia un lugar que nadie conoce. Así por lo menos lo vió Walter Benjamin en el siempre alucinante Ángel de la Historia de Paul Klee.