Alejo Urdaneta - LA QUINTA SINFONÍA DE GUSTAV MAHLER





Ha sido quizás la obra cinematográfica de Luchino Visconti: La muerte en Venecia (1971) la que ha difundido popularmente la quinta sinfonía de Mahler después de su creación en 1904. La obra de cine está basada en la novela del mismo nombre, del escritor alemán Thomas Mann, y la música que sustenta en la película el drama de los protagonistas es el Adagietto de la quinta sinfonía de Mahler.

En el adagietto se traza el retrato de la cultura mundana de los años 1900. Todo el film de Visconti repite el movimiento de la sinfonía, marcado por una atmósfera asfixiante que refleja la decadencia y la tentación, la belleza mórbida de la ciudad construida en la laguna, al norte del mar Adriático, y nos dice de la agonía y la nobleza decadente. El movimiento de la sinfonía en la película aporta su color sonoro, mezcla de sentimiento, sensualidad y melancolía. Es la expresión del “fin du siecle”, un siglo  que invadió a los contemporáneos con la maravillosa sorpresa de lo considerado como lo mejor, sin haber gozado de lo bueno, solamente de lo bueno. Aquel siglo XIX produjo las contradicciones sociales, pero también el sentido del hastío y las ideas agonizantes del romanticismo.
 Nada de aquello ha estado  presente en la quinta sinfonía, y por el contrario hallamos lo opuesto de una lasitud del espíritu. En Mahler la creación es voluntad, la búsqueda fanática, casi demoníaca de los detalles mínimos, “porque en el arco iris nuestros ojos aprenden a ver siempre más colores y modulaciones más tiernas y sutiles”. La pasión de Mahler, siempre insatisfecha por la instrumentación, el timbre y la interpretación, ha atraído la atención de los compositores para llevarlos a la perfección en la ejecución de la sinfonía. Es comprensible el afán perfeccionista para tratar de alcanzar la altura de Beethoven o Wagner.
  Mahler no perteneció al mundo retratado en la pieza cinematográfica de Visconti. No fue tampoco asiduo de los cafés de Viena visitados por dandis llenos de fatuidad, estetas exangües de la época. Nada de lo banal le interesaba. Pero había hacia aquello una atracción: “Es la polifonía lo que busco y la encuentro en estos lugares de feria y fanfarrias corales”. Todos esos elementos: lo trivial y bullicioso están presentes en sus sinfonías. Asociados a lo colosal y patético de su obra, al igual que lo tierno y refinado expuestos en el conjunto, se asemejan al mundo polifónico de Shakespeare. Su labor musical, y especialmente en esa quinta sinfonía, fue el cultivo de un universo propio con todos los medios a su alcance: los puramente técnicos de la instrumentación y los datos tomados de la realidad circundante, sin caer en el diletantismo. Lo redujo a esta reflexión: “La composición exige la autocrítica más severa. No basta sacrificar las proporciones, la estructura, la intensidad, etc, en provecho de una cosa bella. Todo debe estar en su lugar, en relación orgánica con la totalidad y las partes de la obra en sí mismas”. 
 El afán perfeccionista hizo temer a Mahler que la ejecución de su quinta sinfonía, tanto en el tiempo de su presentación como en el futuro, sería mal comprendida, y llegó a decir que era una obra maldita. El arco triunfal entre la marcha fúnebre del inicio hasta el final de estruendo y alegría temática, demostró en su carácter neobarroco el sentido de orientación del compositor y su duda sobre el logro del trabajo de creación en esta sinfonía. Exclamaciones como “El Scherzo es un movimiento perdido, será desafortunado” desalentaron quizás a los directores de orquesta que ejecutaron la quinta sinfonía, en busca de la exactitud del signo mahleriano en el océano que ruge en una explosión de sonoridades inesperadas y la atonalidad ya anunciada en los últimos cuartetos de Beethoven.
 “Per aspera ad astra”, puede ser insignia de la quinta sinfonía. El esfuerzo nos conduce a los astros, y esto quiere decir que en la ejecución de la quinta sinfonía de Gustav Mahler se requiere la acción concertada de músicos solistas, una orquesta de virtuosos ligados en complicidad como si se tratase de música de cámara.

Gustav Mahler Adagietto de la Quinta Sinfonía. Orquesta Filarmónica de Viena. dirige Leonard Berstein. Hacer clic 

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