A continuación publico un extracto de un artículo que ya fue pue publicado en POLIS bajo el título:
La renovación política de nuestro tiempo
Frente a la debacle electoral experimentada por EL PSOE la tesis del descenso político de las socialdemocracias europeas, parece haber encontrado una nueva confirmación.
¿Cuáles serán las consecuencias del descenso del socialismo democrático? Hasta el momento, hay dos que son evidentes: Por una parte, el retorno de los conservadores, quienes tampoco parecen disponer de los mecanismos para controlar la gigantesca crisis económica de nuestro tiempo. Por otra, un peligroso "vacío de representación" al interior del espacio tradicionalmente ocupado por las izquierdas parlamentarias del continente europeo.
En gran medida la crisis de los partidos socialistas democráticos comenzó a anunciarse a partir de otras dos crisis que -si aplicamos un estilo holístico de pensamiento- aparecen como expresiones de una sola crisis global. Las “dos crisis de la crisis” -permítaseme la expresión- resultan, por una parte, del declive del modo de producción industrialista, y por otra, del fin del periodo bi-polar cruzado por la llamada Guerra Fría entre quienes fueron los dos colosos del siglo XX: la URSS y los EEUU.
Desde la perspectiva de una periodización larga es imposible separar la crisis del industrialismo de la caída del imperio soviético sobre todo si se toma en cuenta que la URSS había apostado toda su energía productiva para derrotar económicamente a los EEUU por medio del desarrollo forzado de la industria pesada. Pero el paso, o pasaje, de la industria pesada a la industria digital no podía llevarlo a cabo la URSS sin globalizar su economía lo que suponía subordinarla a la hegemonía norteamericana y a la europea occidental. Ahora, ¿qué tiene que ver este hecho con la crisis de las socialdemocracias? La respuesta es muy simple:
Los partidos del socialismo democrático, al igual que los partidos comunistas, fueron organizaciones correspondientes a la era industrial “clásica”. En cierto modo son hijos de la segunda revolución industrial. Y lo fueron desde el punto de vista de sus orígenes históricos, de su ideología, e incluso de su propia organización interna, tan semejante a la de las grandes fábricas y empresas (rígido verticalismo, autoritarismo y extremo burocratismo)
De acuerdo a sus orígenes, las socialdemocracias surgieron, efectivamente, como partidos obreros. Su singularidad histórica reside en el hecho de haber servido de eslabón en la vinculación de los intereses de los grandes sindicatos fabriles con el Estado, papel que en América Latina fue cumplido por algunos partidos nacional-populistas como fue el caso del peronismo, del aprismo, del MNR boliviano, del PRI mexicano o del eje comunista-socialista en Chile. Y de acuerdo a sus ideologías, las socialdemocracias nunca renunciaron a su objetivo histórico: alcanzar la meta del socialismo.
La gran diferencia ideológica de la socialdemocracia con los partidos comunistas residía en que para la primera, la meta socialista debería ser alcanzada dentro de los marcos de la “democracia burguesa” a través de una política “reformista”. Así se explica por qué, cuando la URSS renunció a sus aventuras “revolucionarias” en Europa Occidental, diversos partidos comunistas, sobre todo el francés y el italiano, se convirtieron en las más perfectas socialdemocracias que es posible imaginar. En ese sentido no debe extrañar que la pérdida de la hegemonía social ejercida por los grandes sindicatos corriera a la par con la notoria pérdida de la hegemonía política de las socialdemocracias europeas.
Hoy, por cierto, los socialismos democráticos –aunque de modo precario- siguen subsistiendo. Puede ser también que allí o allá gobiernen durante algún periodo. Pero nunca más volverán a ser lo que fueron. Los cada vez más mediocres líderes y candidatos socialdemócratas –expresiones humanas de la miseria política por la que atraviesan sus partidos- no entusiasman a nadie. El “Estado social” que construyeron, ya se vino abajo. Sus macro- ideologías han sido reemplazadas por simples “ocurrencias” electorales.
Ahora bien, el problema es que el declive -o retirada, o debacle; elija el lector- del socialismo democrático, ha dejado detrás de sí un amplio vacío político. Sólo en Alemania ese vacío ha sido ocupado parcialmente por “los verdes” y en el Este del país, por “la izquierda”. En la mayoría de los demás países europeos donde las socialdemocracias erigieron sus bastiones, o gobiernan los conservadores o están sometidos a la presión de “multitudes” sin partido que buscan interlocutores políticos que por el momento no encuentran. De vez en cuando surgen partidos regionales como en Italia, o protestas sociales organizadas como ayer Attac y hoy los “indignados”. En cualquier caso, “ese nuevo espacio vacío” es y será un campo de atracción para la emergencia y desarrollo de nuevos movimientos sociales. Y no todos serán tan alegres y simpáticos como los de los indignados españoles o israelíes. El siempre latente neo-fascismo aguarda también su hora. En cualquier caso, hay que estar preparados.
Mires.fernando5@googlemail.com
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