Fernando Mires: ¿Qué son las redes sociales?






    La mayoría de los conceptos de las ciencias sociales son metáforas que solo pueden dar cuenta imaginativa de la realidad. Sin embargo, la metáfora de las redes tiene la particularidad de sugerir relaciones que no se encuentran en la simple dualidad sociedad/Estado, pues una sociedad redificada entrega imágenes diferentes a categorías como "sociedad civil" o "actor social". 
    El recurso de la redificación social es más importante en un período donde el deterioro de los Estados nacionales deja sociedades inermes detrás de sí, libradas a los puros arbitrios del mercado mundial. Pero si el retiro del Estado se realiza en una sociedad sujetada interiormente por múltiples redes comunicativas, las perspectivas no pueden ser solamente catastróficas, como quieren hacernos creer los ideólogos de la globalización Esa es la razón por la cual se se hace necesario desplazar la mirada desde el Estado (obsesión marxista y neoliberal) hacia el espacio de la constitución orgánica de la ciudadanía


    Metáforas y redes
    En estos tiempos en que todos hablan de globalización, conviene, en primera línea, hacer algunas distinciones. Por lo menos, distinguir entre procesos que llevan a una integración planetaria cada vez más creciente, y las ideologías que han surgido en su torno.

    No la idea de la globalización -al fin y al cabo no es un "objeto" sino otra metáfora para designar a un conjunto de procesos no siempre congruentes entre sí- pero sí la ideología de la globalización (en el sentido post-marxista de Hardt y Negri)  es consustancial a uno de los paradigmas más caros a la modernidad. Dicho paradigma, en primera instancia cartesiano, parte de la premisa de que todo hecho o proceso tiene una "causa externa", inmóvil e irreductible a todo tipo de cambio (puede ser la economía, el mercado mundial o la propia globalización).
    Se trata de un paradigma determinista; es decir, uno que supone que se originan hechos y procesos que no alteran en nada la estructura de la "causa originaria" y que, en el caso de las ciencias sociales -debido a la hegemonía que hasta ahora han ejercido las dos corrientes principales del siglo veinte: el liberalismo y el marxismo- , es casi siempre economicista. Independientemente de lo que pensaron los fundadores de ambas corrientes (que no eran economicistas), ellas fueron configuradas a través del tiempo bajo un formato predominantemente economicista, hasta el punto de que a muchos intelectuales les es imposible pensar que pueda existir algo en la sociedad que no esté determinado por la economía, en la forma de "intereses" para los liberales, o en la forma de "fuerzas productivas" para los marxistas.
    No obstante, desde hace algún tiempo, el paradigma determinista-causalista está siendo  erosionado desde sus propios cimientos. El recurso ideológico de la globalización (o globalismo) puede ser considerado, en ese sentido, como uno de los últimos intentos restaurativos para salvar la vida de dicho paradigma. Por eso no extraña que tantos autores hayan puesto en juego toda su identidad en la construcción de una ideología globalista. Neoliberales y postmarxistas han concertado, en función de ese objetivo, una más que extraña alianza. 
    Sin embargo, ambas tendencias de la modernidad tendrán, tarde o temprano, que confrontarse con el surgimiento de paradigmas paralelos y competitivos. De esa "confrontación paradigmática" han de surgir nuevas posiciones, otros discursos y, quizás, más de alguna utopía.
    Por el momento, dicha competencia tiene lugar en un estilo más bien metafórico. En algún otro momento habrá que ocuparse seriamente del tema de las metáforas en las ciencias sociales, pues ellas, que se creía que solo anidaban en el mundo de la poesía, inundan también a las llamadas ciencias y, desde luego, a sus discursos. Tengo la impresión, incluso, de que cada concepto es metafórico, ya que un "encajamiento" definitivo entre palabra, cosa e idea sería una imposibilidad total. Y afortunadamente es así, pues el día en que las cosas y las ideas encajen totalmente en las palabras (y viceversa) no habrá necesidad de seguir pensando.
    Ahora bien, "otro" paradigma, surgido en oposición a los de la modernidad, comienza a encontrar lentamente sus propias metáforas. Una de ellas ya ha sido mencionada: son las llamadas "redes"  que es una metáfora que designa una posibilidad alternativa a la visión de un Estado que es "comido" por la economía o, lo que es igual, a la visión de una vida política que es usurpada por una vida económicamente racionalizada, como reza la ideología globalista. Porque independientemente de toda definición, el simple concepto de red parece portar un objetivo importante: rehabilitar la acción política a la que autores globalistas han dado, de modo apresurado, por muerta. 
    Si estoy diciendo que las redes -sociales, políticas o culturales- más que rígidos conceptos son metáforas, parece ser recomendable, antes de intentar definirlas, entender qué es lo que "sugieren". En este sentido, la noción de red parece ser inseparable de la de "relaciones".
 En cierto modo, las redes son relaciones que toman la (imaginaria) forma de redes. Ahora, una red, o conjunto de relaciones, no es un hecho determinado a priori, sino que, por ser redes, son tejidas, del mismo modo que para que existan relaciones, estas deben ser contraídas. ¿Pero quién teje las redes? No queda más alternativa que responder: los actores que la constituyen. Por lo tanto, el tejido no es independiente de los tejedores. Quiere decir que en la construcción de una red no hay ningún plan preconcebido, o una lógica que la preceda, sino los actores, al relacionarse, son quienes la van configurando. 
    En la elaboración de una red tenemos, se quiera o no, que incorporar momentos contingenciales y conferir al actor social una libertad de acción que ninguna doctrina-y, sobre todo, nunguna ideología-  puede asegurarle. El caso del tejido que han creado las organizaciones ambientalistas, es bastante ilustrativo. Al comienzo, situadas en cada país en posiciones más bien marginales, han ido articulando estructuras, hasta alcanzar a los Estados, e incluso a las propias Naciones Unidas. Las grandes conferencias, como la ya legendaria de Río, nunca habrían sido posibles sin ese permanente anudamiento de organizaciones y de opiniones.
    En consecuencia, una red al ser tejida no carece de lógica; pero no es ésta una lógica externa a la red, sino más bien, en la medida en que la red es tejida, se configura en ella una lógica que lleva a los actores a interaccionarse. Por lo tanto, la red no es un sistema; pero, paradójicamente, en la medida en que los actores la tejen -ya que las redes avanzan- van sistematizando paulatinamente a determinadas "porciones" de la realidad. En correspondencia con el lenguaje de autores constructivistas, podría decirse que las redes son unidades "autopoiéticas". Por lo tanto, las redes, para ser tejidas, necesitan espacios. 
Ahora bien: el espacio de configuración de redes no es el Estado que ya está, por ser un Estado, redificado; es decir, sistematizado mediante un conjunto organizado de instituciones, códigos, leyes y reglas. Y lo que queda fuera del Estado, no queda otra alternativa, es la "sociedad civil" (o parte no estatal de lo social). 
    No obstante, la civilidad de lo social no surge automáticamente por la ausencia del Estado. Es  fundamentalmente un proceso. En este sentido, podría decirse que la civilidad es constituida mediante redes. Las redes no designan, por lo mismo, a un fenómeno muy nuevo. Lo nuevo es que, frente al paulatino retiro del Estado respecto a espacios económicos y sociales, se ha hecho necesario reactivar la redificación de lo social hasta el punto que hoy las redes son verdaderos puntos de autorregulación social y política. 
    La formidable expansión de las llamadas redes sociales serían, en tal contexto, organizaciones reactivadas por el retiro del Estado pero, a la vez, formas nuevas de autoconducción social que hacen innecesaria en muchos casos la permanente presencia del Estado; es decir, serían signos que marcan nuevos avances en el largo proceso que lleva a la formación de ciudadanos autónomos y soberanos, y que substituyen relaciones de vasallaje respecto al Estado las que bajo formas disfrazadas (corporativistas, socialistas, populistas) prevalecen en nuestro tiempo.

    Redes sociales y espacios civiles
    Si estamos hablando de espacios, hay que establecer una diferencia entre espacio geométrico y espacio político, social o cultural. El espacio geométrico (puede ser una calle, una plaza, un parque) precede a la acción. El espacio de la red, en cambio, sólo se constituye en la medida en que se hace. De tal modo, la red, al ser tejida, configura su propio espacio, y este no es otro sino la propia red. Pues, mediante la redificación política, la sociedad misma deja de ser objeto o cosa, y adquiere una condición procesual y, por lo tanto, imposible de ser "fijada" para siempre, en un determinado tiempo o lugar. 
    Así, si el espacio de lo político es configurado por la redificación que realizan actores de acuerdo a relaciones de comunicación y de interferencia, desaparece toda posibilidad para imaginar una instancia externa o, lo que es parecido, una racionalidad extra y metahistórica. Pues la red, repito, surge en una sociedad que existe en la medida en que es tejida. 
Ahora bien, esos tejidos son los ligamentos que hoy sostienen a la ciudadanía política; es decir, que la hacen posible. Eso nos lleva a abandonar la noción pasiva (o determinada) de sociedad, para reemplazarla por una concepción dinámica, de acuerdo a la cual "la sociedad"  solo puede existir en la medida en que se constituye mediante la acción de sus actores. La "sociedad civil", entonces, ya no podrá solo ser definida de modo negativo como todo aquello que no es Estado (o mercado), sino como "algo" que posee una determinada positividad; es decir, que se define por lo que es o por lo que ha llegado a ser. La sociedad deja de ser, así, un "imaginario" del Estado que la necesita para realizar un "contrato", y se convierte en un campo de interacciones en el cual se realizan procesos de transferencias que van formando el alma colectiva de una nación, país, pueblo o región. En otras palabras, mediante la metáfora de las redes, tenemos acceso a una visión multidireccional de lo social. 
     El fatal error de los globalistas es que siguen creyendo que el único campo de acción política es el Estado, ya sea para administrar a la sociedad "desde arriba", ya sea para ocuparlo "desde fuera". La consecuencia mecánica que se desprende de esa creencia es simple: a menos Estado, menos política. O lo que es igual: a menos Estado, más economía. En cambio, a partir de la idea de una ciudadanía redificada, la política puede seguir siendo posible, aun "más allá del Estado". El "declive" del Estado no llevaría al desmoronamiento de lo social, sino a su autosustentación, mediante implementación de redes que lo cruzan en todas direcciones. Siendo el Estado, no puede sino serlo, un campo de operación política, debe regir sobre una sociedad en la cual se forman múltiples "nudos" de acción, relación e institucionalización. Así, el Estado, sin perder su centralidad, coparticipa con núcleos de poderes intercomunicados en redes. No se quiere decir, por cierto, que la sociedad llegue a ser un "cuerpo policéntrico" (el "policentrismo" es una imposibilidad geométrica) pero sí un campo configurativo, permanentemente recreado a través de diversos tejidos. 
    Las redes políticas, permítaseme la comparación, son venas y arterias de la así llamada sociedad. Y si sigo abusando con imágenes, es posible agregar que el Estado puede continuar siendo "el corazón de lo social", sólo bajo la condición de que sus interiores se encuentren redificados. Lejos, entonces, las redes de convertirse en una "alternativa" frente al Estado, pueden llegar a ser su propia condición. El Estado que reposa sobre un conjunto social anómico, puede venirse fácilmente al suelo; con o sin globalización. Una sociedad que está siendo procedualmente integrada podría impedir, en cambio, el desplome del Estado, sobre una sociedad que no es sino un amontonamiento arbitrario de rígidas instituciones para-estatales, como ocurrió ya en muchos países del llamado "mundo socialista" donde, lamentablemente, la ruina del Estado tenía, necesariamente, que significar la ruina de la sociedad, pues ahí la sociedad era el Estado.


    El Estado y las redes 
    La metáfora de las redes no puede ser confundida, entonces, con otras metáforas imaginadas para cubrir el espacio de "lo no estatal". Una de esas metáforas es la "base". Pero las "redes" no son movimientos o estructuras de base, como suele pensarse corrientemente, ya que para hablar de bases tenemos que pensar de acuerdo a paradigmas de arquitecturas verticales que imaginan una sociedad que se constituye de arriba hacia abajo, o al revés, vale decir, en los clásicos modelos corporativistas que heredamos de la sociología tradicional. Por supuesto, en cada orden social, pueden y deben existir estructuras basales, como son las organizaciones nacionales, religiosas, ideológicas, etc. Pero éstas también pueden ser atravesadas, horizontalmente, por las llamadas redes. 
    Otra metáfora recurrente, es la de "nicho", tomada de la ecología, y que sugiere la idea de que la sociedad se constituye de acuerdo a subsistemas, separados entre sí, idea sobre la cual un sociólogo como Luhman ha edificado una sociología muy personal. En un conjunto social pueden formarse, y de hecho se forman, nichos, particularmente comunidades. Pero, a diferencia de las redes, los nichos son unidades estáticas que no avanzan ni se expanden, si es que no existen redes que los intercomuniquen entre sí.
  Las redes, por tanto, no constituyen organizaciones antagónicas al Estado. En muchos casos necesitan del Estado para obtener su legitimación, o para ser arbitradas de acuerdo a una legalidad común a todas. Incluso, si en algún momento llegaran a constituirse en alternativas a la acción estatal (una situación insurreccional, por ejemplo) necesitan del Estado, pues una alternativa solo puede existir aceptándose la existencia de lo que se niega. Ello lleva a pensar que cuando las redes pasan de la acción puramente social a la política no son las organizaciones más adecuadas para levantar desde ahí una posición confrontacional, ni con el Estado ni con nada. Y ello es así porque las redes no surgen para cumplir una función sino que muchas, y ellas no están determinadas solo por el Estado. Más bien lo están por los términos que surgen de los conflictos que las hacen necesarias. 
    Por otra parte, tejer una red implica aventurarse en un complejo proceso de compromisos; sí, incluso de transacciones, ya sea con el Estado, con instituciones privadas e incluso con otras redes; pero sobre todo al interior de ellas mismas. Dicho en términos más simples: no son organismos de "toma del poder", aunque generen, inevitablemente, relaciones de poder. No están fuera de la "sociedad", sino dentro; es decir, no solo son sociales sino que además son "intrasociales". No nacieron para cambiar una sociedad por otra, independientemente de que, objetivamente, puedan hacerlo.


    Dos tipos de redes
    De acuerdo a la polifuncionalidad descrita, es posible distinguir así, y de modo provisorio, dos tipos de redes    
1. Redes de identificación:son aquellas que contraen unidades asociativas de actores que descubren, durante su expansión, una identidad común o de semejanza. Ejemplo: un movimiento indígena que se organiza para cumplir determinados fines (por ejemplo: autogestión, soberanía territorial, devolución de bienes materiales y culturales, etc.) y "descubre" que en el mismo país, e incluso en uno ajeno, hay otro movimiento que se plantea los mismos, o muy similares, objetivos. Es posible entonces que ambos movimientos contraigan relaciones que, redificadas, les permiten articularse con otros movimientos indígenas, descubriéndose, durante el período de "tejimiento" de redes, una identidad común que les permite transformar una identidad plural en una singular; por ejemplo, en vez de referise a los movimientos indígenas, comienzan ya a hablar de el movimiento indígena. 
    
2. Redes de correspondencia: establecen actores que no pueden identificarse mutuamente, pero que, sin embargo, "descubren" que es posible concertar acciones comunes en torno a objetivos concretos y puntuales. Ejemplo: un movimiento indígena que se siente amenazado por la construcción de una represa hidroeléctrica en, o en las cercanías de, su territorio. Para impedir dicha construcción, teje redes asociativas con campesinos no indígenas de la región, con movimientos ecológicos, con algunas ONG e, incluso, con personeros del Estado con sensibilidad social.
    A partir de ambos ejemplos podría pensarse que el concepto, o metáfora, de red es sólo un substituto para designar el mucho más antiguo de "alianza". Esto, en parte, es verdad. Pero hay una diferencia notable. Toda red implica una o muchas alianzas, pero no toda alianza implica la formación de redes. Con esto se quiere decir que la red es un tejido mucho más fino y complejo que una simple alianza, la que por lo común desaparece cuando se ha cumplido el objetivo que la hizo posible. Se puede luchar juntos sin establecer relaciones. Incluso, la red suele subsistir, aun después de haberse cumplido un objetivo común, pues, y esto debe ser remarcado, la conformación de redes es imposible si es que no tiene lugar una mínima institucionalización que permita su persistencia en el tiempo.


    Mas allá del Estado
    Las redes, en buenas cuentas, facilitan, mediante sus ligamentos, la formación de una consistencia social que difícilmente puede garantizar el Estado, y permiten no solo anudar relaciones, sino también la posibilidad de deshacerlas, cumpliéndose, en este sentido las dos "artes" que para un autor como Michael Walzer son básicas en la formación de la vida social: el arte de unir y el arte de separar. Esa es otra diferencia con las amarras que sujetan a la sociedad con el Estado, las que son muy difíciles de separar sin pasar por experiencias políticas traumáticas, como motines, rebeliones e, incluso, revoluciones.
    Revoluciones son por lo común posibles cuando no hay una regulación interna de los conflictos sociales. La idea de "sociedad dinámica" de la cual las redes son algunos de sus atributos, prescindiría en este sentido del trauma revolucionario, no porque el cambio social es imposible, sino justamente porque es posible. Desde luego, se está hablando de ordenes sociales altamente redificados.
    Pero por otra parte, hay que destacar que el proceso de redificación, social y político, se encuentra en plena expansión, de modo que el retiro del Estado no siempre deja detrás de sí desiertos o tierras áridas sino múltiples núcleos autorredificados, los que pueden conducir y regular relaciones sociales de un modo más flexible que las, a veces, pesadas y burocráticas instituciones estatales. Quiero decir que en nuestro tiempo se está abriendo, cada vez con más expectativas, la alternativa de un nuevo tipo de relación entre lo social y lo estatal. No sería aventurado, por lo tanto, postular que el período de globalización multidimensional, en lugar de liquidar la acción del Estado, abre la posibilidad para que surjan nuevas relaciones entre el Estado y un conjunto social cuyos actores se encuentran organizados en redes horizontales
    Las redes tienen, además, la propiedad de traspasar los límites territoriales fijados por la existencia de cada Estado; es decir, no son solo estructuras "nacionales". Ello se demuestra muy bien mediante la articulación que han alcanzado las redes ecológicas y ambientales, cuyos ritos modernos, como son encuentros, foros y congresos internacionales, son lugares que al mismo tiempo permiten la formación de nuevas redes, hecho que llevó a escribir a un periodista, al analizar la increíble expansión de las ONG durante el último decenio, que estamos en presencia de una "Nueva Internacional". 
    Esa es, por cierto, una exageración pero, por otra parte, hay que convenir que la internacionalización de redes es también parte de una globalidad, que no solo afectaría al mundo económico sino, además, es multidimensional. La idea de una globalización multidimensional es, sin embargo, muy distinta a la que predomina en círculos académicos.       En una multidimensionalidad global, ninguna globalización podría existir independientemente de las demás, de modo que cada una se interfiere con otras en múltiples formas de representación. La llamada "autonomía de la esfera económica" y la utopía negra relativa al "totalitarismo del mercado", al ser interferidas por múltiples redes, serían simples imposibilidades.
     Las interferencias mencionadas no solo pueden ser realizadas desde el Estado sino desde muchas esquinas y éstas pueden ser sociales, políticas y culturales. Pongamos ejemplos: el mayor o menor peso de la organización sindical de un país (que también es una red, aunque antes no se llamara así) es gravitante en la determinación del precio de la fuerza de trabajo, lo que altera el precio del conjunto de productos en el mercado; en este caso podemos hablar de una interferencia social. Que el trabajo de las amas de casas sea remunerado o no, tiene que ver mucho con la formación de redes políticas feministas; si el trabajo casero de reproducción comienza a ser remunerado en algunos países, es porque la explotación de la mujer se ha convertido en un escándalo político; en este caso podemos hablar de una interferencia política. Si los inválidos y los necesitados son más ayudados en un país que en otros, o si la reproducción de la naturaleza es financiada o no, tiene que ver con el mayor o menor grado de desarrollo de una conciencia ciudadana; en este caso podemos hablar de una interferencia cultural. 
    En síntesis, sin esas interferencias, la economía, no solo como ciencia sino como práctica, sería una imposibilidad. Reiterando una idea ya formulada: el problema es quién y cómo se interfiere una economía. Y los agentes que interfieren en la economía no son, como hemos visto, puramente económicos. Organizar dichas interferencias en redes, locales o globales, parece ser uno de los imperativos políticos de nuestro tiempo. La política en tiempos de la globalización no llegaría así a su ocaso; todo lo contrario: sería su renacimiento.