Cuando
leí que Aristóbulo Istúriz -Vicepresidente de Venezuela- dijo que en su país el
socialismo no está en crisis “porque todavía no hemos comenzado a
construirlo”, me vino al recuerdo la
historia del caballo y la zanahoria.
Para
los que no la conocen, la historia cuenta de un jinete que hacía correr a su
caballo poniendo por delante una vara de la cual colgaba una zanahoria. El
caballo corría y corría y, por supuesto, nunca alcanzaba a la zanahoria.
¿Por qué cuento esta historia? Pues, por la sencilla razón de haber percibido que toda la historia del socialismo, desde Marx a Istúriz, ha sido la del caballo y la zanahoria.
¿Por qué cuento esta historia? Pues, por la sencilla razón de haber percibido que toda la historia del socialismo, desde Marx a Istúriz, ha sido la del caballo y la zanahoria.
Todo
comenzó con los socialistas utópicos (Fourier, Owen, Saint Simon, Proudhon).
Para ellos el socialismo era un ideal zanahórico. Fourier, el más fanático de todos,
ideó los llamados falansterios, comunidades de trabajadores que cultivarían los
productos que consumían, entre ellos, zanahorias.
Karl
Marx las emprendió en contra de los utópicos afirmando que el socialismo no
surgiría de fantasías sino de la contradicción entre las fuerzas productivas y
las relaciones de producción. Según su tesis, la zanahoria debería estar madura.
De otra manera el caballo no correría. La tarea de los socialistas científicos
sería detectar el momento de la exacta madurez en las zanahorias.
Marx
pensaba que las condiciones de madurez se darían primero en Inglaterra y en
Francia. Después en Alemania. Nunca en Rusia. En una carta dirigida a Vera
Zasulich el año 1881, Marx declaraba que el socialismo ruso debería esperar
hasta que las condiciones (las zanahorias) maduraran en los países de más alto
desarrollo capitalista. Hasta que apareció Lenin.
Lenin,
a diferencias de Stalin, había leído a Marx. Por eso afirmó en su clásico “El
Imperialismo, Zanahoria Superior del Capitalismo” que la tarea del proletariado
ruso debería ser construir el capitalismo para después destruirlo. Pero como en
Rusia apenas había proletariado, y los que habían no eran revolucionarios, los
intelectuales deberían asumir las tareas del proletariado poniendo una
zanahoria delante del caballo a fin de que este llegara a tiempo cuando tuviera
lugar la gran revolución en Europa.
Stalin
siguió a Lenin hasta que se dio cuenta de que las zanahorias no maduraban en
Europa. Entonces decretó que la tarea de los comunistas sería construir “el
socialismo en un solo país”. Para conseguirlo echó a correr a latigazos al
caballo, detrás de una verde zanahoria rusa.
Como
es sabido, Stalin acabó con la vida de millones de caballos. Además, mató a
miles de jinetes. Entre ellos a Bujarin y Trotsky. El primero intentó disuadir
a Stalin para que el caballo corriera más lento. El segundo, fiel a la tesis de
que el socialismo ruso solo podría surgir sobre la base de una revolución
mundial, inventó la “Teoría de la Zanahoria Permanente”.
Pero
no solo para los comunistas la doctrina de la zanahoria ha sido útil. También
lo ha sido para los socialdemócratas.
Cuando
los partidos socialistas europeos fueron divididos desde Moscú, surgieron
diversas teorías. Una de las más interesantes fue la de Rosa Luxemburg. En su
conocido libro “La Acumulación de las Zanahorias” sugiere Rosa que el mundo se
llenará hasta tal punto de zanahorias que estas terminarán pudriéndose. De la
putrefacción de las zanahorias iba a surgir, según Rosa, el socialismo.
Más
éxito tuvieron las teorías de Kautsky y Bernstein. Ambos sostuvieron que
gracias a la implantación de reformas, el capitalismo dejaría gradualmente de
ser capitalismo. De este modo propusieron un cambio: En vez de toda la zanahoria solo
colgarían pequeños trozos delante del caballo. El caballo podría comer un trozo
en un descanso y después correr detrás de otro trozo. Lo que esa teoría no
contempló fue que la zanahoria llegaría alguna vez a acabarse. Efectivamente, los
partidos socialdemócratas ya no tienen más zanahorias que ofrecer. Hoy son partidos
post -zanahóricos. Así los denomina el sociólogo Alain Touraine en su famoso libro titulado: "La Sociedad Post- Zanahórica".
Lejos
de Europa, los chinos, siempre tan astutos, inventaron la teoría de la
revolución por etapas. En la primera etapa serían sembradas zanahorias. En la
segunda, Mao fundó el Movimiento de las 100 Zanahorias (100 flores en mala
traducción), lo que en chino significa 百花运动.
Mao
ordenó: “crezcan todas las zanahorias y florezcan mil ideologías”. Le duró poco
el ímpetu. Poco tiempo después escribió un libro rojo llamando a las masas a
asaltar el poder. El caos fue grandioso. Tuvo que morir Mao para que Deng Xiaoping comprendiera que a los chinos no
les interesaban las zanahorias comunistas sino las capitalistas. Así, bajo la
dirección del Partido Comunista, fue construido en China el capitalismo más
perfecto del mundo: un capitalismo sin democracia, sin derechos humanos, sin
sindicatos, sin huelgas. Y, pol si fuela poco, sin zanaholias.
En
América Latina, los marxistas, si es que hay alguno (los que se dicen así no
han pasado del “Manual del Cultivo de las Zanahorias” de Marta Harnecker) han
sido extremadamente ingeniosos para inventar periodos zanahóricos. El más
prolífico fue Fidel Castro.
Del
periodo de la zanahoria democrática, Fidel pasó al de la zanahoria soviética.
Luego se le ocurrió exportar zanahoria guerrillera. Fracasada esa estrategia,
ideó el periodo de la zafra de 10 millones de toneladas de zanahorias.
También fracasó. Destruido el comunismo gracias al milagro gorbachiano, inventó
el Periodo de la Zanahoria Especial (una por familia cada semana). Hasta que,
gracias a Chávez, hizo su negocio del siglo: intercambiar zanahoria ideológica
por barriles de petróleo. Tuvo, además, la astucia de renunciar a tiempo
dejando a su hermano a cargo del “socialismo hotelero” donde las zanahorias
(ideológicas y vegetales) solo las ven los turistas. Puede que ese proyecto
también fracase. Pero eso a Fidel no le importa. Al fin y al cabo, como dijo
después de asaltar el Moncada: “La Zanahoria me absolverá”.
Los
seguidores del castrismo han sido buenos alumnos. Dícese de Daniel Ortega que
él tiene una zanahoria para cada ocasión. Entre otras, zanahorias
sandinistas, capitalistas, socialistas, y sobre todo, orteguistas.
Una
mención aparte merece Evo Morales. A diferencia de otros líderes, bajo su
gobierno ha tenido lugar una diversificación en el cultivo de las zanahorias.
En los huertos de Bolivia encontramos las más exóticas especies: zanahorias
indígenas, zanahorias plurinacionales, zanahorias cocaleras, zanahorias
marítimas y más recientemente, zanahorias re-electoreras.
Solo
en Venezuela no hay zanahorias. Eso fue lo que quiso decir Aristóbulo cuando
afirmó que el PSUV todavía no ha comenzado a construir el socialismo. ¿Después
de 17 años? Aristóbulo, gracias a su astucia adeca, no contesta a esa pregunta.
Si lo hiciera debería confesar que su gobierno es tan corrupto que se comió todas las zanahorias del país sin haber dejado ni una de muestra.
Desde
Marx a Aristóbulo ha corrido mucha agua debajo de los puentes. Ha llegado entonces la hora de cambiar el lema de Marx: “Trabajadores del mundo, unios, no tenéis nada que perder, excepto vuestras
cadenas”.
En vez de ese lema, deberá regir el siguiente:
“Trabajadores del mundo, unios, no tenéis nada que perder, excepto vuestras zanahorias”.
@FernandoMiresOl
En vez de ese lema, deberá regir el siguiente:
“Trabajadores del mundo, unios, no tenéis nada que perder, excepto vuestras zanahorias”.
29.01.2016