Colaborador habitual del diario Tal Cual, escribo estas
líneas con cierta tristeza. Mi espacio -“Escribo y Comento”- seguirá apareciendo, pero el diario ya no será diario. Al diario le robaron su día de papel. Razón por la que esta vez no solo
escribo “para”, sino también “sobre” Tal Cual, el diario opositor más peligroso
para el chavismo. Peligrosidad reconocida. Si no, el régimen no actuaría con
tanta saña en su contra.
Desde que nació, Tal Cual ha sido sometido a presiones, ha
debido pagar por cualquiera nimiedad multas siderales, y su director, Teodoro
Petkoff, debe comparecer una vez por semana ante los aparatos judiciales,
acusado del delito de difamación por el difamador más grande que ha conocido la
historia de Venezuela.
A primera vista parece incomprensible. El lenguaje de Tal
Cual no es ofensivo. Más bien es irónico y se caracteriza por el buen sentido
del humor. Pero ironía y humor no son virtudes cultivadas por los revolucionarios
del siglo XXl, tan dados a practicar ritos necrófilos dirigidos a la ultratumba
(Guevara, Chávez, Serra).
El problema para ellos es otro: Tal Cual es un periódico
de izquierda.
Si Tal Cual fuera un periódico de ultraderecha y si, además, sus páginas dieran cabida a redactores golpistas, guarimberos, anti-MUD y divisionistas, probablemente no habría ningún problema. Esa es justamente la prensa “enemiga” que necesitan Cabello/Maduro para endurecer su política, llevar más militares al poder, desatar sus “guerras” (ideológicas, económicas, microbíoticas). Pero Tal Cual rompe sus esquemas, se les mete en sus filas –no pocos chavistas lo leen- y los cuestiona en su propia identidad. Y por si fuera poco, Tal Cual conoce a fondo a los “hombres nuevos” del régimen. Sabe quienes son y cuando mienten. El veredicto chavista no deja entonces de ser racional. Tal Cual no debería existir. Hay que eliminarlo. Más allá del chavismo, no habrá otras izquierdas.
Hay que convenir sí, en que las coordenadas izquierda y
derecha ya han perdido validez universal. En Europa los gobiernos de derecha
llevan a cabo los programas de la izquierda y viceversa. En los EE UU dicha
coordenada no ha existido nunca. En el mundo musulmán luchan chiítas contra
sunitas, pero no izquierda contra derecha. El comunismo chino impulsa a la
economía más capitalista del planeta. Solo en América Latina la izquierda y la
derecha han conservado cierta validez, lo que no impide que los gobernantes
autodenominados de izquierda dolaricen la economía (Ecuador) o se conviertan
-vía importaciones- en los mejores clientes de USA (Nicaragua) o vendan hasta
la última gota de petróleo al “imperio” (Venezuela). No obstante, Cabello/
Maduro insisten en presentarse como vanguardias de todas las izquierdas, supuestas
o reales. En ese proyecto, Tal Cual es para ellos una piedra en el zapato.
Peor todavía, Tal Cual defiende los ideales más
auténticos de lo que fue en sus orígenes la izquierda histórica. En cierto
sentido continúa las tradiciones de la izquierda socialista originaria, es
decir, de esa izquierda pre-soviética
(o pre-asiática) que desde la antigua Europa nació uniendo la lucha social con
la ampliación de las libertades políticas. Las mismas libertades que hoy son
conculcadas por regímenes que se dicen de izquierda.
Afirmar que Tal Cual y sus colaboradores representan a la
izquierda histórica puede ser un despropósito para quienes confunden la
identidad de ser de izquierda con un simple anti-americanismo retórico, versión
vulgar de lo que una vez fue una compleja teoría del imperialismo (Rosa
Luxemburg, Hilferding, Bujarin, Lenin).
Mas, para no cansar a nadie con teorías explicaré el tema
con un ejemplo de la vida cotidiana.
Hace algunos días, discutían en la televisión alemana un
representante de “Die Linke” -partido donde sobreviven algunos estalinistas- y
un periodista conocido por sus ideas libertarias. En un momento, cuando este
último deslizó una crítica a los llamados “socialismos del siglo XXl”, el otro
lo interrumpió con la consabida frase: “Lo que pasa es que usted defiende
posiciones contrarrevolucionarias”
El periodista, lo miró muy fijo y luego respondió: “¿Contrarrevolucionario
yo? Escuche bien: No hay revolución en el mundo que yo no haya apoyado. Yo
apoyé a la revolución ciudadana de Praga de 1968. Yo apoyé a la revolución
obrera de Solidarnosc en Polonia. Yo apoyé a la revolución democrática que
culminó con la caída del muro en 1990. Yo apoyé a los revolucionarios de
Rumania en contra de la tiranía de Ceausescu .Yo apoyé a la revolución naranja
de Ucrania de 2004 y a la de los estudiantes iraníes de 2009. Yo apoyé, aún
sabiendo que iban a perder, a los revolucionarios de Túnez, Egipto, Libia y
Siria. Y hoy apoyo, a la revolución de los paraguas de Hong Kong. ¿A cuántas de
esas revoluciones ha apoyado usted? ¿A ninguna? ¿Y se atreve usted a decirme a
mí, pedazo de (...... ) que yo soy el contrarrevolucionario?
Debo confesar que ese periodista habló a nombre de
muchos. Los que escribimos en Tal Cual habríamos respondido, cada uno en su estilo,
de un modo parecido. En ese momento pensé también en aquellos que diciéndose
revolucionarios han unido sus destinos con las dictaduras más tenebrosas del
planeta. Esos y no otros son los contrarrevolucionarios de nuestro tiempo. Los
traidores del socialismo. Los renegados de la historia. Los perseguidores de
ideas. Los que niegan la libertad de opinión y de prensa. Los que han cubierto
a la izquierda con el barro de la vergüenza para después emputecerla, quizás
para siempre.
Son también los mismos que intentan decapitar a Tal Cual
de la vida política venezolana. ¿Lo lograrán? Creo que no. Con papel o sin
papel, Tal Cual cumplirá su papel.