Siempre he pensado que la Biblia dice la verdad. Pero lo
dice de un modo inconsciente, casi onírico. Ocurre como con nuestros sueños
cuando se cruzan personas y situaciones correspondientes a diversos tiempos. La
Biblia, como muchos libros sagrados, es el relato escrito de una humanidad que
sueña con su infancia y es por eso que en ella, la secuencia del tiempo es
caótica. Quien quiera ordenar a la Biblia cronologicamente nunca logrará
entenderla.
Por de pronto, Caín y Abel, respectivos hijos de Adán y
Eva tienen distintos oficios. Caín es agro-recolector y Abel es pastor, es
decir, ambos representan una división del trabajo, resultado de un
largo desarrollo histórico, en cualquier caso, siglos después de que la especie
abandonara su condición de horda. Como en todo relato onírico, esa relación
simboliza la conflagración entre pueblos recolectores (Caín) y pueblos
ganaderos (Abel) que fue causa de múltiples guerras. Caín representaba el pasado
y Abel, el llamado progreso.
Ahora bien, cuando ambos hermanos llevan sus respectivos
presentes a Jehová, Caín "algunos frutos del suelo" y Abel
"algunos primogénitos de su rebaño", sucedió que Jehová "miraba
con favor a Abel y su ofrenda, (y) no miraba con ningún favor a Caín y su
ofrenda" (Génesis 4:5).
¿Por qué esa preferencia de Jehová por los regalos de
Abel y su deprecio por los de Caín? La pregunta es importante pues estamos
hablando de Jehová, esto es, de Dios, y no de cualquier vecino. Dios tiene que
ser justo o sino no sería Dios. En cambio aquí se comporta como un vulgar padre
de familia quien, como suele ocurrir, manifiesta sus preferencias por un hijo,
discriminando al otro. La respuesta es sencilla: así como para el Hijo el Padre
es la representación de Dios (el poder total), objetivamente Dios no puede ser
otra cosa sino la representación del Padre. Y Jehová es, efectivamente, en este
relato, el Padre y no Dios. Por eso es que no es justo con Caín como debería
haber sido un Dios digno de su nombre
En breve, lo que nos relata el Génesis, es la eterna lucha que se da
entre los hermanos para conquistar el amor del Padre (y /o de la Madre). Pero,
a la inversa, así como existe la identificación de algunos hijos respecto a uno
de ambos padres, existe la identificación de los padres respecto a determinados
hijos. Normalmente el Padre se identifica con el Hijo que representa lo que a
él le habría gustado ser y no es. En este caso, Abel, representante de la
ganadería, es el vencedor "histórico". Caín, un "perdedor".
Como un normal padre de familia, Jehová manifestó sus preferencias por "el
hijo bueno". En éste punto no puedo sino expresar mi más decidida solidaridad
con Caín y me puedo imaginar lo que sintió en aquel momento frente a tan
injusto Padre. Pues, como cuenta la Biblia, "Caín se encendió en gran ira
y empezó a decaérsele el semblante" (Génesis
3:5).
Entonces Caín asesinó a Abel. Sin embargo, éste hecho tan
simple, se presta a diferentes interpretaciones pues, como está dicho, no se
trata de un relato histórico sino de un sueño bíblico, y gracias a Freud
sabemos que los principales actores de los sueños son símbolos detrás de los
cuales se esconden personas y situaciones reales.
Desde un punto de vista
histórico, el asesinato simbolizaría, por ejemplo, la derrota de los pueblos
recolectores frente a los agroganaderos, es decir, sería la culminación de
guerras milenarias. Desde un punto de vista de un freudianismo
"puro", Abel habría sido el Padre asesinado y no el hermano sobre el
cual se proyecta simbólicamente el asesinato. Existe también la posibilidad de
que efectivamente Caín haya asesinado a Abel como consecuencia de la
injusticia paterna o, lo que es igual, que la muerte del hermano haya sido un
derivado real y no simbólico del complejo de Edipo. Si se analizan las luchas
fratricidas que han tenido lugar en la era moderna, especialmente después de
radicales revoluciones (asesinatos colectivos del Padre-poder) podemos ver que
tales luchas son más reales que simbólicas con lo cual se refuerza la última
hipótesis.
Revoluciones como la francesa y la rusa repiten el relato
freudiano de una manera casi exacta: La rebelión de los hermanos (jacobinos,
bolchevique-mencheviques) contra el Padre injusto (Rey, Zar) y luego el asesinato
entre hermanos que supera en crueldad al asesinato paterno. La guillotina hizo
rodar más cabezas de revolucionarios que de monárquicos, y Stalin vengó a su
Padre (el Zar, no Lenin) de una manera terrible. Nadie, ni siquiera Hitler, ha
asesinado más comunistas que Stalin. La Revolución Mexicana también fue una
verdadera carnicería fraterna, hasta el punto que se decía que ningún
revolucionario podía dar las espaldas a otro si es que quería seguir viviendo.
Estas son pruebas que muestran como el complejo de Caín ha jugado en la
política un rol tanto o más decisivo que el de Edipo. Incluso, como observa el
mismo Freud, las principales prohibiciones y los mandamientos surgieron después
de la guerra fratricida y no después del asesinato del Padre.
Pero solamente se prohíbe lo que se desea y solamente se
ordena lo que no se desea. Esa es una idea profundamente freudiana. Después de
la muerte del Padre y del Hermano surgieron con fuerza dos prohibiciones: la
del incesto o no desear a la mujer de tu próximo (o sea, dentro del clan a la
madre y a las hermanas) y el "no matarás". Paralelamente surgieron
algunos mandatos, entre otros amar a Dios por sobre todas las cosas (a
Dios-Padre por supuesto); amar Padre y Madre (además); y uno que le produce a
Freud dolores de cabeza: "amar al prójimo como a ti mismo".
Tales
prohibiciones y mandamientos son los fundamentos de todas las civilizaciones y
culturas. Desear a las mujeres de los próximos y matar (al Padre y al Hermano)
deben haber sido impulsos muy fuertes para que hubieran tenido que ser
prohibidos con la fuerza inapelable de la religión. A la inversa: quienes
escribieron los Mandamientos sabían que el amor al Padre (y a los padres) está
poblado de ambivalencias, pues el Hijo tiene que negarlos para convertirse en
Padre o Madre, alguna vez. Es por tanto una relación de amor- odio que puede
desequilibrarse fácilmente hacia el lado del odio lo que debe ser evitado con
la fuerza de un mandamiento extrafamiliar.
Igualmente, amar al hermano no es
algo que deba autoentenderse. Al hermano es posible llegar a quererlo, pero
también puede ocurrir lo contrario. No hay, en este caso, ningún sentimiento
"a priori". Como escribía Freud en su Interpretación de los sueños "Tratemos de entender la relación
del niño con sus hermanos. Yo no sé porque nosotros suponemos que debe ser
llena de cariño, pues en la experiencia de cada adulto se acumulan experiencias
de enemistad fraterna, y hemos podido comprobar que ellas frecuentemente se
encuentran ramificadas con la niñez o que desde ahí se mantienen" (Freud
1900 p.257).
La hermandad es el sitio donde es posible encontrar
cierta solidaridad frente al poder del Padre, como también el espacio donde
tienen lugar conjuraciones contra el poder paterno. Pero también es la
competencia por conquistar el amor de la misma madre y los favores del mismo
padre, causa principal de guerras fratricidas, tanto en la historia universal
como en la familiar. Por eso se explica que Caín, cuando el Padre le preguntó
donde estaba su hermano, respondió: "No sé, ¿soy yo el guardián de mi
hermano?" Caín, desde su punto de vista, estaba dando una respuesta muy
lógica pues seguramente quería decir: "¿Y por qué diablos tengo que querer
a mi hermano?" Freud haría en El
Malestar en La Cultura una pregunta similar "¿Y por qué hemos de amar al prójimo
como dice nuestra cultura?". Pero antes de pasar a ese tema tan central en
el argumento de El Malestar,
detengámonos un momento más en este "Krimi", pues allí hay otro punto
no investigado que merece un breve comentario, aunque sea al margen: la
reacción del Padre.
Cuando los dos hijos hicieron sus respectivos presentes a
Jehová y éste prefirió el de Abel, al notar la contrariedad de Caín le dijo:
"¿Por qué te has encendido en ira y por qué se te ha decaído el
semblante?" - y algo después agregó estas palabras claves: "Pero si
no te diriges a hacer lo bueno, hay pecado agazapado a la entrada, y su deseo
vehemente es por ti; y tú, por tu parte, ¿lograrás el dominio sobre él?" (Génesis 4:7) O sea, Caín, ya antes de cometer el crimen, había sido
declarado culpable por su Padre. Aquí se demuestra lo que he intentado
explicar: primero aparece la indignación moral frente a la
injusticia. Después aparece la Culpa (pecado agazapado a la entrada). Después
viene el deseo vehemente. Recién, al final, aparece el crimen que no es sino la
justificación "a posteriori" de la Culpa originaria. En este momento
me ha entrado la fuerte sospecha de que Caín nunca mató a Abel o, lo que es
parecido: aunque no lo hubiera asesinado, habría sido lo mismo pues, antes del
acto, ya era culpable.
Hay, por último, otro hecho que no deja de llamarme la
atención. Jehová, después del supuesto crimen, debería haber condenado a muerte
a Caín - por problemas mucho menores condenó a muerte a naciones completas -.
El castigo para Caín fue, en cambio, el destierro. Quizás, podría pensarse,
porque Jehová está representando en esos momentos al Padre. Otra razón es que
debe haber sabido (claro, es Dios) que el deseo de muerte en Caín estaba
dirigido primero no en contra de Abel sino en contra del propio Padre. O sea, Caín amaba
tanto a su Padre (o le temía; a veces es lo mismo) que en lugar de ejercer
venganza contra él, las emprendió en contra de Abel, castigando así
indirectamente a Jehová, pues Abel era su hijo preferido.
Pero hay otra
explicación más lógica todavía: y es que el destierro puede ser, bajo
determinadas condiciones, un castigo peor que la muerte. Por lo menos así lo
dejan entrever las iracundas palabras de Jehová: "Y ahora se te maldice
con destierro del suelo, que ha abierto su boca para recibir por mano tuya la
sangre de tu hermano. Cuando cultives el suelo, no te devolverá su poder.
Errante y fugitivo llegarás a ser en la tierra" (Génesis 4:12-13).
Para entender el sentido del castigo que recibe Caín
tenemos que preguntarnos entonces de donde está desterrando Jehová a su hijo:
no de un país o de una región: nada menos que del suelo, esto es de la naturaleza. Con el recibimiento de
ese castigo, dejamos de ser naturaleza pura pasando a ser otra cosa: cultura,
en la que nunca seremos felices pues, como Caín, seremos siempre errantes y
fugitivos. Ahora pues me explico porqué Caín le respondió así a Jehová:
"Mi castigo por el error es demasiado grande para llevarlo" (Génesis 4:13). Y Caín teme por su vida,
pues cualquiera puede matarlo si no pertenece a nada y a nadie. Por eso Jehová
le dijo: "Por esa razón cualquiera que mate a Caín tiene que sufrir
venganza siete veces" (Génesis
4:15). Es decir, lo obligó a vivir.
Con una crueldad sin límites, Jehová -ese Dios bíblico de origen egipcio que no es "mi" Dios- ha condenado a Caín
no a la muerte sino a la vida, pero no a una vida en la naturaleza (en el
suelo), sino a arrastrar su Culpa, errante y fugitivo sobre la tierra. Y no
nos olvidemos, somos hijos de Caín, y como él, nuestro pobre Padre-Hijo, arrastramos
el peso de una cultura que a veces no soportamos y que nos produce una profunda
infelicidad. Nuestro retorno de ese exilio nunca será posible en esta vida,
sólo después de ella, cuando volvamos a aquel suelo en el que un día fuimos
felices, pero ya no para vivir sino que para morir. Caín, como nosotros, sus
hijos, fue una víctima de la injusticia infinita del Padre convertido por los escritores del Génesis en un Dios. Pero del peor de
los padres, aquel que por ser Padre de Todos fue Hijo de Nadie y por eso nunca
pudo ni podrá amar verdaderamente a sus hijos.
Texto extraido del libro EL MALESTAR EN LA BARBARIE, de Fernando Mires (Buenos Aires, Editorial Araucaria, 2005)