No es demasiado original decirlo pero es la verdad. El
año 2014 será muy complicado en el Oriente Medio. La región no solo seguirá
viviendo réplicas contra-revolucionarias surgidas como respuesta a los
movimientos del 2011. Además han aparecido nuevas alianzas, nuevas
constelaciones y nuevos actores. Una evaluación más precisa podrá recién
hacerse después de la Conferencia sobre Siria, a fines de Enero de 2014.
En Túnez el Islam moderado se mantiene a duras penas en
el poder presionado por fracciones radicales suníes, por un lado, y por un
ejército que, como ya ocurrió en Egipto, intenta regresar al poder.
Egipto vive los luctuosos efectos de la restauración
militar. Por el momento los principales opositores a la dictadura son las
hermandades musulmanes las que cuentan con una enorme capacidad organizativa
más el apoyo de los sectores empobrecidos del país. Los sectores medios urbanos
que derrocaron a Mubarak se encuentran políticamente divididos entre quienes
intentan pasar a la resistencia en contra de la dictadura y quienes
buscan todavía negociar con ella.
En Libia el poder central es solo una ficción y los
poderes locales continuarán disputados entre tribus locales y milicias
regionales.
En Siria, con armas químicas o sin ellas, continuará la guerra
civil. La autocracia rusa seguirá apoyando al único peón que posee en el
ajedrez de la región, el dictador Al Asad, y EEUU evaluará si vale la pena
apoyar a una oposición en la cual sus enemigos más declarados ganan cada vez
más terreno.
Lo cierto es que el gobierno norteamericano no puede
bailar en dos fiestas. Sobre todo cuando ya terminó el momento en el cual la
contradicción principal del Oriente Medio estaba marcada por la línea que
separa a las dictaduras de los sectores democráticos de cada nación islámica.
Hoy Obama tiene que elegir entre la peste o el cólera. O apoya a dictaduras
militares como la de Egipto, e incluso la de Al Asad en Siria, o apoya a sus
más declarados enemigos, los islamistas suníes, entre ellos miles de combatientes de Al Quaeda establecidos en Siria e Irak.
La penetración de las milicias de Al Quaeda en Faluya
y en la provincia de Al Anbar agrega por cierto un problema
adicional.
Evidentemente el gobierno de Irak no está en condiciones
de repeler por sí solo a las tropas de Al Quaeda. Tampoco EE UU, aunque solo
sea por razones de política interna, puede darse el lujo de hacer regresar a
las tropas que ya retiró desde Irak. Eso significa que la única alternativa
viable para los EE UU es delegar la pacificación de Irak a Irán, aunque sea al
precio de aumentar sus tensiones con sus aliados "históricos": Arabia
Saudita e Israel. Irán, Irán es por el momento la variable fundamental en
el peligroso juego.
El acuerdo entre EE UU e Irán puede ser leído sin ninguna
documentación. Irán cederá puntos centrales en su programa atómico. A cambio recibirá
desde EE UU las llaves para abrir las puertas de Irak y anexar religiosa y
políticamente, aunque no territorialmente, al país vecino y, por si fuera poco,
derrotar militarmente al sunismo radical representado (no solo) por Al Quaeda e
indirecto aliado de Arabia Saudita. Más aún, si EE UU logra incorporar a Irán a
la mesa de negociaciones sobre el caso sirio, podría incluso ser
configurada una entente internacional muy provisoria formada por Rusia, Irán y
los EE UU. Si esa entente puede trascender las negociaciones sobre Siria,
nadie puede predecirlo.
Si se toma en cuenta de que ni siquiera hemos hablado de
Turquía país cuyo gobernante hará todo lo posible para que en el país no se
repita la historia reciente de Egipto, el panorama hacia el 2014 no puede ser
más confuso. Quizás las negociaciones sobre Siria arrojarán algunas luces sobre
las tinieblas del Oriente Medio. Esperemos.