Comentario al libro de Ari Chaplin: Chávez' Legacy - The Transformation from Democracy to a
Mafia State (University Press of America, 2013)
Pocos fenómenos históricos han concitado tanto la
atención de observadores internacionales y cientistas sociales como el "el
chavismo" en Venezuela. Algunas de las razones que explican ese “boom”
saltan a la vista. Porque precisamente después de la Guerra Fría, cuando
Francis Fukujama proclamaba el advenimiento pleno de la democracia mundial, aparecieron
regímenes que contradijeron radicalmente la tesis del hegeliano analista. El
socialismo del siglo XXl, uno de cuyos principales adalides fue Hugo Chávez,
significó para muchos huérfanos de la izquierda la resurrección del socialismo
bajo nuevas condiciones, bajo nuevas formas y sobre todo, bajo el signo
de los nuevos tiempos.
La utopía de Fukujama debe ser relegada a la sala de
espera. La idea más kantiana que hegeliana relativa a un orden republicano
mundial donde no habrá guerras ni grandes contradicciones está muy lejos de ser
cumplida. La democracia sigue siendo cuestionada y desafiada por sus enemigos y
el "socialismo del siglo XXl" ha surgido como la nueva alternativa
antidemocrática de nuestro tiempo. A la vanguardia de ese proceso estuvo Hugo
Chávez, el comandante justiciero quien logró, según sus aduladores, la alianza
perfecta entre el legado teórico de Bolívar y el socialismo científico de Marx.
Haber demostrado que esa absurda combinación era solo una simple superficie de
un proceso mucho más profundo, es uno de los méritos de autores como Ari
Chaplin, quien en su recién publicado libro Chávez’Legacy- The
Transformation from Democracy to a Mafia State, ha desmenuzado el carácter
radicalmente antidemocrático del chavismo.
Partiendo de la excelente denominación acuñada por Moisés
Naím, la de "Estados mafiosos", Chaplin demuestra, combinando la
narración historiográfica con el análisis sociológico, como detrás de la
fachada ideológica del chavismo se esconde un proceso que tiende a la demolición
de los valores y de las instituciones políticas los cuales a pesar de algunos
deficientes gobiernos que lo precedieron, pervivían en Venezuela. En otras
palabras: de acuerdo a Chaplin la contradicción fundamental ya no es en
Venezuela entre democracia y totalitarismo, sino entre democracia y estado
mafioso. El chavismo, a su vez, es sólo uno entre diversos tipos de estados de
ese tipo.
En Europa Central y del Este la construcción de estados
mafiosos parece ser el destino de diversos países post-comunistas. En la zona
eurasiática ya es la regla y no la excepción. Y en América Latina las naciones
del ALBA han adoptado una tras otra, las características mafiosas del
"modelo venezolano".
Lo que tienen de común los Estados mafiosos del siglo XXl
con los regímenes totalitarios del siglo XX es que tanto en los unos como en
los otros ha tenido lugar la aparición de una "nueva clase de estado”. La
“boliburguesía” es en ese sentido la expresión criolla de lo que fueron las
"Nomenklaturas" en el socialismo soviético y europeo. No obstante hay
algunas diferencias importantes.
Mientras las "Nomenklaturas" representaban un
proyecto histórico teóricamente fundamentado, destinado a la construcción del
socialismo desde el poder (“dictadura del proletariado”) los Estados mafiosos
carecen de un corpus ideológico medianamente coherente.
El chavismo, como el evismo boliviano, el orteguianismo
nicaragüense, el correísmo ecuatoriano, representa un tipo de dominación que
desde el poder construye una ideología "ad hoc" sobre la base de
artilugios teóricos inconexos a los que se unen elementos vernáculos propios a
la tradición post-colonial latinoamericana. Entre ellos el mesianismo de un
caudillo carismático, el militarismo, el anti-occidentalismo y el nacionalismo
verbal.
Ahora bien, en la Venezuela chavista esas características
aparecen más nítidas que en las demás naciones nombradas. La razón es que el
chavismo ha contado con un arma estratégica, la posesión del principal medio de
producción del país: el petróleo.
Venezuela -ya antes de Chávez un Estado rentista- ha
acentuado bajo el chavismo esa condición socio- económica. La industria
nacional ha sido demolida, las organizaciones sociales, así como los sindicatos
obreros, se encuentran totalmente desarticulados. Detrás de un chavismo
convertido en religión nacional se esconde un Partido de Estado radicalmente
corrupto, es decir, una organización mafiosa formada al calor de la renta
petrolera. El chavismo es, en cierto modo, un subproducto político del
petróleo.
No obstante, en Venezuela, ya desde los tiempos de
Chávez, y esa es otra diferencia con respecto a los demás “Estados mafiosos”,
ha surgido una muy fuerte oposición democrática. A esa oposición nunca pudo
destruir Chávez a pesar de controlar casi toda la prensa, a pesar de haberse
adueñado de todo el Estado, a pesar de movilizar un aparato judicial cuya
función es perseguir y aterrorizar a todos a quienes la mafia en el poder
declara como enemigos.
El libro de Ari Chaplin es sin duda un magnífico aporte
teórico pues nos permite entender mejor no solo la morfología del fenómeno
chavista, sino, además, las razones por las cuales el planeta comienza a
plagarse de regímenes mixtos que adoptando determinadas formas
democráticas-electorales reproducen estructuras militaristas,
dictatoriales e incluso totalitarias, propias al que fue el mundo comunista.
En países que contaban con enraizadas tradiciones
democráticas -uno de esos países es Venezuela- las mafias en el poder, al
carecer de un proyecto histórico y de un sustrato ideológico relativamente
coherente, están, sin embargo, condenadas a sobrevivir no mucho más allá de la
vida de quien fuera su máximo líder. Mientras después de la muerte de Stalin
apareció en la órbita soviética el “socialismo burocrático”, en Venezuela no hay
ninguna base para que surja un “chavismo burocrático”. Todo lo contrario, la
muerte del caudillo ha dejado al descubierto la existencia de sectas mafiosas
cuyo objetivo no es administrar “el legado de Chávez”, sino simplemente
repartirse el botín del poder. Nada más.
No obstante, una pregunta deja abierta el libro de Ari
Chaplin; y es la siguiente: ¿Son los Estados mafiosos de nuestro tiempo los
últimos residuos del totalitarismo del siglo XX, o se trata de un nuevo tipo de
formación política, históricamente inédita, destinada a reproducirse y
multiplicarse en la historia? Quizás es muy temprano para dar una segura
respuesta a esa pregunta.
Pero, en cualquier caso, para la comprensión del
sentido histórico de la estructura interna y de la lógica de poder de los
Estados mafiosos del siglo XXl, el libro de Ari Chaplin es una
herramienta indispensable. Un libro que sobrepasando su valor académico
adquiere una connotación política de enorme importancia para todos quienes
hemos advertido el peligro de un nuevo antagonismo representado en el
surgimiento de Estados mafiosos, todos
opuestos a la marcha ascendente del universal proceso democrático.