No hay nadie en estos
momentos más criticado por la prensa mundial que Barack Obama. No solo por
quienes profesan la religión antimperialista. Ni por pacifistas. A ellos se han
sumado mariscales de escritorio. Unos opinan que Obama actúa de modo
precipitado. Otros, demasiado tarde. Como si las intervenciones militares
debieran tener lugar en un día preciso del calendario.
No faltan tampoco quienes
acusan a Obama de recaer en el "bushismo". Hay también quienes lo tratan de inconsecuente. ¿No ayudará esta vez a los
mismos que intentaron convertir el gobierno de Morsi en una dictadura, o a los
mismos a quienes Francia derrotó en Mali?
Algunas de esas críticas,
no se puede negar, están bien fundamentadas.
Y sin embargo, si no
pensamos que Obama enloqueció, hemos de deducir que además de sancionar el
empleo de armas químicas hay razones poderosas que inducen a EE UU a recurrir a
la lógica militar en el espacio sirio.
Barajando naipes, solo
queda una alternativa. Los enemigos fundamentales de Obama no están en Siria.
Estos no son otros sino los aliados de Asad: Irán por un lado, Rusia por otro.
En otras palabras, al intervenir, EE UU intentará desbaratar la alianza
establecida entre Irán, Rusia y Siria. Un eje que conlleva la promesa de
grandes desestabilizaciones, no solo en el Oriente Medio
La alianza entre Irán y
Siria es un problema menor. En los EE UU saben que a partir del cambio de
gobierno en Irán se abren posibilidades de renegociación sobre el tema atómico.
Pero distinto -aquí esta el problema- será conversar con un gobierno aislado
del contexto internacional que con uno respaldado por la segunda potencia
militar del planeta: Rusia.
Solo podemos concluir
entonces en que el problema sirio es, en última instancia, el problema ruso.
Eso quiere decir que Obama no enfrentará en Siria a un enemigo local sino,
indirectamente, a uno internacional.
¿Se repite entonces la lógica de la Guerra Fría? En parte sí. Así como en
Vietnam la guerra de los EE UU no fue en contra de los vietnamitas sino en
contra de la URSS, pero en suelo vietnamita y con muertos vietnamitas, el
ataque a Siria será -digámoslo claro- una advertencia a las pretensiones rusas
en el Oriente Medio. Siempre y cuando los argumentos “drónicos” de Obama no
logren convencer a Putin de la conveniencia de abandonar sus “sueños sirios”
Obama ha reiterado que su
gobierno está dispuesto a aceptar la realidad de un mundo multipolar dentro del
cual los EE UU serán una entre otras naciones hegemónicas. Pero también Obama
ha dejado claro que los EE UU no están dispuestos a aceptar proyectos
expansionistas de otras naciones si estos amenazan sus zonas de influencia, o
las de sus aliados. Con China no hay en ese sentido ningún problema.
El expansionismo chino es
económico. China no reclama zonas de ejercicio hegemónico más allá de las que
mantiene en el sudeste y en el sur asiático. El de Rusia en cambio continúa
siendo el proyecto de ese imperialismo clásico de tipo militar que primaba
durante la guerra fría.
Rusia no se conforma con
ser potencia euroasiática -lugar que le reconocen los EE UU desde Kissinger- e
intenta, por lo mismo, recuperar una parte del espacio islámico que ocupó la
URSS en el pasado. No olvidemos que Gadafi, Husein, Asad padre, y otros, eran
miembros periféricos del imperio soviético. Putin, en el mismo sentido,
proyecta convertir Siria en un bastión militar ruso y a Asad en un dictador
clientelístico como Lucashenko en Bielorusia. Pero esta vez enclavado en el
corazón de la zona islámica. Algo que EE UU no puede, y Europa no debería,
aceptar.
Ahora bien, el lugar
hegemónico deseado por Rusia en el Oriente Medio tampoco es aceptado por la
mayoría de los gobiernos árabes. En ese punto hasta los generales egipcios
están de acuerdo. Turquía -hay muchas razones históricas- tampoco quiere a
Putin demasiado cerca. En París y Londres la presencia de Rusia en el Oriente
Medio es vista como peligro real. Y los EE UU, como toda gran potencia, no
quieren perder influencias en la región, muchas de ellas conquistadas
recientemente al haber apoyado a las rebeliones que tuvieron lugar en Libia,
Túnez y en el propio Egipto.
Mucho menos ahora, cuando las
relaciones entre EE UU y la mayoría de los gobiernos árabes han llegado a ser
mejores que nunca.
Obama frente al mundo
islámico tiene entonces dos alternativas. La primera -la de Bush- es la de
combatirlo, alimentando así el anti-occidentalismo entre las fracciones
radicales del Islam. Los resultados de esa política fueron desastrosos para los
EE UU. Irak, por ejemplo, fue convertido por Bush en lo que nunca fue durante
Husein: un campo de operaciones del terrorismo suní.
La segunda alternativa -la
de Obama- es tender una mano al mundo islámico. Con ello no se van a extinguir
las corrientes teocráticas, pero la minimización de algunas tensiones puede
ayudar a que aparezcan tendencias republicanas islámicas como las que
representa el partido Nur (Luz) en Egipto y así ir aislando políticamente al
terrorismo. En el peor de los casos Obama está intentando convertir un enemigo
absoluto en uno relativo.
El golpe militar en Egipto
fue un retroceso para el proyecto Obama. El desgraciado apoyo verbal de Kerry a
los golpistas hizo revivir los peores resentimientos anti-occidentales entre la
población islámica egipcia. En Siria, Obama intentará enmendar el rumbo. Si actúa
en contra de la dictadura, los rebeldes, creyentes o no, depondrán parte de sus
odios a los EE UU. O por lo menos entenderán que entre tenerlos como enemigos o
como un lejano aliado, la segunda opción es mejor.
Si una alianza táctica
entre parte del Islam y los EE UU llegara a ser posible, Putin vería cerrada
las puertas para revivir el antiguo sueño de Stalin.Y bien; ese es el objetivo
inmediato de Obama en Siria. En cualquier caso la historia de Bush en Irak no
se repetirá. Por una parte, la de Siria será una acción muy limitada. Por otra,
en Irak no había guerra civil, EE UU no tenía ahí aliados y a Bush no lo llamó
nadie desde Bagdad.
Muy distinto en Siria. Por
primera vez en la historia de las relaciones entre el Oriente Medio con los EE
UU, una organización política árabe con mayoría islámica, la "Fuerza de la
Rebelión y la Oposición Siria" (CNFROS), se ha dirigido directamente al
Congreso norteamericano solicitando ayuda militar (1 de Septiembre de 2013).
El gran sentido histórico de ese llamado pasó, como suele suceder, inadvertido
a los comentaristas especializados. Al igual que Putin, muchos de ellos siguen
viviendo en los tiempos de la Guerra Fría.
Cerrar el paso a las aventuras de Putin en Oriente Medio y desarticular el
eje Rusia- Siria-Irán es el objetivo inmediato que persigue Obama. Crear un
espacio de coexistencia pacífica entre el Occidente Político y el Medio Oriente Religioso es un proyecto más lejano. Pero lo uno pasa por lo otro.