Sabelotodos y sabelonadas
han formado una gran coalición convirtiendo el caso sirio en oscuro objeto de
sus deseos. Aunque difícil es no captar las altas cuotas de desprecio, el
eurocentrismo mezquino con que son juzgadas las culturas islámicas, los
prejuicios anti-árabes y no por último, la arrogancia con la cual se trata de
adulterar el sentido y carácter de rebeliones y movimientos surgidos en el
Oriente Medio desde 2011.
En el análisis del caso
sirio la mentada coalición ha tenido la dudosa virtud de integrar en un solo
frente a los analistas de izquierda con los de las más reaccionarias derechas.
Ambos grupos están de acuerdo en que los militares egipcios, así como la
dictadura de Asad, enfrentan a una oposición dominada por islamistas.
La identificación del Islam
con el islamismo y del islamismo con el terrorismo es de breve data.
El concepto
"islamismo" surgió después del 11.09.2001 y su propósito, de acuerdo
al famoso discurso de Bush después del ataque a las torres, fue diferenciar a
los grupos terroristas de una mayoría islámica pacífica.
El islamismo, en esa
versión, era un concepto destinado a definir fracciones islámicas que
levantaban como programa el odio a Occidente, la supremacía de la ley religiosa y al califato como forma de gobierno.
Poco después de su discurso
de 2001, Bush cambió de tono y comenzó a hablar de "cruzada". A
partir de ese momento la palabra islamista, en el lenguaje del “bushismo”, pasó
a ser sinónimo de musulmán. Hoy la mayoría de los periódicos designan como
islamista a cualquier grupo religioso que profese el Islam.
La por Bush definida como
"guerra en contra del terrorismo internacional" es una artimaña
esencialista. Enlaza una religión con un orden político y con una actividad
criminal. Su objetivo no es otro sino la demonización del Islam.
Pero Bush no estaba solo.
Hubo un co-autor: Vladimir Putin. Basta recordar que la guerra de Chechenia
iniciada por Putin en 1999 -uno de los más grandes genocidios ocurridos después
del fin de la Guerra Fría- fue presentada a partir de 2001 por el astuto Putin
como una batalla más en la guerra en contra del "terrorismo
internacional".
"Ustedes en
Afganistán, nosotros en Chechenia" era la divisa exportada desde Rusia.
Las masacres en Chechenia, tanto o más salvajes que las de Milosevic en el
Kosovo (también en contra de la población musulmana) fueron entendidas en
Europa como un aporte ruso a la causa común.
Los resultados de la
"cruzada" de Putin en Chechenia no han sido del todo evaluados. Pero no hay informe con menos de
seis cifras en cantidades de muertos. Todavía se encuentran en las cercanías de
Grozny -convertida por los rusos en ciudad fantasma- fosas comunes con
cadáveres chechenios.
Durante los días de
Chechenia los políticos europeos miraron para otro lado. Al fin y al cabo Putin
es un gran proveedor de gas, y sus acueductos traspasan las montañas de
Chechenia. Incluso el Primer Ministro alemán Schroeder sugirió la integración
de Rusia en la OTAN.
Nunca, ni siquiera en los
tiempos de Roosevelt y Stalin, las relaciones entre Rusia y los EE UU fueron
más amistosas que durante el genocidio cometido por Putin en Chechenia. Y para
sellar la amistad, Putin procedió a la anulación del tratado sobre misíles,
cerró las bases rusas en Cuba y Vietnam y aceptó observadores estadounidenses
en Georgia.
Ahora ¿hay una relación
entre Chechenia y Siria? Por supuesto. En los dos casos tuvo lugar un
exterminio masivo de la población civil musulmana. En los dos casos las
matanzas formaron parte de un plan imperial. En el de Chehenia, por conservar
el "espacio natural" del imperio ruso. En el segundo, para mantener
las alianzas que contrajo la antigua URSS con los regímenes socialistas de la
zona árabe (partidos Baad).
No se trata entonces de que
EE UU ha perdido en Siria su carácter de potencia mundial. Lo que sí ha perdido
son aliados europeos, ganando en cambio otros en el mundo islámico. De ahí,
menos que analizar el peso de los EE UU en la política internacional, es
importante constatar que atravesamos por un periodo en el cual las alianzas de
la Guerra Fría están siendo de-construidas, dando lugar a nuevas constelaciones
internacionales.
Importante es, además,
señalar que el enfrentamiento indirecto entre Rusia y los EE UU en el Oriente
Medio no ha terminado con la pausa revisoria de armas químicas propuesta por
Putin. Quizás ahí ha comenzado. En los mismos momentos en que escribo estas
líneas, Asad ha lanzado una nueva ofensiva en Damasco. Si es con armas químicas
rusas no lo sabemos. Sí sabemos que la población civil está siendo
diezmada.
Cuánta estupidez hay en
quienes ven en Putin un agente de la paz en contra de la beligerancia de los EE
UU. Cualquiera observación dice justamente lo contrario: Putin ha logrado una
cierta legitimidad a favor de Asad, una disminución del apoyo internacional a
los EE UU y la intensificación de las masacres en Siria.
Los pacifistas europeos
están felices. La izquierda mundial continúa festejando a Putin como el héroe
que hizo retroceder al imperio. La derecha mundial continúa criticando a Obama
por apoyar a la oposición siria en contra de una dictadura que es un dique -lo
dijo el mismo Asad- frente a Al Quaeda. Mientras tanto el genocidio continúa su
marcha. ¿A quién importa eso? Después de todo, ¿son los rebeldes sirios
personas muy buenas?
No, no lo son. Como no lo
eran los hermanos egipcios –ya políticamente derrotados durante el gobierno
Morsi- que hoy sufren en las mazmorras de la dictadura. Pero tampoco todos
quienes se opusieron a las dictaduras comunistas europeas eran
"buenos". Y el hecho de que hoy la mayoría de los países post-comunistas estén gobernados por mafias, no
justifica las crueldades de las tiranías comunistas. Mucho menos fueron
“buenas” las chusmas sanguinarias deleitadas en las calles de París -basta ver
solo algunos cuadros de Jacques Louis David- al contemplar las ejecuciones de
la guillotina. ¿Vamos a tomar partido por el absolutismo monárquico?
La oposición siria es
heterogénea. En el CNS, frente que agrupa al sesenta por ciento de la
oposición, hay grupos de izquierda, nacionalistas, desertores de la dictadura,
partidos kurdos y armenios. Por cierto, también están apoyados por cofradías
musulmanes. ¿Y cuál es el problema? ¿No fueron los frentes populares
antifascistas en Europa agrupaciones donde cabían comunistas y monárquicos? El
puzzle político sirio no es fácil. Pero ¿dónde lo ha sido?
La guerra de los buenos en
contra de los malos nunca ha tenido lugar. Pero sí ha habido cruentas luchas en
contra de atroces dictaduras. A estas últimas pertenece la de Asad. Nadie, a
menos de que sea uno de esos amantes de dictaduras que pululan en el mundo,
puede equivocarse.
Quienes de verdad estamos
por la paz en Siria sí sabemos algo: La paz, si no es la de los cementerios, nunca
surgirá de ese binomio siniestro formado por Putin y Asad.