No sé si será deformación
profesional. Cada vez que ocurren acontecimientos similares en diferentes
latitudes, como siguiendo un reflejo condicionado, uno tiende a buscar
similitudes, paralelos, incluso analogías, o por lo menos un hilo
que permita explicarlos en conjunto. Reflexiones surgidas frente a esas
rebeliones que hoy están ocurriendo en diferentes países. Algunos muy lejanos
entre sí. De ahí que la pregunta del sociólogo que todos llevamos dentro no se
hizo esperar: ¿Tienen rebeliones como las de Turquía, Egipto, Brasil, algo en
común?
Aparte de que suceden en el
mismo planeta, lo que más llama la atención es que sus actores principales son
jóvenes, predominantemente universitarios. Si a esas rebeliones sumamos las
asonadas de los indignados que una vez aparecieron en la Puerta del Sol de
Madrid, la de los estudiantes chilenos que ya llevan dos años peleando en
contra de la universidad-empresa, y la de los estudiantes venezolanos quienes
desde 2007 luchan por la autonomía universitaria, hay que concluir en que, nos guste
o no, al igual como ocurrió en los sesenta del pasado siglo, la segunda década
del XXl ha sido iniciada bajo el signo de movimientos generacionales. Reitero,
son diferentes entre sí, pero a pesar de esas diferencias, todas son -o
comienzan siendo- rebeliones juveniles a las que se unen, en ocasiones,
multitudes urbanas. Y ese es el segundo punto común de las mencionadas
rebeliones: Son urbanas.
Constatación que lleva a
re-plantear el tema de la organización social de la ciudad. Me refiero,
siguiendo una idea del historiador Lucien Febvre, a dos conceptos no siempre
coincidentes: La ciudad demográfica y la ciudad política, o si se quiere, la
ciudad residencial y la ciudad como polis (centro de la política). Pero para
abordar ese tema permítaseme recurrir a una previa reflexión.
Toda ciudad encierra en sus
interiores a diversos grupos de poder. Grupos expansivos y defensivos a la vez.
Como toda unidad colectiva, cada grupo intenta, y a veces lo ha logrado,
subordinar a otros. Eso quiere decir que la ciudad es también un espacio de
lucha, y no sólo política. Por esa razón la ciudad democrática de nuestro
tiempo no suprime la lucha entre grupos, pero sí la limita y condiciona
mediante instituciones, constituciones y leyes.
Estoy hablando -entiéndase-
de grupos de poder, es decir de propietarios de una cuota del poder total. Por
lo mismo cada grupo posee una propiedad sobre un determinado poder. De ahí que,
a riesgo de ser simple (no siempre es una virtud) me atreveré a proponer un
listado de los diferentes grupos de poder que coexisten orgánicamente al
interior de cada ciudad moderna.
1. Los propietarios de las armas, llamadas en lenguaje vulgar, los "fierros", es decir, la policía y el ejército recluidos estos últimos, en periodos normales, al interior de sus cuarteles
2. Los propietarios del
dinero, cuyos templos son los bancos, la bolsa, las calles comerciales, los
bazares y los malls.
3. Los propietarios del
cielo: las grandes religiones y sus iglesias.
4. Los propietarios del
saber y del conocimiento, recluidos al interior de las universidades e
institutos de enseñanza superior.
5. Los propietarios del
trabajo, organizados en fábricas y sindicatos
6. Los propietarios del
saber político, por algunos llamados "clase política", grupo que si
bien funge teóricamente como representante de otros, puede alcanzar un alto
grado de profesionalidad y autonomía.
Ahora, el hecho de que en los conflictos de nuestro tiempo aparezca como actor principal el grupo 4, el de los propietarios del saber y del conocimiento, dista de ser casualidad. De modo que hay dos alternativas. O el grupo 4 está luchando para apoderarse de los demás, o está luchando en contra de la expansión de otros poderes. Y bien, un vistazo rápido a los últimos acontecimientos lleva a concluir que la segunda alternativa es la más evidente.
Tanto en El Cairo, en Río,
en Estambul. en Santiago, en Caracas, jóvenes universitarios están luchando por
liberarse de poderes expansivos que intentan someter el saber y el conocimiento
a sus intereses. En ese punto, pero sólo en ese, todas esas luchas se parecen.
Pero también se diferencian. La diferencia principal se da en el hecho de que
cada rebelión juvenil enfrenta a diferentes enemigos.
Las luchas en Estambul y en
El Cairo parecían ser similares debido a que ambas enfrentaban a un mismo
enemigo: el integrismo islamista, vale decir a los propietarios del cielo
(grupo 3) quienes pretenden convertir a las universidades en instituciones
destinadas a propagar la "verdadera fe" en contra de los infieles.
Quizás hay que recordar que
la lucha entre la intelectualidad unida a la burguesía en contra de la iglesia unida al ejército marcó casi toda
la historia del siglo XlX en Europa. De ahí que los
estudiantes y académicos del grupo 4 aparecen hoy, en los países islámicos, como mensajeros tardíos del
espíritu de la Ilustración europea.
Sin embargo, también hay
una enorme diferencia entre las luchas turcas y las egipcias. En el primer caso
el grupo 4 midió sus fuerzas con el grupo 3 (el teocrático), el cual mantiene
una estrecha y peculiar alianza con el grupo 2 (el del dinero) y con el grupo 1
(el de los fierros). Eso trajo consigo que el grupo 4 debiera replegar sus
fuerzas, aunque obteniendo algunas concesiones del grupo 3. No ocurrió así en
El Cairo.
Durante la primera
revolución egipcia, la de 2011, el grupo 4 en contra del grupo 1, logró
arrastrar consigo a grandes masas donde el grupo 3 mantiene sus bastiones.
Frente a esa nueva alianza el grupo1 hubo de emprender la retirada y ceder
espacio a la hegemonía del grupo 4 el que fue, en las elecciones
presidenciales, desplazado por el grupo 3, los llamados islamistas.
La segunda gran revolución
egipcia, la de 2013, también fue iniciada por el grupo 4, pero esta vez en
contra del grupo 3, para lo cual el grupo 4 hubo de sellar una alianza con el
grupo 1 mediante el mecanismo de un golpe de estado que, a su vez, ha dado
inicio a la rebelión del grupo 3. Por el momento, una tragedia sangrienta.
Diferente ha sido el caso
de las manifestaciones brasileñas, pues a diferencia de los países musulmanes Brasil
dispone de una muy bien consolidada clase política que cierra definitivamente
el camino al grupo 1. Esa clase política (grupo 6) gracias al espectacular
desarrollo económico experimentado por el país, ha terminado por unir su
destino con el grupo 2, traduciéndose ello en el fenómeno de la
"economización de la política", y por cierto, en el de la corrupción
de los políticos. Ahora, gracias a que Rousseff, siguiendo a Lula, mantiene estrechos
vínculos con el grupo 5 (obreros), ha podido resistir con éxito los embates del
grupo 4, aunque al precio, como ocurrió en Turquía, de realizar algunas
concesiones. La próxima tarea del grupo 6 brasileño será entonces la de integrar
en el discurso político a los jóvenes del grupo 4. Si Rousseff lo logrará es
todavía un enigma.
Las movilizaciones
brasileñas permiten a su vez entender mejor el sentido y carácter de las
grandes y ya largas movilizaciones del grupo 4 en Chile, orientadas, sobre todo
durante el gobierno de Piñera, en contra del predominio alcanzado por el grupo
2 en todos los ámbitos de la vida del país, incluyendo la de las universidades.
Como es sabido, durante la
dictadura de los fierros, la de Pinochet, el grupo 2 fue el mejor aliado del
grupo 1. La Concertación, a su vez, en representación de todo el grupo 6,
integró al grupo 2 a su sistema de alianzas con resultados económicos (aunque
no políticos) formidables.
En otras palabras, los
estudiantes chilenos luchan en contra de un orden educacional que tiende al
lucro y no a la calidad académica. El ideal universitario del grupo 2 -no puede
ser otro- es el de la universidad-empresa, e incluso, el de la
universidad-mall. Ahora bien, contra esa toma de poder del grupo 2 en desmedro
del grupo 4 se han movilizado los estudiantes chilenos, hecho que ha sido
tomado en cuenta por Bachelet quien ya ha inscrito en su programa parte de las
demandas estudiantiles. Lo más probable entonces es que durante el gobierno de
Bachelet, el movimiento estudiantil se dividirá entre quienes quieren
cambiar el sistema educacional y quienes quieren cambiar el sistema
galáctico.
El enemigo fundamental de
los estudiantes y académicos venezolanos es en cambio el grupo 1, el de los
fierros, hecho que tiene que ver con el propio carácter del gobierno
post-chavista.
No se trata por cierto de
un clásico gobierno de fierros, como los que predominaron en el Cono Sur. Pero
sí de un gobierno militarizado y militarista a la vez. Dicho carácter no sólo
tiene que ver con el altísimo porcentaje de oficiales en funciones políticas,
sino, sobre todo, con el estilo militar de gobierno.
Los chavistas, como si
fueran soldados, no deliberan. Dan y reciben órdenes. Tampoco polemizan. En
lugar de eso agreden e insultan. Utilizan, además, sistemas de delación y
espionaje. La mentira, arma de guerra, se ha transformado en uso cotidiano. Todos
los días inventan complots, supuestos ataques aéreos desde países vecinos, inoculaciones.
La oposición para ellos no es oposición; es un enemigo destinado a la
aniquilación: es la ultraderecha fascista, o los apátridas, e incluso, así lo
dicen, los asesinos. En breve, el post-chavismo, como ayer el chavismo, vive en
estado de guerra imaginaria y permanente.
Pero hay una diferencia
entre chavismo y post-chavismo. Mientras el primero logró configurar una
alianza entre militares y grandes masas populares, el post-chavismo experimenta
la disolución de esa alianza. O dicho así: mientras el chavismo era militar-popular, el post-chavismo es cada vez menos popular y, por lo mismo, más militar. Chávez, en efecto, era el nexo viviente entre
"su" pueblo y los militares. Muerto Chávez, sucedido por un líder no
empático, más bien anti-pático, la relación entre gobierno y pueblo es cada vez
más precaria. En otros términos, el grupo 1 está experimentando durante el
gobierno post-chavista un creciente proceso de autonomización.
Bajo esas condiciones ha
comenzado un ya no lenta emigración popular hacia el grupo 6, una nueva clase
política dirigida por la MUD y por su líder electoral. Si la tendencia se
mantiene, serán acentuadas las tendencias que llevan hacia la militarización
definitiva del gobierno. Y bien, son esas tendencias las que permiten entender
el recrudecimiento de las agresiones del grupo 1 hacia el grupo 4.
Así como en Turquía y
Egipto los propietarios del cielo quieren convertir a la universidad en una
versión ampliada de la mezquita, o así como en Brasil y Chile los
propietarios del dinero conciben a la universidad como una empresa más, en
Venezuela los propietarios de los fierros quieren hacer de la universidad una
prolongación ideológica de los cuarteles. Es por eso que, como ocurre en las
dictaduras militares, los post-chavistas se han propuesto terminar con la
autonomía de las universidades. En esas condiciones, la lucha de los
universitarios trasciende a la universidad y se convierte en lucha por la
salvación de la polis. Quiera la suerte que esa lucha sea mantenida a través
de vías electorales. Nadie, o muy pocos, desean que El Cairo -ya convertida en una ciudad de fierros- sea el destino de las ciudades de Venezuela.