Ya he perdido toda
esperanza. Es más fácil conversar acerca de tolerancia con un talibán que
discutir de política con algún ideólogo latinoamericano de la "nueva
izquierda". Y, sin embargo, hay que seguir haciéndolo, aunque sea para
denunciar los excesos ideológicos en los que incurren.
Probablemente Marco Aurelio
García no se entiende a sí como ideólogo del "socialismo del siglo
XXl", pero leyendo su artículo titulado "Los desafíos de los gobiernos" no hay más alternativa que alinearlo en esa tendencia, entre
otras cosas, porque ahí subscribe punto por punto la doctrina de legitimación
de las autocracias y neodictaduras sudamericanas.
Según MAG, las izquierdas
sudamericanas, particularmente las del Cono Sur, fueron afectadas política, organizacional
y militarmente por las dictaduras que asolaron esa región. Lo que no dice MAG
es que esas dictaduras no sólo fueron ejercidas en contra de las izquierdas.
Víctimas de ellas fueron otros sectores democráticos, no siempre de izquierda,
como ocurrió en Uruguay y en Chile. Tampoco dice MAG que los comunistas
argentinos (imagino que también son de izquierda) apoyaron la dictadura de
Videla siguiendo ordenes de la URSS. Calla también MAG cuando oculta que un
gran sector del peronismo, particularmente fracciones montoneras, apoyó a
Galtieri durante la guerra de las Malvinas. Igualmente calla cuando no dice que
los Tupamaros uruguayos y otras organizaciones similares apoyadas por Cuba, posibilitaron la salida militar en diversos países del continente.
Nadie niega, por supuesto,
que los sectores más afectados por la represión militar éramos de alguna
izquierda. Pero reducir el drama padecido a la contradicción izquierda-
dictadura, es faltar a la verdad. Prueba es que los pilares de la lucha
ant-idictatorial no estuvieron centrados en las izquierdas, aunque ellas
participaron en los bloques de restauración democrática que tuvieron lugar.
Para hablar con ejemplos: Si las Madres de la Plaza
de Mayo tuvieron repercusión mundial no fue porque eran de izquierda sino
porque eran madres. Y si gran parte de la lucha democrática de los chilenos
reposó sobre la Iglesia Católica, no fue porque el Cardenal Silva Henríquez
hubiera sido un personaje de izquierda.
Ni en Brasil, ni en
Argentina, ni en Chile, ni en Uruguay, ni en Paraguay, ni en Bolivia, los
primeros gobiernos democráticos post-dictatoriales fueron de izquierda. Pero
tampoco, en sentido estricto, fueron de derechas. Fueron formaciones centristas orientadas a facilitar el retorno de usos democráticos y el retiro de
los militares a sus cuarteles. De tal modo que el auge de la izquierda debe ser
entendido como un fenómeno post-transición, pero no post-dictatorial. Adjudicar a los gobiernos post-dictatoriales un carácter neo-liberal sólo porque no practicaron programas estatistas, es un abuso ideológico de enormes proporciones.
Ahora, el periodo post-
transición tuvo lugar en el marco histórico determinado por el fin de la Guerra
Fría, hecho que MAG calla. Si no hubiera callado habría tenido que aceptar que
la intervención militar no ocurrió sólo para proteger a los "ricos"
de la derecha en contra de los "pobres" de la izquierda, sino porque
gran parte de esa izquierda obedecía directrices internacionales contrarias a
las que primaban en el espacio político occidental.
Hasta aquí la prehistoria. Lo central es que para MAG, el gran mérito de la "nueva
izquierda gubernamental latinoamericana” (la del socialismo del siglo XXl) fue el de subvertir los programas neo-liberales puestos en prácticas durante
el periodo de transición.
Acerca de que es lo que
entiende MAG por neo-liberalismo, es un misterio. Misterio sólo descifrable si
entendemos que es lo que significa "neo-liberalismo" para gente como
MAG. Para decirlo en clave de síntesis, neo-liberalismo es para ellos todo lo que no es estatista. La
izquierda latinoamericana en la visión de MAG no se define como lo hicieron las
primeras izquierdas por su posición a favor de la democracia, de la clase
obrera, por su laicismo o por la libertad de pensamiento. Izquierda es para
ellos estatismo; y punto.
En ningún momento se les
pasa por la cabeza a ideólogos como MAG que el estatismo puede ser mucho más
opresivo que una economía liberal políticamente regulada. Tampoco se les ha
ocurrido que el estatismo pueda llevar a la práctica una economía neo-liberal.
Cuba, en ese sentido, es un gran ejemplo. En ningún país del continente los
derechos de las organizaciones obreras han sido más violados que en Cuba. Venezuela
es un caso parecido. Después de catorce años de vida autocrática, los otrora
poderosos sindicatos obreros han sido desmantelados por el gobierno militar
chavista. Pero como esos gobiernos son para MAG "de izquierda" quedan a salvo de toda crítica.
A fin de fortalecer su
visión de una nueva izquierda anti-neo-liberal redentora, MAG intenta imponer
una visión maniquea de la historia reciente. Citemos:
"La hegemonía de las ideas
neoliberales en el plano económico durante el período de transición a la
democracia proyectó personajes funestos como Carlos Menem en Argentina, Collor
de Mello en Brasil, Sánchez de Lozada en Bolivia, figuras centrales de un
movimiento del que también formaban parte Salinas de Gortari en México y Vargas
Llosa o Fujimori en Perú".
En otras palabras, MAG toma
a todos los gobiernos que no son de su agrado y los mete en el saco del
neo-liberalismo. ¿Pero por qué Menem y no Kirchner? ¿No eran del mismo partido?
¿Dónde está el discurso de Kirchner en contra de Menem? ¿No son
seguidores de Cristina muchos menenistas de antaño?
Si MAG analizara la
política europea, hasta Berlusconi podría ser de izquierda: ¿No se ha
pronunciado recientemente en contra del "neo-liberalismo" alemán?¿No
levanta Berlusconi la bandera de las libertades sexuales en contra del
Vaticano?
Hasta tal punto llega la
alienación ideológica de MAG que para él Fujimori y Vargas Llosa son lo
mismo, no importando que el segundo se haya pronunciado en contra de todos los
regímenes dictatoriales del mundo (y MAG en contra de ninguno) y el primero
haya sido portador de una autocracia militarista y populista muy parecida a la
que ejerce el chavismo en Venezuela.
MAG, siguiendo esa
tradición economicista que caracteriza a la política latinoamericana (de izquierda
y derecha) sólo conoce un límite: El neo-liberalismo. Todo lo que no es
neo-liberal (estatista) es de izquierda, incluyendo a las FARC a los que alude
con el hipócrita eufemismo de "importante insurgencia rural". En palabras de MAG:
“A pesar de esas
diferencias, algunos elementos programáticos estuvieron presentes, con
distintos enfoques y perspectivas, en las luchas y movimientos de los distintos
países: 1) énfasis en las cuestiones sociales (combate a la pobreza, la
exclusión y las desigualdades), 2) democratización del Estado y participación
social, 3) defensa de la soberanía nacional e 4) integración sudamericana y
latinoamericana capaz de garantizar a la región un lugar en un mundo que vivía
(y vive) una intensa y acelerada transformación”.
¿De dónde saca MAG que estamos
frente a una nueva versión de la izquierda latinoamericana que sustituye una
hegemonía de las derechas que casi nunca ha habido? En su propio país, Brasil,
el lulismo no surgió de la nada. Desde Getulio Vargas, pasando por Joao Goulart,
siguiendo por F. H. Cardoso, las tradiciones predominantes han sido de
centro izquierda. Lo mismo ocurre en el Perú, donde un Humala recoge antiguas
banderas del APRA. O en la Bolivia de Evo Morales cuyo gobierno sólo puede
entenderse de acuerdo a las tradiciones iniciadas por el MNR, y así
sucesivamente.
En la gran mayoría de los
países latinoamericanos, el tronco grueso de la política ha sido siempre de
centro-izquierda, a veces de centro-derecha, nunca de izquierda-izquierda o de
derecha-derecha, como imagina, de modo abstruso, MAG
¿Y de qué defensa de la
soberanía nacional habla el ideólogo del Brasil? ¿Quién amenaza la soberanía
continental en estos momentos? ¿Rusia, China? ¿O es MAG otra viuda más del
"imperialismo norteamericano" con el cual Brasil ha practicado
siempre las más intensas relaciones, sobre todo en tiempos de Lula?
Tampoco la política social
latinoamericana ha comenzado con los gobiernos del ALBA ni con los
"nuevos" gobiernos de izquierda. Es, por el contrario, de muy larga
data. Mucho menos, la democratización del Estado a la que MAG hace mención, a
menos de entender por ella la creación de relaciones verticales entre
masa-Estado y líder, o el control del Poder Judicial por el Ejecutivo, o la
creación de partidos-estados, en fin, todas esas estructuras anti-democráticas
que caracterizan a la nueva izquierda latinoamericana cuando se apodera de las
palancas del poder.
SI MAG no estuviera tan alienado como aparenta, podría darse cuenta de que los valores que defiende el
gobierno venezolano al cual ha amparado en todas sus múltiples violaciones
constitucionales, son los de las más rancias derechas del continente:
militarismo, culto irracional al líder, mistificación del pasado y, recientemente, fanatismo religioso.
A la inversa, MAG podría también advertir que en la oposición
venezolana se encuentra el grueso de esa centro-izquierda que dio origen no a
un sistema neo-liberal (como el neo-liberalismo de Estado que practica el
chavismo) sino a un largo y estable periodo de convivencia política anti-militarista, sobre cuya
base, nunca sobre su negación, deberán surgir los futuros proyectos de
integración social. O dicho así: las tradiciones de la izquierda venezolana, las que vienen de Rómulo Betancourt y no de Fidel Castro, se encuentran en la oposición. No en los cuarteles.
En breve: Estamos frente a
un grave caso de alienación ideológica. MAG, irremediablemente, sólo ve lo que su estrecha ideología le
permite. Y si gran parte de la realidad no cabe en esa ideología, el problema
estará siempre en la realidad. Así nos explicamos por qué, bajo su funesta
influencia, Brasil en la ONU sólo supo practicar la más antipolítica
abstención, protegiendo a regímenes tiránicos como Libia ayer, Cuba y Siria
hoy.
Con ese tipo de conducción,
Brasil solo será una potencia económica de "clase media". Una
potencia política, jamás.
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