Son tantos los disparates que uno sólo puede recordar el último hasta el día de mañana, cuando dirá una barbaridad aún más grande. Entonces alguien preguntará ¿dónde está el límite que separa al delirio de lo real? ¿No hay nadie que le diga, basta, la paciencia del mundo no es infinita? Pero este mundo aguanta mucho. Sobre todo cuando los delirios tienen lugar en ambientes propicios.
El ambiente era propicio: Caracas, Noviembre de 2009.
Otra vez uno de esos congresos “mundiales” que financian todos los venezolanos.
En medio de festivos viajantes, representantes de los andrajos de lo que fue
una vez la izquierda mundial, venidos de los cinco continentes a escuchar la
voz del profeta de los tiempos idos, habló el presidente de todos los chavistas
llamando a formar la Quinta Internacional. Al día siguiente, como suele
suceder, ni el mismo se acordaba de tan grande iniciativa. Nunca, en todo caso,
volvió a insistir sobre el tema.
Pero ese 3 de Agosto de 2012, cuando en las Naciones
Unidas fueron dados a conocer los resultados que condenaron por amplia mayoría
los asesinatos en masa que comete Bashar El Asad, 12 gobiernos votaron a favor
del genocidio. ¿Había nacido la Quinta Internacional?
La primera Internacional fue fundada por el socialista
Marx y el anarquista Bakunin y su propósito era coordinar políticamente las
iniciativas de los sindicatos obreros. La segunda la fundaron los
socialdemócratas con el claro objetivo de democratizar al capitalismo hasta el
punto que ya no se pareciera más a sí mismo (Bernstein). La tercera la fundó
Lenin con el propósito de expandir la revolución socialista mundial. La cuarta
la fundó Trotzki con el fin de arrebatar a Stalin el monopolio de la revolución
mundial.
La quinta, en cambio, es la internacional de las
dictaduras y autocracias y su proyecto es levantar un frente en contra de la
que ellas llaman “el imperio”. Ahí no están todavía todos los que son aunque sí son todos los que están. Pero no todos son iguales. Observando al ominoso grupo
podemos distinguir tres fracciones: Los aliados estratégicos, los salvajes, y
los autócratas exóticos.
Los aliados estratégicos de Bashar El Asad son tres:
Rusia, Irán y China.
Rusia e Irán forman parte junto a Siria de una tríada: la
última línea de fuego erigida en contra del avance de la revolución árabe. Para
Rusia, además, se trata de conservar el último bastión del imperio fundado por
Stalin. Para Irán, a su vez, se trata de proteger a su único aliado en la
región árabe. El caso chino es distinto.
Alguna vez habrá que decir que el milagro chino –que
tanto cautiva el corazón de los neoliberales occidentales- fue resultado de un
genocidio que costó millones de vidas. Que la clase obrera en China nunca ha
podido defender sus derechos frente al Estado. Que China ha llegado a ser una
potencia cruzando la economía industrial y digital nacida en occidente, con un
régimen despótico de “tipo asiático” (Marx).
En el segundo grupo de la Quinta Internacional
encontramos a las dictaduras más salvajes de la tierra: junto a Siria, la
dictadura civil-militar de Birmania, la genocida de Zimbabwe, las dinastías de
Corea del Norte y Cuba, y por cierto, la Bielorrusia de Lukashenko: “el
último dictador de Europa”.
Mas, no todas las dictaduras del mundo forman parte de la
Quinta Internacional. Hay algunas, como la de Arabia Saudita, que por razones
económicas y religiosas han restado apoyo al dictador sirio. Hay otras que
simplemente se abstuvieron. La especificidad del grupo de los 12, en cambio, es
que han hecho de la dictadura un ideal de vida, del anti-occidentalismo una
profesión de fe, y del crimen colectivo una virtud.
Llama la atención el hecho de que entre los 12 aparecen
tres “exóticos” gobiernos latinoamericanos los que en sentido “clásico” no son
considerados –todavía- dictaduras. ¿Por qué Bolivia, Nicaragua y Venezuela –
ojo: Ecuador tuvo la decencia de abstenerse- se han convertido en fieles
aliados de la dictadura siria? Vale la pena responder a esa pregunta, pues la
respuesta no es tan obvia como parece.
Si se toma en
cuenta que ninguno de los tres gobiernos mencionados tiene problemas económicos
o territoriales con los EE UU y Europa, la respuesta es aún
menos obvia. Más aún: los gobiernos de Venezuela y Nicaragua no sólo mantienen
relaciones económicas con los EE UU; además las han duplicado durante el último
decenio.
¿Razones culturales? Ninguna. Ni siquiera el gobierno de
Bolivia -cuyo indigenismo se reduce a los trajes folklóricos de Morales- puede
argumentar en ese sentido; mucho menos después de las feroces represiones
cometidas a los indios del Tipnis.
¿O se trata simplemente de una estafa publicitaria
destinada a crear la imagen de un imperio frente al cual los “pueblos pobres”
se levantan conducidos pos sus caudillos a fin de lograr una segunda
independencia que nadie les ha negado? ¿O se trata de otra fantasía del militar
de Caracas para obtener dividendos electorales? Si es así, quiere decir que los
gobernantes de Bolivia y Nicaragua se encuentran sometidos a un poder más
arbitrario que todos los poderes coloniales del siglo XX.
Puede que los demócratas venezolanos no se hayan dado
cuenta todavía. Pero si logran una victoria en las elecciones del 7. de
Octubre, ese será también un triunfo de las ideas occidentales que nos legaron
los propios libertadores: Bolívar antes que nadie. La responsabilidad que
tienen en sus manos es entonces muy grande.