Fernando Mires – CIBER-ATAQUE



Tengo la impresión de que el Domingo 27 de Noviembre fui atacado por Vladimir. Y en mi propia casa. No, no estoy paranoiando. Voy a explicar el porqué.
Ese día por la tarde, habiendo puesto punto final a un artículo, me disponía a enviarlo al periódico. Mas, la internet no funcionó. Hice lo imposible. Leí las instrucciones tres veces. Enchufé, desenchufé, lancé trescientas maldiciones al aire y para no arrojar el computador por la ventana, decidí esperar hasta el día siguiente.
Llamé entonces a un amigo para comentar los partidos de fútbol del día anterior. Pero el teléfono tampoco funcionó. Encendí a la televisión, cualquiera cosa que me distrajera. Solo se veían rayas de cebras. Debo confesar: por un momento me sentí perdido. De pronto yo estaba  desconectado del mundo. 
Decidí al fin volver a los antiguos tiempos y hojear un libro de papel, el primero que encontré. Ni aunque lo hubiera solicitado: John Updike: Hacia el fin del tiempo. Narra la vida de unos personajes en EE UU después de que el país fuera destruido por una bomba atómica.
Al día siguiente mi esposa me despertó muy temprano con la noticia: 900.000 usuarios de Telekom –de la cual soy antiguo cliente- habían sido afectados por un hacker. Uno de esos usuarios era yo. La noticia agregaba que los técnicos de la Telekom y los del gobierno estaban trabajando juntos para restablecer el orden y averiguar el origen del ciber-ataque.
El día Martes 29 el noticiero del mediodía reveló que el ciber-ataque había sido perpetrado desde Moscú. No voy a extenderme en detalles -la verdad, de cosas digitales no tengo la más santa idea-. Pero la noticia fue dada por el BSI (Departamento de Seguridad y Técnicas de Información en Alemania) es decir, poseía un status oficial. El BSI acusó directamente al gobierno de Putin de intervenir en las redes digitales europeas. Precisamente el día anterior, A. Merkel había leído un comunicado señalando que su gobierno estaba dispuesto a enfrentar ataques cibernéticos de origen externo (ella, tan prudente, no nombró a Rusia).
La noticia no me extrañó. Desde Moscú proviene la mayoría de los hacker que asolan Europa. No se trata de simples sospechas. Naturalmente el gobierno ruso niega dichas acusaciones y estas -como ocurrió en el caso de la intervención cibernética en las elecciones norteamericanas- no podrán ser probadas. Imposible que lo sean. Las empresas cibernéticas rusas –es lo que he podido averiguar- no son organizaciones gubernamentales. En el hecho se trata de ONGs que prestan servicios especiales al gobierno. En otras palabras, mafias organizadas. Putin, en lugar de intervenirlas, ha logrado centralizarlas en torno a un núcleo al que solo muy pocos tienen acceso, sistema que ha hecho extensivo a diversas ramas de la economía y de la política. Así como a Iván el terrible lo llamaron el Zar de toda las Rusias, en Rusia el humor público denomina a Putin como el Presidente de todas las mafias.
La noticia del ataque ruso no fue, sin embargo, reiterada en los medios. Pero tampoco hubo desmentido. Eso no es nuevo. Según mi experiencia con los medios –de esto entiendo algo más que de nomenclaturas digitales– los gobiernos recurren a este procedimiento a guisa de advertencia, dando a conocer que están informados de hechos sobre los cuales por razones políticas o diplomáticas no desean insistir.
El ciber-ataque a los usuarios de Telekom no fue un incidente sin importancia. Para algunos entendidos se trata de un ensayo general. Para otros, de un plan fracasado destinado a sistematizar diversas redes en un solo paquete y lograr así tener acceso a caudales de informaciones. 
En cualquier caso el gobierno ruso ha comprendido muy bien la importancia de las agresiones cibernéticas. A través de ellas pueden llegar a controlar infraestructuras completas como los sistemas de salud, educación y, por supuesto, a los partidos, al personal gubernamental y no por último, al militar; ni hablar de las transacciones bursátiles. 
Así como nuestros antepasados dependían del fuego (el primer mono que descubrió el fuego se hizo hombre y con ello hizo de la hembra una mujer) hoy dependemos del control de los medios digitales de comunicación. A través de la comunicación digital la sociedad se piensa a sí misma. Pero si es alterado el sistema cibernético, deja de hacerlo.
La sociedad es comunicación, enseñó Jürgen Habermas, antes de que aparecieran las redes digitales. Para hacer una analogía, un ataque cibernético es a lo social un equivalente a un infarto cerebral en lo individual pues los mecanismos digitales son transmisores que nos comunican con el resto del mundo. Y bien, ese día Domingo, casi un millón de seres humanos fuimos desconectados de este mundo por decisión de un gobierno, según el BSI.
Los tiempos han cambiado. Antes, para desconectarnos del mundo era necesario hacer volar puentes y destruir caminos. Hoy basta una artera programación cibernética y un gobierno inescrupuloso para que eso sea posible.
Imagino, es lo más probable, que entre esos 900.000 usuarios de Telekom había más de uno con problemas de salud. Un paro cardiaco por ejemplo. Alguien que intentó llamar al servicio de urgencia justo cuando los teléfonos enmudecían. No es broma. Ese señor o esa señora deben estar muertos.
Estoy convencido de que si estalla una futura guerra mundial (ojalá el diablo no me escuche), esta será predominantemente cibernética. Si es así, no tengo ningún motivo para envidiar a las futuras generaciones. Yo también podría haber muerto ese día. Vladimir me atacó. Y nada menos que en mi propia casa.