Fernando Mires - BARRIO BONITO


Antes pensaba que las novelas y los cuentos son buenos auxiliares para analizar relaciones sociales y políticas. Hoy no solo pienso eso. Creo que para disciplinas como la historia, la sociología y la política, la recurrencia a la narración literaria es insustituible.
Los de Luis Freites en su libro Barrio Bonito son, desde la perspectiva de una clasificación literaria, cuentos. Pero pensando el libro como totalidad, bien podrían ser materiales para una novela cuyo personaje central es una ciudad: Caracas.
Quiero decir, Freites, a través de diversos personajes, hace hablar a “su” ciudad. En cierto sentido, una obra ventrílocua. Pues cada uno de esos personajes da cuenta de diversos espacios de esa Caracas terrible a la que Freites conoce intensamente.
Las diversas personas que desfilan en el libro narran sus vidas con voces diferentes. Freites parece conocerlos a todos. Hay dos alternativas: o él tiene un tremendo poder de observación o simplemente ha vivido a Caracas en todos sus lugares. Si esto último es cierto, no es para envidiarlo.
Repasemos los diversos cuentos: Periquera, narra acerca del infierno paradisíaco de las drogas. Bájate los pantaletas, de un psicópata sexual de clase media baja. Barrio Bonito, de un “tierrúo” que vive entre el mundo virtual de la tele y un cerruco miserable. El hijo de la sirvienta, de una clase alta y ociosa creadora de la miseria social y política que hoy vive el país. Tahoe, de una líbido alienada cuyo propietario desea “divorciarse” de una Compass. Cadáver, de La Morgue, ese lugar donde tarde o temprano se encuentran todos. Ahí vuelve a aparecer Maikel, el personaje de Barrio Bonito, pero esta vez como cadáver hablando con otros cadáveres. Testimonios “vivos” de una gran tragedia urbana.
Y al final, una narración extraña titulada Ponga a un Antonio en su vida la que por sí sola no tendría ningún significado. Sin embargo, en el conjunto opera como la llave que da sentido al libro.
Todos los personajes tienen un punto en común. Son seres desesperados que buscan dar un sentido a la vida. Sea en la drogadicción ilimitada, en el objeto sexual inanimado, en un hombre pobre que muere con la pena de no haber llevado una bolsa de plátanos a su familia, en un niño muy pequeño que para escapar de la soledad se deja seducir por uno mayor, en el erotismo motorizado de alguien que quiere amar a algo, aunque sea a una camioneta, en fin en esos seres hay enormes vacíos de vida. Y cuando el principio de vida es débil, el de la muerte es fuerte.
Cada uno puede ser el portador del drama de Caracas (o de otras capitales latinoamericanas) en las cuales no existe un orden fundado ni en la tradición ni en el orden constitucional. Hasta el momento en que aparecerá, inevitablemente, el redentor.
En la última narración entendemos por qué una tropa de militares venales, politiqueros corruptos, académicos fanatizados, todos siguiendo a un líder sin autocontrol, lograron apoderarse de miles y miles de almas perdidas en el vacío. Por ese vacío entraron, disfrazados con camisas rojas y gritando consignas rancias. Pero esa pandilla no creó al vacío. Ese vacío estaba antes: en cada uno de los personajes de Barrio Bonito, por ejemplo.
No solo quienes disfrutamos de la buena literatura, también los que quieran entender el porqué Venezuela está viviendo lo que vive, deberían leer Barrio Bonito.
Luis Freites es sin duda un excelente escritor. Si continúa su camino, será uno de los mejores. Lo tiene todo para serlo. Pero no hay que apurarlo. El sabrá hasta donde llega.


Luis Freites, “Barrio Bonito”, Dahbar-Narrativa, Caracas 2015