Quienes hacen seguimiento a la política internacional del
presidente turco Recep Tayyip Erdogan, notan que hay un punto en el cual no se
diferencia de sus predecesores. Ese punto dice: el principal enemigo de Turquía
es el separatismo kurdo.
Los kurdos –un 25% de la población- pueden según Erdogan
existir, pero no como pueblo pues todo pueblo tiene un territorio. A lo más que
pueden aspirar es llegar a ser una etnia folklórica. Ese ha sido el objetivo
perseguido por Erdogan en las mal llamadas conversaciones sobre la paz,
mantenidas con el Partido de los Trabajadores de Kurdistan (PKK).
Los aguerridos kurdos, a su vez, han logrado constituirse
en el principal obstáculo que encuentran los ejércitos del Estado Islámico
(ISIS) en Irak y Siria. Esa es la razón por la cual EE UU y la EU los han
apoyado, hecho que naturalmente ha sido desaprobado por el gobierno turco el
que, por razones estratégicas, lo menos que desea es tener en el norte de su
país a ejércitos kurdos.
Por otra parte, los conflictos que mantiene el gobierno
Erdogan con el ISIS son mínimos y su renuencia a embarcarse en una guerra
dirigida por los EE UU e Irán ha sido notoria. Por primera vez en mucho tiempo
Turquía ha dejado de ser un aliado estratégico seguro dentro de la OTAN.
Erdogan representa a los sectores más conservadores del
Islam turco y, aunque no es posible nominarlo como fundamentalista, hay razones
para suponer que sus desavenencias religiosas con ISIS no son demasiado profundas.
Más allá de cuestiones doctrinarias lo que separa a
Erdogan de ISIS parece ser la ocupación de Irak pues en tanto ISIS continúe
ahí, Irán deberá combatirlo y por lo mismo ocupar zonas iraquíes, hecho que por
supuesto no conviene en nada a la geopolítica turca. La única manera de
evitarlo es que Turquía y no Irán, Turquía y no los kurdos, se haga cargo de la
contención militar del ISIS.
En otros términos, Erdogan exige a los EE UU retirar su
apoyo a los kurdos a cambio de un mayor compromiso turco en la guerra en contra
del ISIS. Para que el mensaje sea claro ha desatado una guerra paralela en
contra de los kurdos e ISIS. De ese modo EE UU y la EU han sido neutralizados.
EE UU por su parte no oculta sus esperanzas relativas a
que después del acuerdo nuclear sea Irán y no Turquía el país que asuma un
lugar decisivo en la guerra en contra de ISIS. Por lo menos en Irak. Pero si
así sucede, importantes cambios aparecerán en el orden estratégico del mundo
islámico. De hecho ya están teniendo lugar.
Erdogan, a diferencia de administraciones anteriores, ha
dejado de lado la esperanza de ingresar a Turquía en la EU. En cierto modo
Turquía ha redescubierto el Oriente Medio. Sobre todo le atraen los “vacíos”
dejados por una Siria destruida por los islamistas y un Irak arruinado por Bush
tras su nefasta intervención imperial.
Entre una Turquía convertida en apéndice europeo y una
Turquía militar y económicamente hegemónica en el espacio islámico, Erdogan
parece haber elegido la segunda alternativa. El problema es que si esa vía es
transitada, Turquía se convertirá en el principal competidor económico y
militar de Irán en la región. Ahí ya se anuncia un conflicto que difícilmente
podrá ser resuelto solo por vías diplomáticas.
Tres puntos tienen en común Turquía e Irán. Primero,
ambas son naciones con grandes expectativas de desarrollo. Segundo, ambas
atraviesan por un periodo de occidentalización tecnológica. Tercero, ninguna de
las dos son naciones árabes, hecho este último que limita los proyectos de
ocupar un rol hegemónico desde un punto de vista político (y religioso). Y
bien, en este último punto es donde aparece el tercer actor: Arabia Saudita, el
mejor socio comercial de los EE UU y a la vez la nación en donde anida el
fundamentalismo más sectario y fanático de la región.
Fue quizás el peligro saudí la razón por la cual EE UU,
alterando la propia doctrina de no intervención proclamada por Obama, apoyó el
golpe militar laico (2013) en contra de los salafistas egipcios quienes a
través del gobierno de Morsi –con pleno apoyo de Arabia Saudita- estaban en
vías de alcanzar el poder. En cierto modo - ahora lo sabemos- el golpe militar
egipcio conducido por el cruel general Abdelfatah
Al-Sisi
–legalizado omo presidente en las elecciones de Junio del 2014- fue realizado
en contra de una posible vinculación del islamismo saudí con el salafismo
egipcio y con los ejércitos del ISIS.
Vista esta constelación, Turquía hará todo lo posible por
mantener asegurados sus límites, pero –y ahí reside el peligro- avanzando más allá de sus límites. En estos
mismos momentos, asentamientos poblacionales kurdos de Siria e Irak están
siendo bombardeados por aviones turcos. EE UU mira hacia el lado y la EU, como
siempre, no sabe que hacer frente a esos cientos de familias kurdas que avanzan
hacia Europa dejando detrás de sí a sus pobres tierras arrasadas.
¿E Israel? Por primera vez tienen lugar en el Oriente
Medio conflictos políticos y militares en los cuales Israel no juega ningún
papel predominante. Quizás eso es lo que más preocupa a Netanjahu. De otra
manera no se explica su obsesion por hacer política exterior en el interior de
los EE UU. Hay políticos que no conciben la política si no están situados en el
centro.
¿Quiénes son los malos y los buenos en esta historia?