1.
Antes de someterme al atroz suplicio, hojeaba en la sala de espera del dentista
el último número del semanario Stern, uno de los más populares de
Alemania. Un artículo llamó mi atención. Su título: “El fin de la política”. Se
refería al supuesto fin de la política alemana. Según el texto, Alemania bajo
Ángela Merkel ha entrado a una fase post-política pues la gran coalición
gobierna sin contrapeso. Reina una relativa paz social, hay prosperidad, y los
alemanes han aprendido a divertirse y hasta a reír. La tesis es que “el fin de
la historia” de Fukuyama, si no ha llegado a todo el mundo, ha alcanzado por lo
menos a Alemania.
Mi
impresión, después de leer el artículo fue de neto asombro. ¿Cómo escribir sobre el
“fin de la política” de un país sin mencionar su dimensión exterior, tanto o
más importante que la interior?
Si
consideramos la dimensión externa de su política, Alemania vive los momentos
más políticos de toda su historia de post-guerra. Por primera vez ha aceptado
asumir un liderazgo continental y lo hace en las conversaciones con el
gobernante de Irán, en la gran coalición internacional en contra de los
ejércitos del estado islámico, y sobre todo frente a la Rusia de Putin donde
Merkel cumple el cometido de defender a Ucrania y a la vez integrar
diplomáticamente a Rusia en un contexto europeo.
Si
el gobierno alemán hubiese estado, como ocurrió años atrás, reconstruyendo las
ruinas dejadas por la dictadura de la RDA, no habría podido asumir su
protagonismo en la política exterior como hoy lo hace. Luego, la aparente
pasividad de su política interior es una condición para la realización de su
política exterior. Algo que, por lo demás, no solo sucede en la vida política.
Si
alguien tiene la vida privada convertida en un infierno, tendrá problemas para
actuar con eficiencia en la escena profesional. Recordemos que los antiguos
griegos, quienes entendían de política más que los de hoy, elegían para el
ejercicio de puestos públicos a ciudadanos que tenían sus problemas
domésticos resueltos. Por analogía, es difícil que los gobiernos durante crisis
internas puedan ocuparse del resto del mundo. Al hacer esta reflexión me fue
imposible no pensar –una vez más– en la Cumbre de las Américas de Panamá.
2.
En Panamá fue puesto de manifiesto que, con relación a temas de política
internacional, los países latinoamericanos pueden ser divididos en dos grupos.
Los que carecen de política internacional y los que actúan de acuerdo a una
política internacional ideológicamente prescrita. Me refiero en este último
caso a los países del ALBA.
Los
gobernantes del ALBA, a juzgar por sus discursos, parecieran sustentar una
oposición “anti-imperialista”. Punto que contrasta con el hecho de que ninguno
tiene un problema real con los E U. Todo lo contrario. Los gobiernos
“anti-imperialistas” de Venezuela, Nicaragua, Ecuador, Bolivia y ahora Cuba,
han intensificado como nunca antes sus relaciones económicas con la potencia
del norte. Fue la razón por la cual Obama -frente a la histeria desatada por el
mandatario Maduro destinada a convertir simbólicamente a su país en “la nueva
Cuba de América”- recordó que los E U, después de 16 años de “revolución
bolivariana”, son el mayor socio comercial de Venezuela con un comercio
bilateral de más de 40.000 millones de dólares al año.
Sorprendió
también que, a pesar de la apertura de E U hacia Cuba, Evo Morales pronunciara
en Panamá uno de sus más furibundos discursos anti- norteamericanos: Un
discurso de guerra, como si los marines estuvieran ya en La Paz. Entre otras
cosas dijo: “¿De qué democracia habla el presidente Obama?” “Su política global
ha fracasado”. “La mirada colonial imperial de E U sobre nuestra América Latina
y el Caribe es una mirada de desprecio y de superioridad”.
Pero
uno no termina de asombrarse. Pocos días después del discurso de Morales, en
una entrevista concedida a El País (18.04.15) el Vicepresidente de Bolivia,
Álvaro García Linera, afirmaría justamente lo contrario. Dijo: “Admiramos el
desarrollo industrial y tecnológico de E U. Es el mercado más importante del
mundo, ¿cómo mantenerlo alejado? En los últimos 10 años hemos incrementado los
vínculos comerciales sin incrementar los políticos”.
¿Se
habrá dado cuenta García Linera de la tremenda verdad que dijo? Si su gobierno
mantiene diferencias políticas pero no económicas con E U quiere decir que para
él ¡ya no hay imperialismo! Pues el imperialismo –él, como marxista lo sabe- es
económico o no es. Luego, ¿fueron las palabras de Morales en la Cumbre como el
bolero cantado por La Lupe?: ¿“Teatro, puro teatro”?
¿Tiene
entonces el gobierno de Bolivia dos políticas frente a los E U? No. Lo que
tiene es un doble discurso. Mientras Morales se encarga del carnaval
anti-imperialista, García Linera asume la parte seria de las relaciones. Lo
mismo sucede con los demás gobiernos del ALBA; todos mantienen el mismo
discurso doble. La razón es evidente:
A
diferencia de un país europeo como Alemania en donde la reducción de la
intensidad política interna aparece como una condición para la realización de
una efectiva política exterior, en algunos países latinoamericanos el discurso
exterior está puesto al servicio de la política interior. Siguiendo esa
premisa, la guerra verbal de los gobiernos del ALBA a los E U busca trazar una
línea interna divisoria. Su objetivo es que toda la oposición interna aparezca
como quinta columna de un virtual enemigo externo.
Los
gobiernos “anti-imperialistas” tienen así en los E U a su mejor aliado. Por un
lado, gracias a los dólares que reciben del “imperio”, financian a sus
“revoluciones”. Por otro, les sirve de pretexto para que, en nombre del
nacionalismo revolucionario que dicen representar, destruyan a la oposición a
la que tildan de “apátrida”. Es sin duda un discurso de sinvergüenzas; pero el
negocio es redondo.
3.
La creación virtual de un enemigo externo corresponde a una lógica orwelliana.
En la novela de Orwell, 1984, el poder totalitario se encontraba en permanente
guerra con un enemigo internacional, funcional para el mantenimiento de la
guerra interna en contra de la disidencia. Sin embargo, el enemigo no siempre
era el mismo. De la noche a la mañana el enemigo cambiaba y el del día anterior
se convertía en aliado. Esa es también, dicho sin exagerar, la lógica de los
gobiernos albinos. Cuando el enemigo (Obama) ya no se comporta como enemigo se
hace necesario construir a otro enemigo para seguir manteniendo el estado de
guerra interior. Al fin, eso es lo único que les interesa.
Así
como Chávez inventó una guerra en contra de Colombia (¡nueve batallones!) y
Maduro una con España, Evo Morales tendrá siempre a mano un sustituto: Chile y
su mar.
En
cierto modo a Evo Morales no le conviene, por razones de política interna, que
el conflicto con Chile tenga una pronta solución. Posibilidad facilitada a
Morales por el hecho de que el de Chile pertenece a ese grupo de gobiernos
latinoamericanos que, o tienen una política internacional muy precaria, o
simplemente carecen de ella.
Hay
efectivamente gobiernos que no tienen política internacional, o solo la tienen
frente a puntos muy aislados. Incomprensiblemente, Brasil, llamado por su
potencialidad a ejercer una hegemonía continental, ha rehusado en nombre de un
supuesto desarrollo y de una estabilidad política interna mal entendida, a
ponerse a la cabeza de las naciones más democráticas de la región. La
neutralidad –entendible en naciones muy pequeñas- ha sido divisa y dogma de la
política exterior de Brasil.
Es
cierto que el ex presidente Lula fue por razones petroleras uno de los más grandes legitimadores del militarismo
chavista. Pero tampoco se puede olvidar, fue el mandatario que más veces abrazó
a George W. Bush. Solo recientemente, y de modo muy tímido, la presidenta
Rousseff ha optado por emitir opiniones
criticando a las violaciones de los derechos humanos en Venezuela. Lo mismo
ocurre en Uruguay donde, sin desarrollar una política coherente frente a los
regímenes autoritarios que asolan la región, existe al menos un espacio en el
cual miembros de gobierno emiten opiniones sin ser amonestados desde el
ejecutivo. El gobierno colombiano, a su vez, solo opina con relación a las FARC
y al narcotráfico.
El
único gobierno que en la Cumbre de Panamá se atrevió a plantear temas de cierta
relevancia internacional y a la vez salirse del libreto farandulesco impuesto
por el ALBA, fue el de Perú. Ollanta Humala, en un interesante discurso,
intentó llamar la atención sobre el tema de las catástrofes ecológicas –donde
sí hay problemas reales con los E U-. Pero fue como hablar a las piedras.
Como
es sabido, la presidenta de Chile no asistió a la Cumbre. Sabido también es que
las inundaciones que afectan el norte de Chile solo fueron un pretexto para que
Bachelet no asistiera. Sabido es, además, que la presidenta intentaba ganar
puntos frente a la ola de corrupciones que azota a su entorno familiar y
político. Pero también es sabido que la presidenta no asistió para no emitir
opiniones que generaran diferencias al interior del bloque de gobierno que ella
representa. Es decir, las razones de la no asistencia de Bachelet fueron de
política interna pero de una caracterizada, esa en la gran paradoja chilena,
por una no-política. En ese sentido la no-política internacional de Chile es un
reflejo de su no-política nacional.
El
gobierno chileno tiene un programa y por eso fue elegido. Nadie puede
reprochar a Bachelet hacer todo lo
posible para que ese programa se cumpla. Para eso necesita gobernar con un
bloque político sin grandes desgarros internos. Pero un programa es solo una
parte de la política. Un gobierno absolutamente programado se convierte a la
larga en un gobierno no político.
La
política, no lo vamos a descubrir ahora, vive de lo que está fuera de programa.
Por lo mismo, la política ha de ser existencial. Eso significa asumir las
contingencias tal como ellas se presentan. Si no es así, la política carece de
energía, de entusiasmo, lleva a la apatía. Cuando ello ocurre, lo está
experimentando Bachelet en su persona, problemas que en otros lugares
aparecerían como secundarios (¿dónde no hay corrupción?) se convierten en
primarios.
4.
Fue así, como leyendo en la sala de espera del dentista un mal artículo de la
revista Stern sobre “el fin de la política” pude percibir la diferencia
entre dos damas. Mientras Merkel desarrolla una activa política internacional
gracias a tener solucionados sus problemas políticos internos, Bachelet no hace
política internacional porque simplemente no los ha solucionado. Percibí además
como los regímenes no democráticos de América Latina ponen la política
internacional al servicio de sus proyectos nacionales de poder.
Aunque
así no lo parezca, todos los ejemplos nombrados tienen algo en común y es lo
siguiente: La política nacional y la internacional no son dos políticas
diferentes. De una manera u otra ambas se encuentran íntimamente relacionadas.
Más aún, a través del conocimiento de la política internacional podemos
descifrar las claves políticas que priman en el interior de
una nación.
Fue
Aristóteles quien, irritado por la obsesión platónica sobre la esencia y la
apariencia, planteó de modo desafiante la tesis de que la esencia de las cosas
está en su propia apariencia. “Eso pareces, eso eres” fue su dictamen. En
términos políticos, y siguiendo a Aristóteles, podríamos decir: “Dime como es
tu política internacional y te diré como es tu política nacional”.