500 millones de euros es mucho dinero, pero para activar a
una economía arruinada como la de Ucrania, es poquísimo. De tal modo, cuando un
pretencioso periodista declaró en la TV: “Ángela Merkel fue de compras a Ucrania”,
no solo demostró no saber nada de economía, sino tampoco de política. No,
Ángela Mérkel no fue el 23.08.2014 de shopping a Kiev. Su viaje fue
fundamentalmente político.
Podría haberse entrevistado con el presidente Petró
Porochensko, con el ministro Arseni Yatseniuk y hasta con el alcalde-boxeador
Vitali Klichkov, por Skype. Pero el efecto no habría sido igual. Merkel intentó
demostrar que la presencia política-corporal –no por casualidad en el “día de
la independencia ucraniana”- sigue siendo un factor decisivo. A través de su
cuerpo Ángela dijo simbólicamente, “yo estoy aquí junto con ustedes”. Por eso
fue aclamada, algo que nunca podría ocurrir a Putin si alguna vez tuviera la
mala idea de asomar su cabeza por Ucrania.
Ángela Merkel hizo acto de presencia en una Ucrania
acosada por separatistas, que no son tales pues casi todos son enviados desde
Rusia. Hubo de ser derribado un avión con más de 200 pasajeros para que el
mundo se hubiera dado cuenta de que en Ucrania tiene lugar una guerra de
invasión. Los habitantes de Lugansk y Donetsk, los mismos que hoy sufren
escasez de alimentos y padecen de frío en medio de casas arruinadas por
bombardeos, ya lo saben desde hace tiempo. A las guerras no hay que declararlas
para que sean guerras. Por lo común basta comenzarlas. Y en Ucrania ya comenzó.
No obstante, Merkel no viajó en son de guerra. En el
marco de la constelación europea ella –es un secreto a voces- representa una
posición intermedia. Por una parte, está decidida a apoyar (a defender), como
declaró en Kiev, “la integridad territorial” de Ucrania. Pero por otra, no
quiere provocar a Putin con quien conversa telefónicamente todas las semanas.
Ambos mandatarios caminan sobre una pista de hielo muy resbaloso y perder ese
mínimo contacto podría ser muy peligroso para ambos.
La posición de Merkel no es cómoda. A pesar de que Europa
ha dado, por primera vez desde el fin de la Guerra Fría, muestras de unidad
política frente al adversario común (adversario, enemigo todavía no) no existe
claro acuerdo acerca de una estrategia militar conjunta. Polonia, República
Checa, los países bálticos, en alguna medida Francia e Inglaterra, estarían
dispuestos a tender una línea militar frente a Rusia, y EE UU los apoyaría.
Hay, sin embargo, otros gobiernos, el holandés y los escandinavos por ejemplo,
que más bien estarían de acuerdo en entregar Ucrania a Rusia, aunque bajo
determinadas condiciones. Para Merkel no se trata ni de lo uno ni de lo otro.
Tender una línea militar frente a Rusia devolvería a
Europa a una Guerra Fría cada día más caliente. Entregar a Ucrania es
imposible, porque Ucrania no es propiedad de nadie. Por lo demás, la decisión
de que Ucrania abandonara el protectorado semi-colonial del Kremlin no provino
de Europa sino de una Ucrania políticamente soberana. Al contrario, la mayoría
de los gobiernos europeos se habría alegrado mucho de que Ucrania hubiera
seguido perteneciendo al “espacio vital” ruso. Apoyar a Ucrania es un negocio
carísimo (no solo en términos económicos). Pero Europa no puede sino apoyar,
aunque no quiera, a Ucrania.
Si Europa no apoya a Ucrania, no solo traicionaría a los
principios políticos que dice defender; además, abriría las puertas a Putin
para que continúe alegremente su política de anexiones. No sin razón, Merkel,
que no da una puntada sin hilo, horas antes de viajar a Ucrania, aseguró al
gobierno de Lituania su “total apoyo en caso de amenaza externa”.
La tarea más difícil para Merkel será convencer a Putin
de que en el espacio de una globalización de la cual Rusia profita más que
padece, las anexiones territoriales pertenecen al pasado, es decir, hoy los
límites geográficos coinciden mucho menos con los límites políticos y con los
económicos que durante la era bi-polar. Rusia, desde puntos de vista políticos
y económicos, está más cerca de Cuba o Siria que de Polonia, Cuba más cerca de
Rusia que de América Latina, Venezuela más cerca de China que de Colombia,
Alemania más cerca de Australia que de Rusia, y Ucrania más cerca de Europa que
de Rusia. Del mismo modo, Rusia podría estar mucho más cerca de Alemania si
deja a Ucrania vivir política, económica, aunque no geográficamente, algo más
lejos de Rusia.
En fin, se trata de convencer a Putin de que la
geo-política es una ciencia pre-histórica. Hoy solo existe una política (sin
geo) internacional, a la que Merkel parece conocer tan bien como a la nacional.
Siempre y cuando, por supuesto, sea posible separar a la una de la otra..