Las armas químicas no eran un pretexto de Obama como sí lo fue para Bush en
Irak, ese ex-país. De hecho, el íntimo aliado de Assad, Putin, Presidente de
todas las Rusias, lo reconoció al proponer su "colaboración" para
lograr que fueran retiradas de Siria las armas químicas. Armas que eran, lo
advirtió muy bien Putin, la legitimación oficial de la guerra limitada con la
cual amenazaba Obama a la tiranía. Razón por la cual el hábil Putin propuso a
su colega Obama un negocio cuyas cláusulas no visibles rezan más o menos así: Tú
no atacas Siria. En cambio nosotros (Assad y yo) retiramos las armas químicas más notorias. Así tú quedas bien frente a tus vacilantes aliados europeos y ante
tus electores, cansados ya de tantas guerras inútiles, y yo apareceré ante la
luz pública como el pacifista internacional que ha salvado al mundo de una
guerra atroz. Y por el momento me quedo en Siria. Ni un paso atrás.
Al parecer, Obama no tiene otra alternativa sino aceptar los términos propuestos
por Putin. No porque así lo quiera, por supuesto. Como he repetido en
diferentes ocasiones, el problema fundamental para Obama, aun más que las armas
químicas, reside en la existencia del eje Siria- Rusia -Irán, eje que amenaza desestabilizar aún más al ya desestabilizado Oriente
Medio.
Rusia, de acuerdo a la visión mantenida por todos los presidentes
norteamericanos después de la Guerra Fría, no tiene nada que hacer en el
Oriente Medio. Por una parte, el apoyo militar de Rusia a determinadas
dictaduras de la región amenaza a su aliado histórico: Israel. Por otra,
amenaza a los aliados petroleros de los EE UU, Arabia Saudita y los emiratos.
Por si fuera poco, Rusia a través de Siria e Irán representa un serio problema
para las pretensiones de Turquía relativas a llegar a ser un factor hegemónico
regional y, no por último -algo que parecen no haberse dado cuenta los
europeos- el Oriente Medio está muy cerca de Europa.
Ay, Europa. Ese es
el problema. En gran medida el avance de Putin en dirección al Oriente Medio
está ocurriendo gracias a la debilidad política de una Europa cuyas gobiernos
se han mostrado incapaces para asumir las tareas internacionales que le
correspondían después de la Guerra Fría.
Europa ya ha dejado de ser
una unidad política-militar. O dicho de modo más preciso: porque Europa ya no
es una unidad política no puede ser una unidad militar. Y al no ser ni lo uno
ni lo otro tampoco se encuentra Europa en condiciones de reconocer los
antagonismos internacionales que la acosan.
La unidad europea solo
existe en la economía. Europa no es algo muy diferente al Mercado Común
Europeo. Por cierto, los gobernantes europeos son los primeros en quejarse en
contra de Ángela Merkel acusándola de confundir a Europa con el Euro. Pero
ellos tampoco tienen otra concepción continental.
Las elites europeas nunca
se cansan de referirse a Europa como proyecto cultural y no económico. Para
todos, criticar a Alemania ha pasado a ser un lugar común. Pero ¿es posible un
proyecto cultural sin un proyecto político? Incluso intelectuales con
experiencia política claman por una Europa unida sin decirnos en contra de qué
se va a unir, como si Europa estuviera situada en el limbo de la historia.
Daniel Cohn-Bendit y Félix
Marquart, dos europeístas, escribieron recientemente un manifiesto (04.09.2013)
llamando a los jóvenes de Europa a votar como europeos en las elecciones del
Parlamento Europeo, aduciendo además, sin prueba alguna, que la época de los
estados-nacionales ya ha terminado. ¿Cómo va a terminar si en materia
internacional no hay gobierno que no tome posiciones no solo de acuerdo a
intereses nacionales sino de acuerdo a intereses electorales inmediatos? Por
supuesto, ninguna intervención militar es popular, y si alguien quiere ganar
elecciones, es necesario aparecer como pacifista, aunque eso ocurra en contra
de los propios intereses nacionales. Razones que explican el débil apoyo
europeo que recibió el proyecto de Obama para intervenir en defensa de la
resistencia siria.
La verdad, ese fenómeno de
abierta deserción política ya venía ocurriendo desde hace tiempo. La última vez
cuando Europa actuó como bloque fue en 1999, en Yugoslavia. El apoyo de los
gobiernos europeos a EE UU durante la guerra de Afganistán, muy entusiasta al
comienzo, fue decreciendo paulatinamente. Hoy Afganistán es un nido terrorista.
Frente a Irak el apoyo fue menor. En términos confiables los EE UU solo
contaban con Inglaterra. Pero en el caso de Siria el parlamento inglés votó en
contra de Cameron, es decir, en contra de EE UU. A través de esa votación los
ingleses rompieron un pacto histórico que regía desde los tiempos de Churchill.
Solo Hollande parecía todavía dispuesto a apoyar a Obama, pero en los EEUU ya es sabido que
París siempre ha escogido caminos propios. Y bien, Putin conoce esa realidad
como a la palma de su mano.
Ni corto ni perezoso Putin
tomó la iniciativa ofreciendo su "colaboración" a los EE UU, pero
reservando términos ventajosos para las pretensiones rusas en el Oriente Medio.
Hizo bien entonces Obama al no retirar sus contingentes militares de la región.
Desde el punto de vista simbólico habría aparecido ante la opinión pública como
un derrotado en una guerra que, para colmo, no tuvo lugar. Por ahora el gran
vencedor es Putin.
Probablemente Obama sabe
que si los gobiernos europeos no se encuentran inmediatamente amenazados por un
enemigo común, EE UU no va a contar jamás con ellos. Es la dura y triste
realidad, y como tal deberá ser aceptada. La Alianza Atlántica seguirá existiendo sobre un papel. Pero en la práctica la OTAN solo podrá ser movilizada si el
gobierno de Marte decide atacar a la Tierra. Por el momento ese no es el caso.
La era en la que los
gobiernos europeos tenían la misma política frente al mismo enemigo ha quedado
atrás. También quedaron atrás los tiempos en que la política internacional de
cada país europeo no era interferida, mucho menos determinada, por la política
nacional. En el fondo la mayoría de los políticos europeos piensan que al no
existir el Pacto de Varsovia la OTAN tampoco es necesaria. Y en cierto modo
tienen algo de razón: Las condiciones de 2013 no son las mismas de 1949, año en
que fue fundada la OTAN. Obama a su vez sabe, y lo dijo, que el papel de los EE
UU no es hacer de policía mundial si no está apoyado por una muy amplia
coalición internacional. Eso no significa que los EE UU sean más débiles que
antes. Todo lo contrario, desde el punto de vista tecnológico es inalcanzable,
no solo por Rusia y China, también por Europa. Desde el punto de vista militar
es insuperable. Desde el punto de vista cultural, sigue siendo hegemónico. Su
única debilidad es que hoy tiene menos aliados europeos que durante la Guerra
Fría. Lo que, por lo demás, es obvio.
El fin de la Alianza
Atlántica no significará por supuesto el fin de las alianzas internacionales
para los EE UU, incluyendo las que deberá contraer puntualmente con determinados gobiernos
europeos. Pero todo parece indicar que en el futuro solo serán alianzas
circunstanciales y no de carácter permanente como es, o fue, la OTAN. En ese
sentido el triunfo de Putin en Siria no solo es momentáneo; es también
relativo.
Es cierto que hoy los EE UU
cuentan en Europa con menos aliados que antes. Pero también es cierto que en el
Oriente Medio EE UU nunca había tenido tantos aliados como durante el gobierno
Obama. Con Israel los une una alianza histórica. Con Arabia Saudita y otras
naciones petroleras, una alianza económica. Arabia Saudita a su vez, se opone
por motivos ideológicos y religiosos a los gobiernos de Siria e Irán. La Liga
Árabe en su conjunto apoya a los rebeldes sirios. Turquía se opone a las
pretensiones hegemónicas de Rusia e Irán y por lo mismo intenta levantar una
estrategia militar de contención. Y hasta los generales egipcios dependen de la
ayuda militar estadounidense. Por si fuera poco, las minorías nacionales de
Siria sobre todo los kurdos cuyos tres partidos forman parte del CCN (frente de
resistencia sirio), más los sirios-turcos, los asirios y los armenios, es
decir, todos esos grupos nacionales que en el pasado reciente adscribían a
objetivos comunistas, han unido sus fuerzas en contra del tirano Assad.
Obama, en fin, no está
solo. Putin, tampoco. El póquer seguirá jugándose.
¿Y los niños
masacrados ? ¿Y la sangre que corre por las calles ¿Y los que
abandonan sus hogares, huyendo del gas y de las balas? Esos
"detalles" ya no los nombra la prensa europea. Después de todo ¿qué
más da cambiar a unos terroristas por otros? Ese es el tenor dominante. En cierto modo los europeos ya han
hecho suya la infamia propagada por el tirano sirio, a saber, que si no fuera
por Assad, Siria será dominada por Al Quaida. Assad ha pasado a ser así, en la
opinión pública europea, un simple "mal menor". Si las circunstancias no cambian, pronto será considerado, junto con los gorilas egipcios, como un garante de la paz. Mondo Cane.