“La política implica un fuerte y lento perforar de duras maderas con pasión y buen criterio al mismo tiempo. Es completamente cierto, y toda la experiencia histórica lo confirma, que no se hubiera logrado lo posible si en el mundo una y otra vez no se hubiese intentado lo imposible. Pero el que puede hacer eso tiene que ser un líder, y no sólo eso sino – en un sentido muy llano de la palabra – también un héroe. Y también aquellos que no son ni lo uno ni lo otro, deben armarse con esa fortaleza de ánimo que nace del fracaso de todas las esperanzas, y hacerlo ahora mismo, porque de otro modo no estarán en condiciones de prevalecer ni siquiera por sobre lo que ya hoy es posible. Sólo el que está seguro de no quebrarse cuando el mundo, visto desde su propio punto de vista, es demasiado estúpido o demasiado perverso para lo que él desea ofrecerle; sólo aquél que frente a todo ello es capaz de decir: “¡aun así!”, sólo ése tiene “vocación” para la política” (Max Weber, La Política como profesión)
Los buenos políticos se prueban en los momentos de
derrota y no en los de victoria, deduzco de las frases con las cuales Max Weber
corona su clásico “La Política como profesión”: Eso quiere decir: quien sólo
quiera obtener victorias, debe buscarse otra profesión que no sea la política
ni la carpintería pues en ambas hay que perforar lentamente “sobre duras
maderas con pasión y buen criterio”. Porque -y ahora no cito a Weber sino a
otro filósofo que también entendía de carpintería, Kant– “sobre esa madera tan
torcida que es el ser humano no podemos carpinterear nada derecho”. Palabras
que hacen recordar al Jesús de los cristianos quien, además de ejercer la
profesión de Dios, era carpintero.
Carpintería
aparte: El chavismo en Venezuela, después de las elecciones regionales de
Diciembre del 2012 vive otro momento de gloria en una larga cadena de victorias
y la oposición otra de sus tantas y duras derrotas. Mas, seamos sinceros:
¿esperaba alguien que entienda de un mínimo de política un resultado
distinto?
La pregunta
cobra relevancia si se tiene en cuenta
que ninguna oposición del mundo ha obtenido una victoria inmediatamente después
de una derrota presidencial. Todo lo contrario. Elecciones regionales o
parlamentarias realizadas en un corto plazo después de una presidencial tienden
a reforzar a la presidencia. Dichas elecciones juegan en el ritual de la
política el papel de un acto de confirmación. Siempre ha sido así y siempre así
será. Amén.
Por un
periodo corto entendemos entre dos y seis meses. Pero la indesmentible astucia
anti-democrática de los chavistas superó esta vez todos los records de
cortedad: ¡sólo seis semanas después de las presidenciales! Es decir, las
elecciones regionales fueron concebidas como un simple epílogo de las
presidenciales, o como una fiesta en honor a Chávez. Si a ello sumamos el
novelón trágico urdido alrededor de la inmortalidad del caudillo, y no por
último, el cretinismo abstencionista de una fracción de la oposición, el
triunfo del chavismo estaba más cantado que la Cumparsita.
Pudo haber
sido algo mejor para la oposición. Zulia no se debió perder, menos frente a “ese” candidato oficialista. Yo no sé que
pasó ahí. En Monagas la oposición fue con dos candidatos. Pero todo lo demás ya
se sabía.
Pudo también
haber sido peor. Miranda, la piedra más preciosa de las elecciones, fue ganada
por el incansable Henrique Capriles quién, además, reafirmó su condición de
líder nacional de toda la oposición. Miranda, además, era el regalo que el chavismo
quería hacer a Chávez.
Recuerdo en
este punto que hace algunos días escribí a un amigo venezolano lo siguiente:
“Si yo estuviera en una imaginaria disyuntiva, pienso que sería mil veces
preferible ganar Miranda y perder todas las demás gobernaciones a ganar todas
las gobernaciones y perder Miranda”. Yo creo que cualquier chavista inteligente
habría pensado lo mismo, pero al revés. Miranda era el objetivo de Chávez, todo
lo demás era secundario.
¿Qué habría
sucedido si Capriles hubiera perdido en Miranda? Primero, todo ese enorme
capital político acumulado en su excelente campaña presidencial se habría venido al suelo. Segundo,
la oposición habría perdido a su candidato en el marco de una situación
bio-histórica en la cual se vislumbran nuevas elecciones presidenciales.
Tercero, al interior de la oposición se habría desatado una lucha de fracciones
al lado de la cual la que ya tiene lugar al interior del chavismo habría sido
un simple juego de niños. Y
por si hubiera sido poco, Capriles habría perdido frente a un candidato más
chavista que Chávez.
Liquidar
políticamente a Capriles habría significado, para usar los términos del
ajedrez, un jaque mate del chavismo a la oposición. La derrota electoral
fue en cambio un simple y normal jaque en una larga partida. Una
derrota, pero no una catástrofe. La lucha, entonces, continúa.
Es
importante, además, constatar que la oposición no sólo ha conservado a su
líder. Junto a él ha sido confirmada una estrategia. Pues además de Capriles,
Henri Falcón, Liborio Guaurulla y el casi elegido Andrés Velásquez, mantienen
una misma línea. Los cuatro persiguen unir las luchas democráticas con las
luchas sociales, es decir, una política orientada hacia una democracia social.
Los cuatro, a través de su experiencia, saben muy bien que no todo quien vota
por Chávez es chavista. Saben, por último, que si no acceden a ese electorado
que ocasionalmente vota por los chavistas sin ser chavista, nunca podrán
derrotar al chavismo.
En fin, los
cuatro líderes son expresión de la correlación real de fuerzas al interior de
la oposición. Por lo mismo mantienen su hegemonía sobre una derecha radical muy
minoritaria pero con gran acceso a los medios. Una derecha antichavista hecha a
la medida de lo que requiere el chavismo: polarizante, insensible socialmente,
histérica políticamente. Una que cuando vota lo hace como si estuviera haciendo
un gran favor a la oposición. En fin, una derecha que en lugar de sumar, resta.
Por supuesto,
así lo ha reconocido Ramón Guillermo Aveledo, la MUD deberá experimentar
modificaciones. Por de pronto deberá aceptar que si bien las elecciones son el
hecho más decisivo de la vida política, no toda la política se reduce a
elecciones. O la MUD -organización pluripartidista de carácter electoral-
amplía su competencia hacia el espacio de las luchas democráticas
no-electorales, o deberá buscar una forma de coexistencia con ellas. Algo muy
importante pues el que se avecina no sólo será un periodo electoral sino, sobre
todo, uno marcado por intensas luchas sociales.
Dar un
sentido político a las luchas sociales es tan difícil como perforar las más
duras maderas. Pero esa es tarea del político, sea éste de profesión o de
simple vocación